domingo, 19 de junio de 2011

ASI LO VE LA PRENSA HEGEMONICA

Política e ideas

La interna ideológica del kirchnerismo

Un debate intenso gana terreno en el cerrado espacio de la discusión K. Dos hitos recientes recalentaron el tema: la presencia de Beatriz Sarlo en 678 y el impacto del escándalo Schoklender- Bonafini. Cómo es la discusión entre los soldados puros y los que impulsan una actitud de acompañamiento crítico

Domingo 19 de junio de 2011 | Publicado en edición impresa

Por Laura Di Marco
-Ahora, la "revolución" es invitar a Canal 7 a Beatriz Sarlo...- bromeaba, no sin ironía hacia su propia tropa, un joven funcionario K, mientras charlaba con un periodista no militante en un bar cercano a la Rosada, pocos días antes de lo que, más tarde, se convertiría en un hito de la era K: la polémica y picante visita de la autora de La audacia y el cálculo a 6,7,8 , una de las usinas más radicalizadas del oficialismo.
Aquel día, el joven K, que se desempeña en un área vinculada a la comunicación oficialista, estaba lanzando una deliberada crítica, con audacia pero también con cálculo, ante un interlocutor que, para la mirada de la cultura gubernamental, representa a uno de los vértices del mal: los medios no militantes. Se quejaba, en una palabra, de un modo de acumulación de poder centrado en la batalla, que necesariamente reclama soldados, defensores a libro cerrado del relato K, sumisos acatadores de órdenes.
Muerto Kirchner, el sellado espacio de discusión K parece reclamar algo de oxígeno. Y el reclamo, aunque no necesariamente público, se cocina por el lado del mundo intelectual afín al oficialismo: aliados progresistas no peronistas, que ya estaban o que se incorporaron después de la desaparición del ex Presidente, y dirigentes y funcionarios sub 45 que revistan en las segundas y terceras líneas del Gobierno, cansados de acatar decisiones que se toman en una pequeña cúpula. "El proyecto está necesitando menos soldados y más intérpretes", sintetizó hace pocos días la socióloga María Pía López, miembro de Carta Abierta, en la presentación de Kirchnerismo: una controversia cultural, libro de su colega y maestro Horacio González.
La presencia de Sarlo en el canal oficial, sin embargo, sirvió para catalizar las diferencias: los sectores más proclives a cerrar filas agudizaron las críticas por haber invitado a la ensayista al programa (circuló bastante un video de Y ouTube en el que se veía a miembros de Carta Abierta en reunión, criticando duramente la decisión de haberla invitado) y multiplicaron los cuestionamientos a la intelectual. Horacio Verbitsky decidió responderle directamente a ella con un artículo de dos páginas publicado en Página 12 en donde, para contradecir sus dichos respecto del casi nulo compromiso del matrimonio Kirchner con los Derechos Humanos (DD.HH.) antes de 2003, recuperó del olvido una fugaz participación en un acto político. Entre los aliados del Gobierno que valoran su política de DD.HH., alcanza con lo realizado desde 2003 y no creen que sea bueno forzar un retrato de compromiso con el tema que los organismos de DD.HH. santacruceños se han encargado sobradamente de desmentir. También propician una defensa del Gobierno que no impida criticar errores y que no lleve necesariamente a demonizar o ridiculizar al adversario.
Pero tras el episodio 6,7,8, el escándalo de Sergio Schoklender en la Fundación Madres de Plaza de Mayo volvió a calentar la discusión. La sospecha cayó en uno de los altares más sagrados para el progresismo. Las postales de una Ferrari, dos aviones, y desmanejos en los fondos de Madres, imágenes "que asustan", como dijo el jueves pasado el presidente de la Auditoría General de la Nación, Leandro Despouy, avivaron los espíritus deliberacionistas. Las aguas se dividen, por estos días, entre quienes se abroquelan defensivamente ante lo que sienten como la perfecta excusa que encontraron las "corporaciones mediáticas" para bombardear el "proyecto", y los que se resisten a alinearse con el Gobierno en el tratamiento del tema y reclaman la verdad sobre el destino de los fondos, aun a riesgo de que ese agujero negro sea utilizado por la "derecha".
Como prueba de que incluso hacia el interior de Carta Abierta el debate está en pleno proceso, Ricardo Forster, principal referente de esa agrupación y panelista en aquel 6,7,8 frente a Sarlo, comparte la perspectiva de María Pía López y refuerza: "Me parece falaz reducir la caudalosa experiencia del kirchnerismo a supuestos soldados acríticos. Coloco el debate con Beatriz Sarlo dentro de esta dinámica. Me parece que es la derecha la que, hasta ahora, ha carecido de recursos teórico-conceptuales y la que ha buscado simplemente reducir el debate a chicanas y a un apolillado denuncismo. De la misma manera, también creo que al kirchnerismo le hace muy bien discutirse, y hacerlo sin complacencias".
Sin embargo, otro admirador confeso del Gobierno (su libro El flaco da cuenta de esa fascinación), también percibe un tiempo de apertura. "Me parece que hay cierta intención de tender puentes en esta etapa, con un sello de época de Cristina, que es mucho más socialista y de izquierda que peronista", interpreta el filósofo José Pablo Feinmann. "El peronismo, por otra parte, no existe más, entendido en términos de aparato. Y Cristina, que siempre fue mucho más inteligente de lo que era Néstor, lo sabe. En este contexto, creo yo, debe entenderse la invitación de Beatriz Sarlo a 6,7,8 ", dice.
Por otra parte, quienes quieren defender el proyecto K sin caer en la descalificación de los adversarios destacan la necesidad de contar con espadas más y mejor afiladas a la hora de debatir con una intelectual del nivel de Sarlo. "La verdad -le decía el joven K del ala rebelde al reportero no militante-, poner a Gabriel Mariotto a discutir con Sarlo es como querer combatir al Ejército de Estados Unidos con los boy scouts".
El gurú de la tevé oficialista, Diego Gvirtz, aún se está frotando las manos por los réditos que, según cree, obtuvo con la presencia de una intelectual adversaria al Gobierno en su criatura, 6,7,8 . Una invitación que, necesariamente, tuvo que haber contado con el respaldo de la Casa Rosada. Quienes lo tratan en la intimidad aseguran haberle escuchado un razonamiento que jamás hará público: con el debate de Sarlo en Canal 7, ganó su programa -porque hoy es mucho más conocido- y la propia intelectual. ¿Perdedores? Los panelistas, sobre todo aquellos a quienes la escritora se encargó de noquear públicamente.
Algo es evidente: la inclusión de una voz crítica e inteligente en el canal estatal, o la inclusión en el noticiero de entrevistas a candidatos opositores, en plena carrera electoral, contrasta con la línea del presidente de Télam, Martín García, un fiel soldado que ya ha dado increíbles muestras de su fidelidad extrema y que asegura sin ruborizarse que él incluiría a la oposición en el servicio noticioso de la agencia estatal en el caso de que "no diga boludeces".
Soldados versus creativos
Attenti , que ahí viene uno de los creativos- lanzó, irónico, días atrás en un despacho de la Rosada, el inefable Aníbal Fernández, soldado todoterreno si los hay, para describir el modus operandi de un funcionario de segunda línea, portador del peligroso virus de las ideas propias. Peligroso porque ese virus podría derivar en una acusación aún más grave dentro del mundo K: la de "liberal", o, peor aún, la de "hombre de la derecha". "Cuando te llaman así, te pusieron la lápida. Quiere decir que, más allá de donde estás, no vas a llegar", sintetiza el funcionario en cuestión.
Los soldados, naturalmente, son más numerosos entre los funcionarios importantes, esos que ascienden en la burocracia estatal del Gobierno: el acatamiento es la forma de ocupar espacios de poder, detectaron aquellos que, aun siendo intelectuales, como el caso del secretario de Medios Juan Manuel Abal Medina, deben ajustarse a ese protocolo no escrito de la cultura oficial. "El enemigo que tenemos enfrente es poderoso -suele decir a puerta cerrada el politólogo-, son los factores de poder que siempre han gobernado la Argentina. No es momento de ponerse a discutir". El ministro Amado Boudou, por caso, sólo consiguió limpiar su pasado neoliberal gracias a la virtud de la obediencia política.
Enrique "Pepe" Albistur parece haberlo entendido muy bien. Kirchnerista de paladar negro, se lució como anacrónico soldado cultural con su muestra sobre el pensamiento nacional, en el Palais de Glace, esa que terminó con el jueguito de escupitajos al gorila y en la que Jorge Luis Borges no tuvo permiso para entrar. Para muchos de los que quieren mover la discusión interna esa muestra fue, justamente, una "muestra" de lo que no se debe hacer.
Hijos de Néstor, al fin, los cuadros militantes de La Cámpora funcionan muchas veces como una gendarmería ideológica. Probablemente, en ese marco deben leerse las declaraciones de Juan Cabandié, que reclamó todo el peso de la ley para Schoklender, resguardando así a Hebe de Bonafini, emblema de la alianza entre el Gobierno y los organismos de DD.HH. Candidato en la lista de Daniel Filmus, Cabandié atiende en este juego dos frentes: como buen soldado, sigue al pie de la letra el guión que baja la Rosada, es decir, concentrar toda la culpa en el ex apoderado -la anomalía de un sistema que se pretende impoluto- y, de paso, minimizar el impacto del daño político en el electorado capitalino, ya medible por los encuestadores.
A esos requerimientos de alineamiento automático pareciera responder el sorprendente premio periodístico Rodolfo Walsh que este viernes recibirá Bonafini en la Universidad de La Plata y que ya despertó críticas sonoras. La hija del escritor desaparecido, Patricia Walsh, no tuvo reparos para expresar su descontento: "Estas dos últimas semanas han sido terribles en torno a todo lo que significa, y la responsabilidad política no se puede esconder de ningún modo", concluyó terminante.
Muchos simpatizantes del kirchnerismo, entre ellos los intelectuales de Carta Abierta, viven el episodio Schoklender como si hubiera muerto alguien. Temen, además que el hecho se use para estigmatizar a Bonafini y deslegitimar así toda la lucha llevada adelante por las Madres contra el terror de la dictadura. "Nos resulta inimaginable pensar que Hebe haya podido derivar siquiera cinco pesos para un café con leche", dijo uno de ellos a este diario. Y agregó: "De verdad, todavía no entiendo bien dónde está la estafa [de Schoklender], y hasta que la Justicia investigue, no puedo tener una opinión formada".
No cuesta demasiado figurarse qué hubiera opinado el mismo intelectual si las sospechas por malversación de dineros públicos, en lugar de salpicar a la directora de la Fundación de las Madres, hubiera estallado en una Fundación ligada a Macri o a De Narváez. O ligada a una gran "corporación".
El factor Sabbatella
El ingreso de Martín Sabbatella como aliado del mundo oficialista parece haber ayudado también a movilizar el debate interno. "Es tan bueno que haya ido Sarlo a debatir a 6,7,8 como malo fue que la despedazaran luego, en su ausencia, por lo que dijo", apuntan los sabbatellistas, quienes nunca dejaron de tender puentes con sectores que el kirchnerismo puro y duro considera "liberales" (gente con capacidad de autocrítica, bah).
"Nosotros no creemos en una democracia consensual en la que estamos todos de acuerdo, paz y amor, porque en la sociedad existen clases e intereses contrapuestos. Creemos, por tanto, en la deliberación intensa, controversial, siempre que se dé en un marco democrático", dicen cerca del aliado progresista no peronista. Para el sabbatellismo, "los más duros son quienes llegaron al kirchnerismo desde una lógica de poder; quienes buscan debate son quienes adhieren por razones más ideológicas".
Una traducción posible para esta elíptica frase, quizá, podría ser: hace diez años, Horacio González tenía la misma posición sobre los derechos humanos que la que sostiene hoy. Aníbal Fernández, probablemente, no.
Precisamente, en una reunión privada, Horacio González se quejó del trato que le dio el panel de 6,7,8 a Beatriz Sarlo en los días posteriores al debate. "Esto jamás lo dirá en público, pero sí en privado", dijo un colega, que escuchó esas palabras. Tal vez insuficientes (¿no hubiera sido más valioso que el director de la Biblioteca se animara a enriquecer el debate e interceder en defensa de su amiga tras los embates de Aníbal Fernández?), las tibias críticas que se atreve a expresar hoy, aunque aún no se atrevan a plantearse en un debate abierto, parecen reencauzar al soldado de ayer nomás, el que desafortunadamente quiso vetar a Vargas Llosa en su visita a la Argentina.
María Pía López hace una distinción importante, cuando dice que tanto desde afuera como desde adentro del kirchnerismo hay sectores, periodistas e intelectuales interesados en tender puentes y otros que sólo quieren "chicanear" para destruir, pero no para comprender. "Por ejemplo -agrega-, el libro de Beatriz [Sarlo] plantea un debate interesantísimo; ella está interesada en entablar un diálogo del mismo modo que, desde adentro [del oficialismo], lo intenta el libro de Horacio González, Kirchnerismo, una batalla cultural ", explica.
Es cierto que, por ahora, son minoritarios los reclamos de autocrítica y los que propician un debate honesto con los adversarios que no busque siempre ridiculizarlos o vapulearlos. Pero también es cierto que son persistentes. El hecho de que la socióloga de Carta Abierta, que trabaja codo a codo con Horacio González en la Biblioteca Nacional, haya sacudido el avispero, nada menos que en la ceremonia de presentación del nuevo libro de su maestro, no parece un hecho casual. La invitación a Sarlo en 6,7,8 tampoco. Y si bien la incomodidad de muchos intelectuales y simpatizantes del "proyecto" por el modo en que los medios K maltrataron a la ensayista todavía circula en privado, algunos creen que no tardará en ganar estado público y ampliar sus acotados límites de hoy. Muchos de ellos, en sintonía con lo que expresa Feinmann, quieren leer en las modulaciones de la Presidenta un tiempo más propicio para el diálogo que antes, cuando el que dominaba la escena era Néstor.
¿Bocanadas de aire fresco o sólo amagos y voces tímidas? Nadie lo sabe. Sólo los días por venir irán develando quién tiene las mejores cartas en la era cristinista.

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