sábado, 17 de septiembre de 2011

Giani: "Asistimos a un momento fundacional"     

Ex concejal del Frente Grande, docente en la Facultad de Filosofía de la UNR y adherente a Carta Abierta, Juan José Giani se explaya en torno a un tema que conoce en profundidad: la «praxis» de los intelectuales argentinos en la coyuntura y su relación, siempre sometida al fuego de ciertas tensiones, con el movimiento político en el seno de la sociedad.
"Siguiendo la tradición de teóricos como Raúl Scalabrini Ortiz y Arturo Jauretche, se debe pensar a la reflexión como parte de un proyecto nacional, de una construcción colectiva", afirma Giani, al tiempo que se muestra convencido de que asistimos a "la reconstrucción de un proyecto político".
En un extenso diálogo con La Capital, el político e intelectual rosarino asegura que la irrupción del kirchnerismo "produjo un momento fundacional de la política argentina".
—¿Cómo irrumpe el fenómeno del kirchnerismo en los ámbitos de debate de la intelectualidad argentina?
—En principio, sería interesante ligar el décimo aniversario del «que se vayan todos» con la emergencia del kirchnerismo como fenómeno político. Creo que uno bien podría decir respecto de aquel momento tan convulsionado, tan cargado de escepticismo que produjo la crisis del 2001, que de alguna manera el kirchnerismo viene en el 2003 a encauzar, a dar una respuesta desde la institucionalidad. Tengo una mirada positiva de cómo derivó esa crisis. En un momento de fuerte anomia del poder político, de gran desconcierto social, aparece una autoridad política fuerte.
—En el marco de una profunda crisis de legitimidad del espectro partidario...
—Sí. Una fuertísima crisis de legitimidad de la partidocracia, que se reconstituye a través de la conducción de un líder de alto perfil. Creo que Néstor Kirchner leyó muy bien eso; la necesidad de una actitud firme, de una reconducción del proceso político a partir de la autoridad presidencial. Esto suponía la autonomía de la política frente al poder de las corporaciones, lo cual fue indudablemente una característica central del kirchnerismo. Frente a una Argentina carcomida por intereses diversos que descuartizaron el Estado, quitándole todo poder de control social, Kirchner reconstruyó la autoridad presidencial y puso de pie a la política, frente a las distintas corporaciones locales y los grandes poderes internacionales como el FMI. Creo que esto produjo un momento fundacional de la política argentina. Vivimos la reconstrucción de un proyecto político.
—¿Qué características tiene ese punto de clivaje en la historia argentina contemporánea?
—Lo interesante que presenta este momento liminar es que constituye una combinación de «novedad», ya que Kirchner, si bien era un gobernador, no estaba en la primera línea, con lo cual hay una reconfiguración del «elenco» político (esto también se ve claro en el caso del diputado nacional Agustín Rossi); pero por otro lado surge, en definitiva, de un partido tradicional. Esto es destacable porque implica la capacidad de interpretar un momento político de parte de un sector de la dirigencia, pero a su vez esa renovación es el resultado de la recomposición de una tradición preexistente. En ese sentido, el caso de Argentina es diferente respecto de experiencias recientes en Latinoamérica, donde esa misma recomposición es más «radical», a partir de la fundación de formaciones políticas nuevas.
—Muy visible en el caso de Venezuela, con Hugo Chávez...
—Sí, y también en Ecuador con Rafael Correa y con Evo Morales en Bolivia. Kirchner hace una lectura interesante porque considera en aquel momento que a esa tradición recompuesta hay que agregarle nuevas identidades políticas, como el caso de la «transversalidad». Esta experiencia institucionalmente no logró un gran desarrollo, pero sin duda el propio kirchnerismo socialmente es un fenómeno transversal. El proceso que hoy lidera Cristina Fernández como figura emergente es una combinación del mejor peronismo, con ciertos sectores oportunistas reciclados del menemismo y un conjunto de sectores (muchos de los cuales no vienen del peronismo) que están acompañando activamente este proceso.
—En ese nuevo entorno socio-político eclosiona una nueva «praxis» intelectual, cuyo emergente más visible es Carta Abierta...
—Sí. El espacio y el lugar que ocupa una gran cantidad de intelectuales y figuras de la cultura, acompañando y a la vez protagonizando el proceso, tiene que ver con esta idea de la fundación de un nuevo proyecto político. Ese momento fundacional requiere ser interpretado, explicado y difundido. Es la forma en que retorna la figura del intelectual comprometido.
—¿En el funcionamiento horizontal de Carta Abierta es posible rastrear resabios del fenómeno asambleario del 2001?
—Hay distintas cuestiones. Por una parte, respecto de ese asambleísmo en el que varios participamos, de crisis pero de resurrección de una forma de participación, teníamos la conciencia de que eso tenía que, de alguna forma, encauzarse. El asambleísmo tenía un sentido «resistente», de disconformidad y búsqueda, pero éramos conscientes de que tenía que encontrar alguna referencia institucional. De alguna forma el kirchnerismo encuentra ese equilibrio, porque se abastece de ese espíritu de resistencia, plasmado por ejemplo en el fenómeno piquetero. El kirchnerismo trató de no ahogar su autonomía, pero a su vez buscó que sus demandas tuvieran una respuesta institucional a través del Estado, más allá de las tensiones que esta política generó en el seno del movimiento. En Carta Abierta hay un cierto eco de eso. En todo caso, lo interesante es que fue una idea absolutamente autónoma. No fue que llamó un ministro y dijo: "Muchachos, júntense, porque se viene la «patria agropecuaria»". Trabajadores de la cultura sentimos que algo había que hacer frente a lo que estaba ocurriendo a partir de la puja por la renta agraria. Había un debate político y económico a propósito de las retenciones móviles, pero existía una evidente ofensiva cultural de la derecha y además una cierta deslegitimación cultural del kirchnerismo desde ese sector: aquello de que supuestamente sólo lo defendían quienes tenían algún interés sectorial (léase los «morochos» con planes sociales). En ese contexto surge Carta Abierta.

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