lunes, 30 de julio de 2012

alfonsin no tiene en cuenta la ambicion del comisario barletta

UN DESAYUNO CON RICARDO ALFONSIN

“Mi padre siempre quiso unir al radicalismo con el socialismo”

 
Por Fernando Cibeira
Hubo un tiempo, años atrás, en el que era común encontrarse con Ricardo Alfonsín en algún bar de Barrio Norte leyendo y marcando con resaltador algún libro. Luego, pasó lo que pasó. Su padre, el ex presidente, falleció y él se convirtió a velocidad de relámpago en un dirigente político con proyección nacional. Entonces no tuvo más tiempo ni tranquilidad para seguir con el hábito. Alfonsín asegura que, aunque menos, sigue leyendo libros principalmente de política económica, pero en el estudio que heredó de su padre, sobre avenida Santa Fe. Al lado del edificio, en una galería, hay un café al que suele ir para un almuerzo rápido. Esta vez un desayuno previo a un par de actividades en el Gran Buenos Aires. Medido para hablar de sus correligionarios –“es que al partido hay que cuidarlo”, explica–, es crítico con el oficialismo, sobre todo con sus últimos movimientos. Audaz, sostiene que el aumento de tarifas energéticas en la provincia de Buenos Aires que luego derivó en una quita de subsidios estuvo acordado entre el gobernador Daniel Scioli y la Casa Rosada. “¿Scioli se va a animar a hacer eso? Fue un acuerdo para que el Gobierno reduzca subsidios y el costo lo pague la provincia”, asegura.
Enfático por momentos, en otros habla en un murmullo que se hace difícil traducir. Alfonsín es de los que piensan que el Fondo de Sustentabilidad de la Anses está mal utilizado en un plan para viviendas como el que puso en marcha el Gobierno. “Ese plan se podría haber hecho con el sector financiero subsidiando la tasa. La Anses tiene que atender las demandas que hacen los jubilados, que no tienen mucho tiempo para esperar. Y que no nos vengan a correr por izquierda, porque fueron ellos los que privatizaron las jubilaciones”, afirma. El “ellos”, claro, engloba a los peronistas, como si diera lo mismo aquellos que éstos, aunque se presenten como la antítesis. De lo que dijo el viceministro Axel Kicillof en el sorteo, responde: “Kicillof es un funcionario que aprendió rápido eso de descalificar a los que opinan distinto, hay que ser serios”.
Alfonsín hace lo posible por dejar el café. Le gusta, pero le hace mal. Así que pide un cortado chico y después un té con un chorrito de leche fría, más benigno para el estómago irritable. Lo prueba y ya está listo para hablar de política electoral. Tal vez teniendo en cuenta el resultado de su anterior experimento, cuando intentó sumar los votos del peronismo opositor con las candidaturas a vicepresidente de Javier González Fraga y a gobernador de Francisco de Narváez, ahora todo lo que dice lo supedita a lo que decida “el partido”, entidad sacrosanta. Pero está claro que desearía presentarse como candidato para renovar su banca de diputado en 2013. También, que le gustaría una alianza con el Frente Amplio Progresista de Hermes Binner. “Mi posición es la misma que tenía Alfonsín (y ahora habla de su padre) desde el ’83. El siempre quiso unir al radicalismo y el socialismo y no lo consiguió. Pero hay que ver lo que piensan en el FAP, porque ahí hay otros partidos”, aclara. Con todo, recuerda que la próxima es una elección legislativa y que no es indispensable una alianza “amplia”. En 2015, en cambio, sí.
Por el contrario, no imagina al radicalismo acercándose al PRO, como se ilusionan algunos macristas. “En el partido nunca se habló. Puede ser que algún dirigente, o un pequeño grupo, lo haya dicho. Pero eso no es el partido. Además, en cuanto el PRO deje de ser una alternativa de gobierno, estoy seguro de que nadie más lo plantea”, imagina.
Alfonsín llegó al encuentro junto a su vocero y un colaborador, todos de riguroso traje y corbata listos para encuentros más formales. Aunque cada tanto se queja de la fresca mañana –“hoy me parece que no prendieron la calefacción”, dice–, pide un agua sin gas “bien fría”. Alfonsín vive en Santa Fe y Suipacha, pero a diario se traslada hasta el estudio que era de su padre y ahora ocupa. En la entrada, una placa de bronce recuerda que en ese lugar vivió el ex presidente. El explica que ahí consigue el ambiente necesario para trabajar y armar reuniones, que en la oficina en la Cámara de Diputados no puede porque todo el tiempo circula gente.
Antes de despedirse asegura que, hoy por hoy, sus preocupaciones pasan por la cuestión económica, pero no la internacional sino la de acá. “El Gobierno pretende responsabilizar al mundo de la situación local. ¿Qué tienen que ver la inflación o la caída en la producción de gas y de petróleo con la situación internacional? Son cosas que ya se registraban antes de la crisis, lo que pasa es que ahora se pagan las consecuencias. La Presidenta nunca admite la culpa de nada, la culpa la tienen siempre los demás”, se enoja al mejor estilo Alfonsín, con la voz disfónica. Lo mismo cuando habla de Hugo Moyano y su enfrentamiento con la Casa Rosada. Argumenta que tal vez esa pelea se podía prever, lo que sorprende –ironiza– es que el Gobierno tenga tan buena relación con sindicalistas que hasta hace poco estaban en la vereda de enfrente.
Es tiempo de partir rumbo a las actividades de campaña. Camino a la calle, lo paran dos señoras que salen de un negocio y le quieren comentar algo. Gajes del oficio. Ya es hora de enfrentar el fresco porteño.

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