ERAN LAS DOCE Y
MEDIA DE LA MADRUGADA DEL VIERNES cuando, junto a mi equipo, llegamos a la
planta de clasificación de residuos sólidos urbanos que está pegada al relleno
sanitario. Habíamos sido invitados a conocer el lugar donde trabajan un
centenar de santafesinos nucleados en la Asociación Dignidad y Vida Sana.
Queríamos observar, en terreno, de qué manera se procesa lo que nosotros dejamos
en nuestras bolsas de “desechos secos” todos los lunes y jueves a la
noche.
Según el relato de alguno
de los muchachos que nos recibieron muy amablemente, la planta recibe, en
promedio, catorce camiones de residuos inorgánicos (no es el 100% porque lo que
se recoge en algunas zonas van directamente al relleno) que llegan después de la
medianoche y se vuelcan en una fosa profunda que tiene capacidad para recibir
casi 8 camionadas.
Estando en el lugar,
pudimos observar que esa fosa ya estaba llena. El problema es que hace tres
meses que la máquina que utilizan para el proceso de manipulación y depósito
previo al inicio de la clasificación estaba sin funcionar. El “pulpo”, como
ellos lo llaman, está en esa situación irregular desde hace tres meses y su mal
funcionamiento dificulta gravemente el normal funcionamiento del trabajo diario
de la gente que se gana la vida en ese lugar.
Para darse una idea: en dos días de normal funcionamiento del pulpo, se
reciclan 14 camiones de residuos. Hoy, gracias a que el aparato sigue sin
funcionar, esa cantidad baja a 5 camiones. Los otros 9 van a parar directamente
a la montaña. Esto, no solo perjudica las condiciones de trabajo de los
recicladores, sino que se convierte en una pesada pérdida económica para ellos,
porque dejan de recuperar y, por ende, comercializar el material. Además, y para
agravar el cuadro de situación, el municipio pierde dinero de todos los
contribuyentes, ya que el Estado paga por tonelada de basura que va al relleno,
y si no hay reciclado previo (como debería en condiciones normales) esa cantidad
aumenta y en consecuencia los recursos que se deben poner para gestionar ese
servicio.
Los carreros santafesinos que integran la Mesa de Diálogo que busca
aportar soluciones a la exclusión social en que viven y a la erradicación de los
caballos de las calles de nuestra ciudad, desde hace algunas reuniones vienen
defendiendo el término con el que ellos quieren ser llamados: “servidores
públicos”. Por eso, mientras veía a una decena de personas recibir y acomodar
los residuos que se descargaban entrada la media noche, pensaba en que tienen
razón. Nunca más apropiado esta calificación para aquellas personas que cumplen
con una función social esencial para la ciudad, y, que en muchos casos, nosotros
no tenemos ni la más mínima idea de lo implica en la práctica. Esos
trabajadores, aún en la informalidad, son los que permiten que el Municipio
ahorre no menos de $12 millones al año, gracias al trabajo de recolección y
clasificación que realizan.
Ver para entender. Mientras la ciudad duerme, un centenar de personas
trabaja para lograr que Santa Fe sea una ciudad sustentable. Se hacen cargo, con
una dedicación encomiable, de recibir y clasificar los desperdicios que nosotros
producimos para poder recuperar y comercializarlos. Como dije en mi comentario
de Facebook, la dignidad del trabajo en su máxima expresión.
Haber asistido a ese lugar, refuerza el compromiso que tengo para
participar, aportar ideas y tratar de que todos juntos podamos solucionar un
problema social que representa una deuda con miles de santafesinos que se
esfuerzan, cada día, para llevar el pan a sus hogares.
No hay comentarios:
Publicar un comentario