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sábado, 10 de noviembre de 2012

alaniz :la mirada sobre el 8n desde la mesa del bar

Rechazo a las políticas del gobierno
Una feliz experiencia
Una feliz experiencia
Buenos Aires fue el epicentro de una protesta que tuvo más de cien focos en todo el país.
foto: agencia efe
Rogelio Alaniz
Contradiciendo el ambiguo y vidrioso sentido común que sostiene que un periodista debe ser objetivo y no comprometerse con los acontecimientos políticos que ocurren a su alrededor, el jueves a la tarde decidí ir a Plaza de Mayo. No sé si lo hice como ciudadano o como periodista o como las dos cosas, pero lo cierto es que una hora antes de la cita estaba sentado a la mesa de uno de los bares que dan frente a la plaza decidido a observar y observarme.
Era una tarde apacible y calurosa, pero no tanto como para influir sobre la decisión de la gente. Experimentado desde mi tierna juventud en manifestaciones, marchas y actos relámpagos, confieso que al principio tuve mis dudas sobre el éxito de la convocatoria. Nadie organiza, nadie convoca, nadie usa de la palabra... esto va a ser un fracaso, me dije a mí mismo.
Hombre de poca fe. A las ocho en punto comenzaron a hablar las cacerolas y media hora más tarde la plaza estaba ocupada por una multitud entusiasta, alegre, respetuosa, pero decidida a dar a conocer su opinión púbica, es decir su opinión sobre lo que está pasando en el país y, muy en particular en el centro del poder político.
Conozco el paño y debo confesarlo sin un toque de exageración: en mi vida vi una concentración espontánea tan numerosa. Nadie llegó en colectivos, a nadie lo arrearon con la promesa de un choripán o un vaso de vino. No hubo barrabravas ni patotas ni murgas disfrazadas. Fue algo diferente, fue una concentración de vecinos al viejo estilo republicano o en sintonía con aquellas míticas experiencias de los cantones suizos. Hay que decirlo con orgullo: anoche en la Plaza de Mayo se dio cita una franja importante de la opinión pública santafesina. Gente que no acostumbra a salir, gente que suele ser acusada de individualista o egoísta, anoche se manifestó de manera solidaria y generosa.
Un dato merece tenerse en cuenta: la ausencia de liderazgos, de organización y de caudillos. Nadie habló, nadie hizo promesas, entre otras cosas porque no hacían falta, porque todos sabían lo que querían. Como me dijo un amigo: todo está descentrado: cantan el Himno Nacional, allá, gritan “Argentina” acá, bailan en un costado. Una suerte de ínsula anarquista improvisada por vecinos democráticos hartos de soportar tantos abusos. ¿Qué querían? Una Argentina decente, una Argentina previsible, pluralista y tolerante, una Argentina donde se respeten las leyes y se respete a la gente, una Argentina donde el poder de turno no agravie a quien piense distinto; en definitiva, una Argentina para todos y no para una facción. Otro dato merece destacarse: la presencia mayoritaria de mujeres, mujeres de diferentes condiciones sociales, como si la noble causa del género saliera a la calle a poner límites a quien en nombre del género ha cometido todo tipo de abusos.
Puede que vuelo de pájaro y desde un punto de vista clasista lo que se ha convocado en la plaza haya sido la clase media. Enhorabuena. Se sabe que para el folklore populista la clase media es algo así como al encarnación del mal, la representación del cipayaje o los vendepatrias. Como se dice en estos casos, no comparto. La Argentina es diferente al resto de América latina, es más justa y más libre gracias a su gran clase media y al valioso e impagable aporte migratorio europeo. Es esa clase media el rasgo social que la distingue como nación, que la democratiza socialmente, que hace realidad la aspiración de movilidad social, que encarna los valores de la cultura del trabajo y la cultura de la inteligencia.
Otro rasgo distintivo: la presencia de familias y la ausencia de violencia. Padres con sus hijos, abuelos con sus nietos. Buena onda. Nadie encapuchado, nadie con palos, nadie amenazando a nadie. Carteles con consignas claras. Ninguna referencia al golpe de Estado ni al retorno de los militares. Consignas con reclamos justos que firmaría con los ojos cerrados. Consignas que la inmensa mayoría de los argentinos compartimos, incluidos muchos que dicen estar representados por la señora.
El acto concluyó alrededor de las diez y media de la noche. A las once la plaza estaba vacía. Alrededor de la media noche empecé a caminar por calle San Martín en dirección al norte. Cansado y feliz. Satisfecho con mi ciudad y su gente.
/// análisis
Unos saben lo que quieren, otros lo que rechazan
José Curiotto
Lo de anoche fue, literalmente, una marea humana. Desde lo alto, se observaba una masa homogénea de manifestantes. Las imágenes aéreas de la Av. 9 de Julio en Capital Federal -y de otros puntos del país- reflejaron de manera incontrastable lo que estaba sucediendo. Eran muchos, llegaban desde distintos lugares, lo hacían respetuosa y pacíficamente. Es verdad que había mucha clase media, pero circunscribir lo ocurrido exclusivamente a este sector social sería recortar la realidad de manera caprichosa y falaz.
Sin embargo, cuando el punto de vista del observador comenzaba a descender, acercándose hasta confundirse con los participantes de la movilización, la percepción de homogeneidad empezaba a tambalear. Allí, al nivel del suelo y en medio de esa marea humana, resultaba evidente que los motivos de los reclamos eran mucho más heterogéneos de lo que parecía desde lo alto: la inseguridad, los cortes de luz en Buenos Aires, el cepo al dólar, los sueños re-reeleccionarios, la fragata Libertad, Boudou y la corrupción protegida desde el poder, la soberbia, el relato mentiroso, la inflación, las clases magistrales transmitidas por cadena nacional. Y la lista continuaba.
Pensando en el futuro del país, este fenómeno de fragmentación no resulta un tema menor. Es que, mientras el kirchnerismo duro sabe lo que quiere y tiene perfectamente planificado cómo alcanzar sus objetivos, da la sensación de que el resto de los argentinos apenas sabe qué es lo que no quiere.
Están cansados, agobiados, enojados y, en algunos casos, desencantados. La pregunta clave es si con esto alcanza como para torcer la realidad.
Mientras sólo estén unidos por aquello que rechazan, seguramente resultará un movimiento inconsistente. Seguirán siendo una marea humana, pero sin rumbo definido. No es lo mismo un colectivo social o político, que la suma de individualidades o de reclamos sectoriales.
Resulta imperioso en la Argentina el surgimiento de dirigentes capaces de ejercer liderazgos, de generar propuestas confiables, de aglutinar voluntades y de brindar esperanzas frente a tanto malestar y escepticismo. Por ahora, y a pesar del 8N, ésta sigue siendo una deuda pendiente.
De todos modos, lo de anoche resultó positivo por distintos motivos. Entre ellos, porque fue una muestra de ejercicio democrático, porque representó un límite simbólico para un gobierno demasiado propenso a la autocracia, porque demostró que “la calle” no pertenece a un sector político y porque dejó en claro que el relato jamás podrá estar por encima de la realidad.
Email: jcuriotto@ellitoral.com Twitter: @josecuriotto


/// análisis
Santa Fe no fue la excepción
José Zenclussen
Como ocurrió en el Obelisco y en otros puntos del país, miles de santafesinos se congregaron ayer en la Plaza 25 de Mayo, en reclamo por las políticas del gobierno nacional. La masiva convocatoria fue claramente superior a la realizada el pasado 13 de septiembre. Pero los reclamos siguen siendo similares a la primera concentración: no a la reforma constitucional, mayor seguridad, Justicia independiente, libertad y por una política económica que permita bajar los actuales niveles de inflación.
Las banderas argentinas, los carteles y las pancartas fueron el sello distintivo de una movilización que transcurrió con total normalidad y en paz. Sería nuevamente un error del Ejecutivo minimizar la movilización como una simple marcha opositora, calificándola como destituyente y propia de sectores reaccionarios. Pero también la oposición debe tomar nota de esta manifestación. Ayer mucha gente les pedía a los dirigentes opositores un gesto de unidad, humildad y convicción.
Santa Fe no fue la excepción. La Plaza 25 de Mayo fue el punto de encuentro de muchos santafesinos que buscan vivir en paz, libertad y justicia. En un país donde pensar distinto no sea motivo de descalificaciones y agravios

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