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miércoles, 21 de septiembre de 2011

Del Mercosur a la Unasur

Un camino propio a la integración regional

Publicado el 21 de Septiembre de 2011

En 2003, se llevó a cabo un intenso giro político a partir de la elección a la presidencia de Brasil de Lula Da Silva, de Néstor Kirchner a la presidencia de la Argentina y de Tabaré Vázquez, en Uruguay, en 2005.
El pasado aniversario de la firma del Tratado de Asunción resulta una excelente oportunidad para realizar un breve análisis de lo actuado en materia de integración.
El primer elemento es que se debe entender al Mercosur no como una estructura estática con intereses preestablecidos sino que, por el contrario, como un “camino”, un proceso dinámico. Esto es, observarlo como una sumatoria de acontecimientos (hechos sociales, momentos históricos) que se suceden dinámicamente de un modo acumulativo (en términos de aprendizaje), a través del tiempo, en un contexto de interacción permanente entre sus miembros, dando lugar a la posibilidad de cambios tanto en su estructura como en sus intereses.
De este modo, el proceso de conformación de lo que luego sería el Mercosur comenzó a partir de una serie de hechos (Declaración de Iguazú, en julio de 1986, y luego, en 1988, el Tratado de Integración, Cooperación y Desarrollo subscripto por los entonces presidentes Alfonsín y Sarney) y circunstancias específicas que generaron un cambio en la percepción, inicialmente, entre la Argentina y Brasil.
Estos acuerdos resultaron ser un punto de inflexión entre ambos países, ya que, por un lado, reflejaron una suerte de resignificación de sus intereses y expectativas mutuas, creando una especie de percepción mutua de estar compartiendo un mismo lugar en el mundo, a partir de problemáticas comunes tales como: deuda externa, problemas de desarrollo, ubicación en el conflicto de la Guerra Fría y capacidad nuclear, entre otras.
La firma del Tratado de Asunción de 1991 se llevó a cabo en un contexto internacional bastante diferente. Aquel momento histórico estuvo caracterizado por un escenario de liberalización del comercio, a partir de elementos tales como el fin de la Guerra Fría, el Consenso de Washington y auge de la Globalización Económica y Financiera. De este modo, las relaciones entre los ahora países miembros del Mercosur cobraron un marcado énfasis económico-comercial, dando lugar a los conocidos programas de liberalización a partir de la creación de una zona de libre comercio, el establecimiento de un Arancel Externo Común y la adopción de una política comercial con relación a terceros Estados. Esta acción contó, a su vez, con el aval de gran parte de los sectores empresarios locales más poderosos que observaron en el tratado una oportunidad para desarrollar negocios complementarios. Por lo tanto, el Mercosur nació con el auspicio de funcionarios, empresas multinacionales y empresarios de los distintos países miembros con una clara perspectiva comercial.
El funcionamiento del bloque regional de ninguna manera podía estar ajeno al contexto interno de sus sociedades, como tampoco con respecto al contexto internacional. En este sentido, las crisis financieras, Brasil (1999) y Argentina (2001), sus consiguientes cambios políticos y económicos, y lo sucedido en el mundo, a partir del nuevo escenario internacional que se vislumbró a comienzos del siglo XXI (atentado del 11 de septiembre de 2001, movimientos sociales antiglobalización y la falta de avances en la Ronda de Doha), generarían una serie de profundos cambios que también tendrían consecuencia en el bloque regional.
De este modo, en 2003, se llevó a cabo en la región un intenso giro político e ideológico producido a partir de la elección a la presidencia de Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva, de Néstor Kirchner a la presidencia de la Argentina y de Tabaré Vázquez en Uruguay, en 2005. El momento cúlmine se dio con el fuerte rechazo al ALCA de los países de la región en la IV Cumbre de las Américas, en 2005. Esto dio lugar a múltiples cambios políticos y económicos que pueden ser resumidos como el abandono del modelo neoliberal. Estas circunstancias generaron un fuerte vuelco en la concepción del Mercosur, generándose un “nuevo” paradigma basado en la idea que un proceso de integración entre países en desarrollo, con economías asimétricas en su tamaño y estructura, no debe limitarse a los aspectos comerciales, sino que debe propender a eliminar esas diferencias y evitar la concentración de los beneficios de la integración en los actores de mayor tamaño. En este sentido, cabe destacar la puesta en marcha de una serie de proyectos como el Fondo de Convergencia Económica (FOCEM), la creación del Grupo de Integración Productiva (GIP), o la creación del Sistema de Pagos en Moneda Local (SML).
A la vez también debe destacarse que a lo largo de este proceso de aprendizaje se ha ido produciendo el fortalecimiento de una serie de valores y principios característicos de este bloque regional, tales como son los principios de: autonomía, democracia, Derechos Humanos, crecimiento con desarrollo, fomento a la producción, intercambio equilibrado, institucionalidad intergubernamental y consenso en la toma de decisiones; cuya existencia se ha ido profundizando y, de algún modo, constituyendo una suerte de patrón identitario regional o una modalidad propia de integración regional.
En conclusión, estamos frente a una serie de elementos constitutivos y distintivos que, a través de este largo proceso de construcción, se han incorporado como bases fundamentales del Mercosur, y que proveen a este bloque regional un creciente nivel de identidad, ya sea respecto a sus modalidades de funcionamiento, sus estructuras y prácticas institucionales, así como sus propios objetivos. Dichos elementos son los que nos permiten ser optimistas a pesar de los desafíos que restan por superar, y los caminos que restan recorrer. <

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