domingo, 15 de diciembre de 2013

Las milicias parapoliciales avanzan sobre las favelas

Alarma en Río

Las milicias parapoliciales avanzan sobre las favelas

Casi la mitad de los asentamientos de la ciudad están controlados por esos grupos armados
Por   | LA NACIOn
RÍO DE JANEIRO.- "Los ricos quieren la paz para continuar ricos. Nosotros queremos la paz para continuar vivos", se lee en un grafiti de la favela de Santa Marta, la primera que fue "pacificada", hace cinco años, en un proceso que trajo nuevas esperanzas de vida a las empobrecidas comunidades de Río de Janeiro antes controladas por bandas de narcotraficantes, pero que hoy se ve opacado por otro fenómeno: el avance de las milicias.
De las 1001 favelas que hay en el área metropolitana de Río, 454 están bajo el dominio de estos grupos formados por ex policías, ex militares, ex agentes penitenciarios y ex bomberos que tienen acceso a armas.
Con la supuesta excusa de proteger a sus habitantes del narcotráfico, esos grupos establecieron allí un orden autoritario propio, de tipo mafioso, que cobra por seguridad y todo tipo de servicios (televisión por cable, gas, transporte, etc.).
Son datos alarmantes que se desprenden de una reciente investigación realizada por el Instituto de Estudios Sociales y Políticos (IESP) de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, que estima que unos 420.000 cariocas viven hoy en estos territorios.
"Las milicias dominan el escenario frente a las 370 favelas que están aún bajo el control del narcotráfico, donde viven unas 600.000 personas, y las 177 comunidades que están administradas por Unidades de Policía Pacificadora (UPP), donde hay unas 300.000 personas", explicó a la nacion la socióloga Alba Zaluar, del IESP.

PODER Y POLÍTICA

A diferencia de las favelas donde opera el narcotráfico, muchas de las cuales fueron reconquistadas por el proceso de "pacificación", iniciado en Santa Marta el 19 de diciembre de 2008, las comunidades donde actúan las milicias son más pequeñas, pero su poder paralelo se instaló de manera eficiente gracias a vínculos con políticos locales.
"Y con la expulsión de muchos policías corruptos, estos grupos paramilitares se fueron fortaleciendo, aunque es un fenómeno que comenzó a desarrollarse ya antes de la década del '90", apuntó Zaluar.
En la Secretaría de Seguridad Pública, a cargo de José Mariano Beltrame, el arquitecto del proceso de "pacificación", resaltaron que no hay registros de la existencia de milicias en favelas que tienen UPPs.
De esa forma se le llama a las comisarías comunitarias manejadas por jóvenes agentes que buscan llevar la seguridad del Estado a los barrios antes controlados por bandas de narcotraficantes, en esta ciudad que el próximo año será escenario de varios partidos del Mundial de Fútbol y que en 2016 será sede de los Juegos Olímpicos.
En la Secretaría prefirieron destacar los avances logrados por esta nueva política de seguridad que, tras una ocupación ostensible, supone una presencia policial constante y el tejido de relaciones estrechas con la comunidad. No como sucedía hace algunos años, cuando la Policía Militar ingresaba en las favelas sólo para operativos contra los narcotraficantes y se iba.
"Los avances fueron extraordinarios. En términos de seguridad pública, cinco años es un plazo muy corto, pero incluso así hubo resultados positivos muy importantes, y la sensación de seguridad logró cambiar la cara a Río de Janeiro", afirmó a este diario el coronel de la Policía Militar Frederico Caldas, coordinador general de las UPPs.
Hoy, el programa de las UPPs se extendió a 36 unidades con 9000 agentes que atienden a 177 favelas, desde las gigantescas Rocinha y Cidade de Deus hasta las pequeñas Guarapes y Babilonia, y la idea es que haya 40 UPPs para el año próximo.
Según datos del Instituto de Seguridad Pública, la tasa de homicidios en toda la ciudad cayó de 33,2 por cada 100.000 habitantes en 2008 a 18, y en las comunidades pacificadas es incluso menor, de 8,7.
Los negocios prosperaron allí donde hay seguridad: ahora en estas favelas hay bancos, correos, agencias de viajes, cibercafés, restaurantes de sushi y hasta sex shops. Unas tienen nuevas viviendas, otras orquestas infantiles, complejos deportivos y algunas han atraído hoteles e inversores extranjeros como parte de la especulación inmobiliaria. En el antes impenetrable Complexo do Alemão y en Providencia -la primera favela de Río- se montaron populares sistemas de transporte por teleférico que se volvieron atracciones turísticas en sí mismos.
"La seguridad que hay ahora nos permite vivir con tranquilidad, no temer morir cualquier día por una bala perdida, o que los delincuentes metan a nuestros hijos en el narcotráfico", comentó a la nacion el peluquero Edesio Souza, de 59 años, que vive en Santa Marta, a los pies del morro Corcovado y con una vista privilegiada de la estatua del Cristo Redentor.
"Pero esto sigue siendo una favela", aclaró señalando el maloliente riacho que descendía de la ladera, por entre las humildes casas, donde el agua de lluvia se mezclaba con el desagüe cloacal.
Y la principal crítica que tienen los habitantes de las comunidades pacificadas es justamente la lentitud con que muchos servicios públicos -agua, electricidad, viviendas, saneamiento, pavimentación, salud, educación, y proyectos sociales en general- están llegando.

No hay comentarios:

Publicar un comentario