Eva
Perón, el peronismo.
“24
de setiembre de 1951, siempre he pensado que aquel día “cambió el destino de
Perón”. En la tarde, casi a la noche, de aquel 24 de setiembre, fue lunes, me
vi obligado a cumplir la dolorosa misión de comunicar al General el diagnóstico
irremediable que había resultado del primer examen médico a que fuera sometida
esa misma tarde la Sra. Eva Perón. Cada vez que recuerdo aquel momento y los que
siguieron a la dolorosa información, veo a Perón con ese mismo rostro de dolor,
angustia, sufrimiento, amargura. Con esa misma sombra de soledad en su mirada. Y
recuerdo que con ese mismo rostro me dijo textualmente: “estas cosas no llegan
nunca solas. Debemos esperar otros golpes de la suerte. Lo presiento con toda
claridad”. Perón hacía un gesto especial con sus manos como si palpase el
porvenir. Cuatro días después, el 28 de setiembre, estalló la primera revolución
antiperonista encabezada por el Gral. Menéndez. Ese día le pedí órdenes y le
informé: “usted sabe que hoy los médicos que atienden a la Sra. han de
practicarle una pequeña intervención terapéutica. Se le va a practicar con
anestesia general. ¿Difiero todo para mañana?”. Fue terminante: “no debemos
perder un solo día sin hacer todo cuanto sea necesario. Si hay una esperanza, no
tenemos que perderla y postergarla por veinticuatro horas. Esto (se refería a la
revolución) tiene remedio… aquello, alomejor, depende de ganarle un día a la
enfermedad. Vaya usted allá por favor y luche con los médicos para salvar a la
Señora, mientras yo lucho desde aquí para salvar el gobierno. Buena
suerte”
Así
relata en las páginas 67,68 y 69, en primera persona el Dr. Raúl Mende, ministro
de Asuntos Técnicos de Perón y médico personal de Evita; lo que fue el principio
del fin. Mende lo escribió en 1958, él fallece en 1963 y su obra “A veces el que
pierde gana” recién pudo ser publicada en el 2010. Aún hoy, a 60 años de su
muerte cuesta hablar sobre Eva Perón sin apasionamientos. Sin embargo existen
verdades irrefutables: amó a Perón y a los pobres, humildes, indefensos, más que
a sí misma. Fue absolutamente terrenal y por ello su amor como la luz, sigue
expandiéndose a través del tiempo. Es verdad que despertó odios, odios que
envejecieron. El amor nunca envejece, y mucho más si acaricia y penetra donde
hay rechazo, y en la Argentina de aquél peronismo había mucha gente rechazada...
El peronismo amó la justicia social, primer paso firme para derrotar la pobreza.
Y se aferró para ello a la cultura del trabajo: “donde hay una necesidad hay un
derecho”. Y si bien no lo escribió, en la práctica impuso que a los derechos
se los mantiene con obligaciones. Y para ayudar a su control posibilitó un
sindicalismo fuerte. Sufrió como propio el dolor ajeno. Supo junto a Perón que
la vivienda para que abrigue debe ser digna. Que el trabajo debe ser justamente
remunerado.. Que a los niños les gustan los juguetes, y que a los grandes les
gusta ir al cine, o algunas vacaciones. Que la tierra debe ser productiva, no
rentística. Que las madres solteras deben ser cobijadas por el estado. Que la
vejez debe ser acompañada por jubilaciones dignas. Que la plata de esas
jubilaciones o pensiones, son de imposible cambio de destino. Que los
hospitales deben estar limpios y equipados para atender a todos los enfermos.
Que las escuelas deben tener doble escolaridad y un único objetivo: posibilitar
a todos un futuro. Que las escuelas técnicas son importantísimas, de sus aulas
salieron muchos futuros empresarios. Que la universidad no es una utopía. Qué
la mujer es una ciudadana…..Y podríamos seguir describiendo cómo se organiza una
comunidad. El peronismo en sus aciertos dejó un modelo clásico, es decir está
allí para seguir aplicándose. Aquí mismo en Rosario, Chiqui González, la gran
Chiqui, pudo imaginar “la ciudad y los niños”, porque antes existió camino a La
Plata una ciudad para los niños. Ahora, ¿qué pasó después? Pasó que la política
se subordinó a la corrupción. Así fue como la vivienda adelgazó su calidad,
para que otros engordaran sus bolsillos. La seguridad se vulneró porque se
corrompieron sus fuerzas del orden. El trabajo volvió a ennegrecerse porque
otros “blanquearon” sus mezquindades. Los niños perdieron sus privilegios a mano
de los dealers. Las escuelas técnicas agonizan, la universidad vuelve a ser
elitista. Los hospitales vaciados, acallan la impotencia de algunas enfermeras y
médicos. La desnutrición está fuerte, porque los valores están de remate. No
hay sueños porque el futuro no es Tecnópolis. El amor nunca envejece, y mucho
más si acaricia y penetra donde hay rechazo, y en la Argentina de aquél
peronismo había mucha gente rechazada; en la Argentina de hoy, también. Para
buscar la felicidad del pueblo sólo hay que volver a ser tan transgresores como
Perón y Evita: amar a los pobres.
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