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domingo, 16 de septiembre de 2012

el colmo de los colmo de argentinos militaristas

Símbolos nazis y la insignia de las Madres en la marcha de las cacerolas

Los pañuelos de las Madres de la Plaza no se manchan con el odio

Una mujer perpetró el jueves una burla contra el emblema de la resistencia pacífica contra la dictadura, pero no fue repudiada. La desmesura de los caceroleros y la discusión modélica de por qué y para quiénes se gobierna.

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La marcha del jueves 13 no puede reducirse sólo a la expresión del odio visceral que las políticas impulsadas desde 2003 por el kirchnerismo despiertan en los más bajos instintos de un sector de la sociedad. Fueron múltiples los factores que impulsaron a miles de "vecinos" a salir a las calles a gritar contra un gobierno por el que no se sienten representados. La lista de consignas fue tan amplia como difusa, como bien explica Roberto Caballero en su análisis.
Pero de una observación más detallada de esa comunión de conceptos voceados en la manifestación emerge un alarmante desprecio por las instituciones por ese coro enojado y ciertamente destituyente que se desplegó en mayor medida en la zona norte de la ciudad y en algunos centros urbanos del interior del país. Una movilización presentada por la prensa tradicional como un acontecimiento espontáneo; cobertura, además, en la que se destacó la organización tejida en las redes sociales como mera virtud de "los indignados" argentinos, obviando la eficacia de los dispositivos comunicacionales hegemónicos que, si cuentan con la capacidad de definir gustos y deseos de consumo de millones de ciudadanos, por qué no dispondrían de un potencial para construir estados de ánimos, incluido, por supuesto, el malhumor social. Es paradojal cómo los propios comunicadores denostan a la militancia K en las redes sociales como usinas de manipulación política, mientras destacan la espontaneidad organizativa en ese mismo soporte cuando quienes se convocan o autoconvocan son militantes del antikirchnerismo.
Un párrafo aparte merece la cobertura de la manifestación que realizó la tevé opositora. En su columna de ayer en este diario, el docente de la UBA Gabriel Chamorro lo define con precisión: "La percepción por la cual los medios de comunicación concentrados no les dieron micrófono a los protagonistas en la movilización obedece a una razón: no deseaban poner en evidencia la desmesura de sus manifestantes." Pero esa desmesura supo ser registrada por las cámaras de la Televisión Pública y por las de Duro de domar. Por caso, en el programa 6, 7, 8 se puso luz sobre una imagen que evidenció, quizá, uno de los actos de mayor violencia simbólica en estas casi tres décadas de democracia: el ataque irracional, la burla celebrada, la ofensa contra el pañuelo blanco de las Madres y las Abuelas de Plaza de Mayo, un símbolo indiscutido de la lucha y la resistencia pacífica que enfrentó casi en soledad a la dictadura cívico-militar en la Argentina. Un ejemplo admirado en el mundo y mancillado en el Barrio Norte porteño o en La Plata. La banalización del terrorismo de Estado y de sus consecuencias, la indiferencia cómplice durante aquellos años, el silencio posterior y la flamante descalificación a lo que significa un símbolo como es aquel pañal de niño convertido en pañuelo y bandera hace más de 35 años, es un reflejo del odio irracional y vigente. La desnaturalización de lo que significó el terrorismo de Estado instaurado por los militares y sus cómplices civiles –la profanación de la memoria social sobre lo que fue el genocidio, el secuestro, la tortura, la desaparición, el extermino de 30 mil personas, sus consecuencias políticas, económicas y culturales– se expresó también la noche del jueves. Una radiografía del odio permite comprender un poco más qué es lo que se juega en la tensión política de estos días. La imagen de esa mujer sonriente y celebrada por un entorno tan sonriente como ella ante la "humorada" de esa mujer que se sumó con espontaneidad a la concentración, en este caso en la ciudad de La Plata, y que previo a su derecho a manifestar sus ideas en libertad como los miles que lo hicieron esa noche, se tomó el tiempo de ensuciar un pañuelo blanco con la siguiente frase: "Aparición con vida del sistema republicano, se lo vio por última vez en la Argentina el 25 de mayo de 2003." Provoca escalofrío ver la utilización de una consigna tan dolorosa y valiente para la historia del país como burla. El sistema republicano fue arrasado el 24 de marzo de 1976, bien lo saben los "vecinos" platenses, porque allí, de sus calles fueron arrancados los pibes de La Noche de los Lápices –de la que hoy se cumplen 36 años–, los hijos de Hebe, la hija de Estela, de Chicha, de tantos; ciudad de la que falta Julio López,, ciudad en la que están siendo juzgados los asesinos del Circuito Camps; ciudad en la que en la últimas semanas volvieron a aparecer amenazas de los fanáticos del genocidio.
Por supuesto que la sola imagen de una mujer destemplada no resume en sí misma la manifestación de miles, pero el silencio cómplice de los organizadores "espontáneos" de las redes sociales, la exhibición acrítica de las fotos de la mujer en un blog expuesto en la web de TN, la falta de repudio de los dirigentes políticos, sindicales y sociales ante esta provocación es tan alarmante como su representación.
Mal que les pese a muchos de los caceroleros que desfilaron el jueves, el sistema republicano fue refrendado en las urnas varias veces de 2003 a la fecha, las instituciones democráticas funcionan; por caso, muchos de los que marcharon el otro día festejaron el voto "no positivo" de Julio Cobos cuando frenó la 125 en medio de la crisis campera, para felicidad de ruralistas y afines. El sistema republicano existe desde que en los últimos años desde el Congreso se ampliaron derechos, como el matrimonio igualitario o la identidad de género.
Lo que está en discusión no es el sistema republicano, sino para qué y para quién se gobierna. Cómo se distribuye la torta. En 1994, auge del neoliberalismo en el país, cuando los trabajadores eran catapultados del sistema, cuando se destruyó la producción y se condenó a la pobreza y a la indigencia a millones de compatriotas, se reformó la Constitución y no fueron precisamente esos sectores tan indignados en la actualidad los que salieron a la calle a protestar en defensa del sistema republicano, o contra el saqueo, el desguace del Estado y la humillación de millones. En los ’90, la indiferencia ganó las calles, salvo honradas excepciones; se arrasó la dignidad del trabajo, con las consecuencias sociales posteriores que todo aquello tuvo; y el silencio en los ’90 también fue complicidad. Fue violencia.
Entonces, hoy, la discusión no es republicanismo sí o no: la discusión es modélica. Es por la conservación de privilegios. Es un oxímoron decir libremente –como debe ser– desde los medios y en las calles que no hay libertad. Y en esa desmesura hacen públicas sus fantasías golpistas, su anhelo por la supresión del otro –que es si no el deseo de muerte contra la presidenta–, la insólita banalización del uso de la simbología nazi en una marcha en la calles porteñas: las esvásticas con la consigna Cristina 2015, un signo del horror magnificado en el exterminio de millones. Un carnaval de odio que tiene antecedentes en la historia argentina: hoy también se cumple un aniversario del golpe de Estado de la Fusiladora contra Perón en 1955. Encrucijadas de la historia.
Hace una semana, la Asociación Madres de Plaza de Mayo realizó en La Plata el 11° Congreso de Salud Mental, bajo la consigna "El silencio no es salud". La indiferencia de un sector de la dirigencia ante las expresiones de odio y violencia que hubo en la masiva marcha del jueves parece darle, una vez más, la razón a las Madres. «
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