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sábado, 8 de octubre de 2011

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Aniversario

Dos mitades desiguales de una misma biografía

Publicado el 8 de Octubre de 2011

En Lobos, el 8 de octubre de 1895, nacía Juan Domingo Perón. Pero entre 4 de junio de 1943 y el 17 de octubre de 1945 nacía el peronismo.

La biografía política del general Perón puede dividirse en mitades desiguales. La primera arranca el 8 de octubre de 1895 y culmina el 4 de junio de 1943, con el golpe de Estado encabezado por el GOU; y la segunda, se inicia el 17 de octubre de 1945 para concluir el 1 de julio de 1974, con su muerte. En el intermezzo se constituye el peronismo; entonces, Perón abandona la crisálida militar para transformarse en político profesional. El segundo tramo goza de mayor visibilidad, y el propio general “editó” el primero, donde desconoció su bagaje de oficial liberal, y “olvidó” haber sido un seguidor del general Agustín P. Justo, para ser exclusivamente heredero de la tradición democrática nacional.
Volvamos al inició. Perón nace en Lobos (o en un campo próximo) como hijo del matrimonio indocumentado entre Mario Perón y Juana Sosa. Suele atribuirse a la madre un origen humildísimo; sin embargo, la novela oral de la oligarquía porteña admite que Juana estaría emparentada con los Del Carril. Situación que Bonifacio del Carril, fundador de la editorial Emecé, y el propio coronel habrían conocido. Si así fuera, Perón terminaría siendo descendiente de dos familias bien; su padre era hijo del doctor Tomás Perón, y su abuela paterna mantuvo estrecha relación con el entonces presidente Figueroa Alcorta. De lo contrario su ingreso al Colegio Militar hubiera sido imposible (Alcorta firma la solicitud) por su irregular situación de origen, dado que sus padres recién se casan en 1901. En 1913 Perón se graduó como subteniente del arma de infantería.
Dos episodios merecen ponerse en foco: el golpe del ’30 y el viaje a la Italia de Benito Mussolini. Perón siempre se dio un lugar subalterno el 6 de septiembre. En un reportaje publicado fragmentariamente en la revista Panorama, y que Tomás Eloy Martínez republicara como Las memorias del General, sostiene: “Yo fui uno más, entre los muchos que se comprometieron. Lo hice sobre todo por espíritu de cuerpo.”
El programa de acción revolucionaria preparado por el entonces teniente coronel José Sarobe (aprobado por el general José Félix Uriburu), llevaba cuatro firmas, una, la del capitán Perón. No deja de sorprender que un hombre de tan baja graduación intervenga en tan decisivo texto. El misterio se devela siguiendo el cursus honorum del prometedor capitán. Antes del golpe Perón ya era oficial ayudante del teniente coronel Bartolomé Descalzo, quien junto con el teniente coronel José Sarobe, fueron decisivos en la preparación del 6 de septiembre. Ambos, Sarobe y Descalzo, eran oficiales próximos al general Justo, y Perón fue designado, el 7 de septiembre, secretario privado del ministro de Guerra, general Francisco Medina. Todavía no había asumido Uriburu y Perón ya estaba designado. No bien Justo gana las “elecciones” de fines del 31, nombra ministro de Guerra al general Manuel A. Rodríguez, y el recientemente ascendido mayor Perón se transforma en su mano derecha. Rodríguez, el oficial que manejó la interna del Ejército, se mantuvo en el cargo hasta comienzos del año 1936; con posterioridad, Perón asume como profesor de Historia Militar en la Escuela Superior de Guerra, agregado militar en Chile, y durante 1937 viaja a la Italia de Mussolini. El cuadro de inteligencia que el gobierno envía para evaluar el fascismo, no es otro que Perón. Dicho con sencillez, se trata de un brillante oficial que integra la antesala del poder, y que ha sido destinado a los primeros puestos del escalafón. En medio de la crisis, que la II Guerra Mundial intenta resolver, Perón no se vuelca a posiciones pronorteamericanas, como el general Justo, sino acompaña la evolución del cuadro de oficiales. Entonces, el coronel Perón alcanza definitiva existencia pública tras el golpe del ’43. Claro que el mundo de la preguerra había sido asesinado. Y el coronel expresará la nueva relación de fuerzas del orden fundado en Yalta y Potsdam.

LA SEGUNDA MITAD. Con la victoria electoral de febrero de 1946, tras el casamiento con Evita, Perón termina de acomodar los instrumentos del welfare state en la Argentina. No se trata sólo de sensibilidad social, sino de un nuevo modelo productivo. El consumo interno sostenía la actividad económica, y por tanto la demanda solvente de los sectores populares no podía ignorarse. La discusión entre los partidos tradicionales y el general no pasaba por “qué hacer” (el Plan Pinedo) sino “cómo hacer”. Y el cómo (la “demagogia peronista”) les resultaba insoportable, porque reconocía el derecho de los trabajadores en cuanto ciudadanos.
Cuando se acaban los excedentes generados por la guerra, y el gobierno intenta un acuerdo con la Standard Oil of California, la intransigencia opositora alcanza su punto de fricción. El golpe de septiembre del ’55 liquida el debate, que el gobierno de Arturo Frondizi resolverá siguiendo, en materia de petróleo, una política que puede filiarse en dirección a Perón (contratos petroleros con compañías extranjeras).
La proscripción del peronismo se vuelve moneda corriente, y cuando las dos mitades del radicalismo son electoralmente derrotadas por el general, sólo resta el gobierno militar directo; el fracaso del general Juan Carlos Onganía, a manos de los trabajadores cordobeses en 1969, plantea el regreso del General a la patria. El mundo construido por la Revolución Libertadora había entrado en crisis irreversible.
Aun así, Perón sigue siendo ilegal, y Héctor J. Cámpora asume vicariamente tras la victoria del 11 de marzo. Ese peronismo agrupaba casi todo el arco dinámico de la política argentina. El enfrentamiento entre el ala sindical conservadora, que no tiene mayor papel en el retorno de Perón, y la tendencia revolucionaria estaba en la naturaleza de las cosas. El General intenta recobrar el control de su movimiento, apoyándose en las 62 organizaciones. El 1 de mayo el conflicto alcanza un punto sin retorno, y la mitad de la plaza (bajo conducción montonera) se retira. Era el comienzo del fin, con ella se van los militantes del tercer peronismo, y el ascenso del segundo, la vieja guardia sindical, derrapa con la muerte del general el 1 de julio de 1974 en el cuarto peronismo. El proyecto de un país capitalista relativamente autónomo, capaz de definir su propio interés, dejó de formar parte del programa de las clases dominantes. Y recién la crisis de 2001, al demostrar la inviabilidad de ese destino siniestro, impuso una nueva agenda. En ese debate todavía estamos. <

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