Resistentes
Existen tipos admirables que no están dispuestos a claudicar frente a
la adversidad
MANUEL VICENT
Ser un resistente, he aquí la última forma romántica de vivir. Año 1942.
Estación de ferrocarril en un pueblo de Francia, un individuo en un paso a nivel
está apoyado en una bicicleta con un cigarrillo en los labios, pasa el tren con
un silbido desolado, el individuo realiza con el brazo una contraseña y poco
después en un puente cercano suena la explosión. El convoy ha saltado por los
aires. Llevaba armas para el ejército nazi. El individuo monta en la bicicleta y
se aleja canturreando la canción de los partisanos Oh, bella, ciao. Misión
cumplida. La Resistencia Francesa estaba envuelta en un aura muy literaria.
Había una guerra. Había un invasor. Eran tipos duros que se jugaban el pellejo.
La literatura con que fueron adornados por la historia se ha extinguido, pero en
cualquier tiempo, en cualquier lugar, los resistentes permanecen siempre con la
misma actitud heroica frente a cualquier otra invasión que trate de doblegarlos.
Aunque nadie los conozca por sus nombres, hay que considerarlos como los nuevos
partisanos imbatibles. El invasor está ahora en todas partes; el convoy que
lleva armas al enemigo pasa todos los días por delante de nuestra puerta bajo
diversas formas: se trata, tal vez, de la crispación agresiva de la derecha
cerril o de la izquierda corrupta y sin ideales, del fanatismo religioso que se
ha apoderado de la calle, de los vestigios de la caverna y de la España negra,
de la basura que emite la televisión, del cacareo gallináceo de algunas
tertulias, de los rebuznos digitales que asolan el espacio. En el fondo es un
solo enemigo que ataca desde flancos distintos, el mismo que, a veces, se alía
con alguna caída personal, con la angustia de vivir sin aceptarse. Existen tipos
admirables que no están dispuestos a claudicar frente a la adversidad. Ningún
político conseguirá que se traguen una rueda de molino, ningún obispo les
obligará a arrodillarse, ningún vendedor de peines intelectual les hará perder
el tiempo y si la vida se les tuerce con una mala racha, con la crisis, la
depresión y el paro, tratarán de soportar la dificultad sin romperse nunca por
dentro. Son los últimos románticos de la resistencia que, desde la
clandestinidad, se enfrentan cada día a la miseria moral que intenta anularlos.
Oh, bella, ciao.
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