Pablo Moyano, el poderoso heredero
Una dinastía sindical
Hugo Moyano puede ver amenazado su liderazgo en la CGT, pero en su gremio –y en otros– ha sabido crear una estructura de poder implacable y familiar. Aquí, un perfil de su hijo mayor, Pablo, que maneja el gremio de camioneros, y sus diferencias de carácter y puntos de vista con su hermano Facundo, hoy diputado nacional por el oficialismo. La mirada de la periodista Adriana Balaguer en su obra sobre los hijos del poder.
Por Adriana Balaguer
Líderes. A Pablo, Hugo le reconoce habilidad para las situaciones difíciles, aunque sabe que conviene no dejarlo demasiado solo; no es cuestión de que se "exceda".
Desde que Pablo Moyano heredó en la práctica la conducción del poderoso gremio de los camioneros, cuando su padre se hizo cargo de la CGT unificada, el 14 de julio de 2004, se ha convertido en la mano que ejecuta la protesta. Lo suyo es meter presión. Cruzar los camiones a la salida de una empresa, cortar la ruta, estacionarlos en la banquina a la espera de una respuesta empresarial que los satisfaga. Y esto no es poco si se tiene en cuenta que más del 80% de las cargas y de las personas que transitan el país dependen de estos gremios. Este “monstruo”, como lo llama el mismo Pablo, puede hacer colapsar desde la distribución de bebidas y alimentos a los grandes supermercados, hasta convertir la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense en un basural, si es que decide parar los recolectores de residuos.
A Pablo, Hugo le reconoce habilidad para el manejo de esas situaciones, aunque a esta altura sabe que conviene no dejarlo demasiado solo, no es cuestión de que se “exceda”. Porque Pablo “va al choque”, dice, y hace lo que su padre elige no decir ni hacer. El propio ex presidente Néstor Kirchner se lo hizo ver: “Yo no te voy a decir a vos cómo tenés que manejar a tu hijo”, comentan que le dijo a Hugo después de los incidentes ocurridos el 17 de octubre de 2006 en la quinta de San Vicente, cuando fueron trasladados los restos del ex presidente Juan Domingo Perón. Aquella vez, Emilio “Madonna” Quiroz, chofer de Pablo, fue registrado por la televisión cuando disparaba a la multitud, hecho por el que en mayo de 2011 fue condenado a treinta meses de prisión en suspenso (la fiscalía había pedido seis años) por tentativa de homicidio. Hay una anécdota que muestra cuáles son las reglas del juego que tan bien juegan padre e hijo. Era el 9 de noviembre de 2006 y la ciudad de Necochea olía mal porque los trabajadores de la empresa encargada de la basura, Servicios Ambientales, estaban de paro. Pablo Moyano llegó entonces con una solución. Propuso que Covelia S.A. se hiciera cargo del servicio y que a cambio le permitieran incorporar a los trabajadores al gremio, respetándoles hasta la antigüedad. Pero el jefe comunal, Daniel Molina, entonces radical K, dijo que no podía afrontar los costos solicitados por el hijo del titular de la CGT. ¿Cómo se solucionó el tema? Papá Moyano apareció y le pidió a su hijo que “levantara el pie del acelerador”. Necochea es una ciudad chica, de unos 100 mil habitantes, pero ahí el sindicato de camioneros tiene un camping y un apart de cabañas en medio del bosque y a escasos metros del mar. Como si fuera poco, el jefe del peronismo de Necochea es un viejo aliado de Moyano en la CGT: el secretario general del gremio de los trabajadores rurales, Gerónimo “Momo” Venegas. Saben trabajar en tándem, son equipo. Pero Pablo tiene medallas propias, de esas que lustra en público y que merecieron la felicitación por parte del Negro Moyano. Uno fue el conflicto que lo enfrentó al supermercado Coto en agosto de 2005 y por dos largos años. En este caso, Camioneros reclamaba el encuadramiento sindical de 700 trabajadores que estaban aliados al sindicato mercantil. Finalmente, ganaron.
La otra batalla sindical que lo enorgullece es la que les permitió que casi 800 trabajadores encargados de la distribución de diarios y revistas pasaran a integrar sus huestes. De la vereda de enfrente quedaron, casualmente, los dos principales enemigos declarados del gobierno de los Kirchner: los diarios Clarín y La Nación. En cualquiera de estos casos, el objetivo siempre fue el mismo: sumar aliados, juntar fuerza. No importa si para cumplir con estas metas enfrente estaba un diario, un supermercado o su propio hermano, Facundo Moyano. Porque cuentan que la relación entre estos dos hermanos no es de las mejores, básicamente porque tienen distintos estilos de conducción y de manejo de los conflictos. “Son de distinta madre, y se nota”, explican quienes los conocen. Por algo uno eligió la batalla cuerpo a cuerpo y el otro, la política. No hacía mucho tiempo que Facundo estaba al frente del gremio de los empleados del peaje en las autopistas, cuando pidió que los que realizaban tareas de operación de vehículos como grúas o camiones en las rutas y autopistas fueran encuadrados en el Sindicato Unico de Trabajadores de los Peajes y Afines (Sutpa), fuerza que él conduce. De más está decir que poco le importó a Pablo el vínculo familiar. Más que molesto porque su hermanastro quería quitarle aliados, no dudó en mandar gente a “apretar” a los del Sutpa para que descartaran esa posibilidad. Una intervención paterna puso paños fríos a la pelea. Los chicos estaban compitiendo por poder y urgía su mediación. Finalmente, los “camioneros” quedaron del lado de Pablo, como es costumbre y estrategia declarada del gremio. Mientras que Facundo tuvo que congelar sus sueños de expansión. Hugo Moyano no se permitió romper el molde ni siquiera cuando las partes son de la familia. Está claro que su naturaleza es privilegiar la fuerza sobre la política, y en este caso no le quedó otra que parar la ambición de quien no obedecía las reglas. Aquellos trabajadores que estaban convencidos sinceramente de que serían mejor representados por Sutpa y que lo habían compartido con otros “grueros”, fueron despedidos, es decir, pagaron el precio de una interna familiar, sin que ninguno de los hermanos se apiadara de ellos. (...)
Cuando su hermano Facundo nació, él ya tenía 14 años. No era su primer hermano varón, ya estaba Emiliano, quien sufría una deficiencia mental por la que finalmente falleció, en noviembre de 2011. Pero no era lo mismo. Facundo era el primero con el que se sentía en riesgo, tal vez porque no sabía todo de él, porque tenían distinta mamá, porque presentía que iba a tener que compartir a su padre. Para consolarse, Pablo prefería pensar que en definitiva él había tenido más tiempo a Hugo que ese otro hijo, al que le tocó un padre más poderoso pero más alejado del día a día de la crianza. Crecieron observándose en sus parecidos y diferencias. Cuando Facundo se convirtió en hombre, encima, era tan simpático y sociable que cualquiera que no supiera la historia tendría derecho a dudar de los lazos de sangre que los unen. Si hasta es capaz de mantener la atención de un grupo numeroso con sólo hablar, cantar o tocar la guitarra. De entonar temas de Divididos y también de Juan Carlos Baglietto, y conseguir que los asistentes los coreen. Por años llevaron vidas paralelas sin prestarse mucha atención. Uno sabía del otro y viceversa, pero nada más. A lo sumo se encontraban en algún cumpleaños o fiesta familiar. Pero eso era todo. Hasta que un día, Hugo le contó a Pablo que Facundito iba a empezar a “moverse”. Le dijo que no iba a hacerlo en Camioneros, que no se preocupara, que iba a estar con los muchachos del peaje, pero que necesitaba que le diera una mano. El desembarco de Facundo en el mundo de los peajes ocurrió en 2005. Fue Hugo el que habló con su amigo Antonio “Cacho” López, líder del sindicato que nucleaba hasta entonces a los trabajadores del área, la Unión de Empleados de la Construcción y Afines (Uecara). El tiempo demostraría que Facundito buscaba algo más que una salida laboral. Facundo comenzó su carrera entre 2005 y 2006, cuando formó el Sutpa. La noticia fue una bomba para la dirigencia de Uecara, que terminó así de entender la movida a la que ingenuamente se había prestado. Con apenas 20 años, comenzó a aparecer, cada vez más seguido, en los cambios de turnos de las estaciones de peaje de cada autopista de acceso a Capital Federal. Su objetivo era convencer a los empleados de la necesidad de afiliarse al nuevo gremio. Desde la oficina gremial ubicada en la estación de peaje de Santa Rosa, en Castelar, el joven dictó cada paso a sus referentes, siempre acompañado por quien aún es su mano derecha, Leo Campos, hombre del gremio de camioneros de Mar del Plata y referente de confianza de Hugo. Aunque a esta altura todavía no tenían personería gremial, el crecimiento de Sutpa iba viento en popa. Pero, a mediados de 2008, se produjo el primer desencanto de parte de sus aliados. Hubo una tanda de despidos por parte de la empresa y el sindicato no hizo nada a pesar de las asambleas. Entre los cesanteados había gente que venía reclamando hacía tiempo por malas condiciones de trabajo que afectaban su salud y por cuestiones de horarios. Este primer encontronazo entre Facundo y su gremio coincidió con la crisis del campo, cuando Sutpa empezó a pedir a los trabajadores que participaran de los actos en apoyo al Gobierno porque era una forma de asegurarse de que saliera más rápido la personería gremial. De esos inicios en la actividad política, hay quienes recuerdan los mensajes de texto arengando a sumarse a los actos, la frase “cerrá tu día y vamos”, y la toma de lista al pie del colectivo escolar, siempre carnet en mano. Inevitablemente, a los actos había que ir luciendo las remeras y buzos que decían “Moyano conducción” y “Juventud sindical peronista”, y que habían sido comprados por los trabajadores a 50 pesos promedio. Así fue, al menos, para el acto de Hugo Moyano en River, en octubre de 2010; para el del estadio de Huracán, el 11 de marzo de 2011, y para el de Mar del Plata, para el que se movilizó a un numeroso grupo de trabajadores de Autopista del Oeste. Dicen que hubo empleados que se quejaron por este tipo de obligación partidaria y que entonces los hombres que rodean a Facundo empezaron a hostigarlos. Facundito, mientras tanto, crecía como líder, como referente sindical. Aunque recién en 2010 su agrupación ganó por primera vez en comicios internos, aunque con lista única. La foto con la leyenda “Gracias por tanta dignidad” ya decoraba las estaciones de peaje de Autopista del Oeste, Riccheri, Autopistas del Sol y Buenos Aires-La Plata, en donde el líder del Sutpba se sentó en una cabina por primera y única vez. Los trabajadores que se le oponen dicen que por eso Facundito no tiene ni idea de lo que significa atender 430 autos promedio por hora, que equivale a 430 inclinaciones de ida y vuelta hacia la izquierda para cobrar las tarifas de peajes. Y que, reiteran, cuando la empresa despidió a trabajadores lesionados por estas condiciones laborales, el sindicato no los acompañó. El pase de facturas es largo. También comentan que hubo otra tanda de despidos, a mediados de 2010. Y que Facundo volvió a brillar por su ausencia porque estaba en Sudáfrica disfrutando del Mundial de Fútbol junto a su bellísima novia de entonces, Catalina Poloni, de profesión peajista aunque, gracias a las gestiones de su ex amor, hoy tiene un puesto mejor remunerado en el sector aeroportuario. A diferencia de Pablo, que compite con su padre para ver quién llega primero al edificio de Constitución, los faltazos de Facundo a sus oficinas gremiales son habituales. A duras penas aparece, a bordo de su Volkswagen Bora negro con vidrios polarizados, para el cierre de las diferentes actividades sociales que llevan su nombre. Como la copa de fútbol 5 Facundo Moyano, que recientemente ganó el equipo La Banda del Rengo, o el torneo de vóley femenino Facundo Moyano, que se disputó en junio pasado entre los trabajadores de los accesos a la Ciudad de Buenos Aires en el club Lanús, y que ganaron Las Tigresas del Oeste. Si la vida gremial se fue apagando, fue porque la política se encendió. Y fue nada menos que Néstor Kirchner quien lo impulsó a largarse. Ante más de 5 mil delegados de Camioneros, Taxistas, UOM y Smata que llenaban el Luna Park para la presentación en sociedad de la Juventud Sindical Peronista, el movimiento juvenil que armó Facundito, el 23 de agosto de 2010, Hugo Moyano cometió una calculada infidencia. “El compañero Néstor Kirchner me dijo que habla mejor que yo”, dijo en relación con las palabras dichas por Facundito. El aplauso fue generalizado. El orgullo del padre, más que notorio. Ni lerdos ni perezosos, en el Gobierno comenzaron a sondear su nombre como candidato para lo que fuese, pero pensando en las elecciones de 2011. Algo que jamás le había sucedido a Pablo, a quien, al contrario, siempre aconsejaron “mantener lo más lejos posible”, por sus relaciones y su estilo de confrontación. Con apenas 26 años, en cambio, Facundo ya tiene voz propia, o al menos así lo cree. Está convencido de que no habla en nombre del padre, tampoco del hermano. De hecho, es tratado como uno más por la conducción de La Cámpora (la agrupación juvenil kirchnerista). Y hasta llegó a fundirse en un abrazo con Máximo Kirchner en el funeral de su padre, cuando todos acusaban a Hugo de haberle causado el último disgusto al ex presidente. La relación con la juventud K viene de antes. Facundo fue uno de los que viajaron en octubre de 2009 a Montevideo con Juan Cabandié, Mariano Recalde y otros muchachos kirchneristas. Lo hizo a bordo del polémico vuelo 1204 de Aerolíneas Argentinas, que cruzó el charco con apenas 49 pasajeros para ver el partido, en el estadio Centenario de Montevideo, en el que Argentina se jugaba la clasificación al Mundial de Sudáfrica. Argentina ganó 1 a 0 con gol de Mario Bolatti, y Facundo volvió contento en el asiento 2 F del Boeing 737, que había esperado a los pasajeros hasta que el partido terminó. Dos días después, cuando la prensa hizo trascender el episodio, y frente al mal trago que esto significaba para el oficialismo, la gente de Facundo sólo atinó a decir que él se había pagado su pasaje.
Pablo mira de reojo el vertiginoso encumbramiento de su hermano. Pensar que a él le llevó tanto tiempo... No es que no lo alegre que Facundo haya conseguido una banca como diputado nacional por el Frente para la Victoria. Pero querría algo de reconocimiento para él. Los que lo conocen saben que, en el fondo, le alcanzaría con que su padre le diera a entender que si el pibe llegó donde llegó es porque ellos, los Moyano, con el estilo que los caracteriza, lo hicieron posible
muchacho que vas cantando de palito ortega dedicado a moyano hijo
Una dinastía sindical
Hugo Moyano puede ver amenazado su liderazgo en la CGT, pero en su gremio –y en otros– ha sabido crear una estructura de poder implacable y familiar. Aquí, un perfil de su hijo mayor, Pablo, que maneja el gremio de camioneros, y sus diferencias de carácter y puntos de vista con su hermano Facundo, hoy diputado nacional por el oficialismo. La mirada de la periodista Adriana Balaguer en su obra sobre los hijos del poder.
Por Adriana Balaguer
Líderes. A Pablo, Hugo le reconoce habilidad para las situaciones difíciles, aunque sabe que conviene no dejarlo demasiado solo; no es cuestión de que se "exceda".
Desde que Pablo Moyano heredó en la práctica la conducción del poderoso gremio de los camioneros, cuando su padre se hizo cargo de la CGT unificada, el 14 de julio de 2004, se ha convertido en la mano que ejecuta la protesta. Lo suyo es meter presión. Cruzar los camiones a la salida de una empresa, cortar la ruta, estacionarlos en la banquina a la espera de una respuesta empresarial que los satisfaga. Y esto no es poco si se tiene en cuenta que más del 80% de las cargas y de las personas que transitan el país dependen de estos gremios. Este “monstruo”, como lo llama el mismo Pablo, puede hacer colapsar desde la distribución de bebidas y alimentos a los grandes supermercados, hasta convertir la Ciudad de Buenos Aires y el conurbano bonaerense en un basural, si es que decide parar los recolectores de residuos.
A Pablo, Hugo le reconoce habilidad para el manejo de esas situaciones, aunque a esta altura sabe que conviene no dejarlo demasiado solo, no es cuestión de que se “exceda”. Porque Pablo “va al choque”, dice, y hace lo que su padre elige no decir ni hacer. El propio ex presidente Néstor Kirchner se lo hizo ver: “Yo no te voy a decir a vos cómo tenés que manejar a tu hijo”, comentan que le dijo a Hugo después de los incidentes ocurridos el 17 de octubre de 2006 en la quinta de San Vicente, cuando fueron trasladados los restos del ex presidente Juan Domingo Perón. Aquella vez, Emilio “Madonna” Quiroz, chofer de Pablo, fue registrado por la televisión cuando disparaba a la multitud, hecho por el que en mayo de 2011 fue condenado a treinta meses de prisión en suspenso (la fiscalía había pedido seis años) por tentativa de homicidio. Hay una anécdota que muestra cuáles son las reglas del juego que tan bien juegan padre e hijo. Era el 9 de noviembre de 2006 y la ciudad de Necochea olía mal porque los trabajadores de la empresa encargada de la basura, Servicios Ambientales, estaban de paro. Pablo Moyano llegó entonces con una solución. Propuso que Covelia S.A. se hiciera cargo del servicio y que a cambio le permitieran incorporar a los trabajadores al gremio, respetándoles hasta la antigüedad. Pero el jefe comunal, Daniel Molina, entonces radical K, dijo que no podía afrontar los costos solicitados por el hijo del titular de la CGT. ¿Cómo se solucionó el tema? Papá Moyano apareció y le pidió a su hijo que “levantara el pie del acelerador”. Necochea es una ciudad chica, de unos 100 mil habitantes, pero ahí el sindicato de camioneros tiene un camping y un apart de cabañas en medio del bosque y a escasos metros del mar. Como si fuera poco, el jefe del peronismo de Necochea es un viejo aliado de Moyano en la CGT: el secretario general del gremio de los trabajadores rurales, Gerónimo “Momo” Venegas. Saben trabajar en tándem, son equipo. Pero Pablo tiene medallas propias, de esas que lustra en público y que merecieron la felicitación por parte del Negro Moyano. Uno fue el conflicto que lo enfrentó al supermercado Coto en agosto de 2005 y por dos largos años. En este caso, Camioneros reclamaba el encuadramiento sindical de 700 trabajadores que estaban aliados al sindicato mercantil. Finalmente, ganaron.
La otra batalla sindical que lo enorgullece es la que les permitió que casi 800 trabajadores encargados de la distribución de diarios y revistas pasaran a integrar sus huestes. De la vereda de enfrente quedaron, casualmente, los dos principales enemigos declarados del gobierno de los Kirchner: los diarios Clarín y La Nación. En cualquiera de estos casos, el objetivo siempre fue el mismo: sumar aliados, juntar fuerza. No importa si para cumplir con estas metas enfrente estaba un diario, un supermercado o su propio hermano, Facundo Moyano. Porque cuentan que la relación entre estos dos hermanos no es de las mejores, básicamente porque tienen distintos estilos de conducción y de manejo de los conflictos. “Son de distinta madre, y se nota”, explican quienes los conocen. Por algo uno eligió la batalla cuerpo a cuerpo y el otro, la política. No hacía mucho tiempo que Facundo estaba al frente del gremio de los empleados del peaje en las autopistas, cuando pidió que los que realizaban tareas de operación de vehículos como grúas o camiones en las rutas y autopistas fueran encuadrados en el Sindicato Unico de Trabajadores de los Peajes y Afines (Sutpa), fuerza que él conduce. De más está decir que poco le importó a Pablo el vínculo familiar. Más que molesto porque su hermanastro quería quitarle aliados, no dudó en mandar gente a “apretar” a los del Sutpa para que descartaran esa posibilidad. Una intervención paterna puso paños fríos a la pelea. Los chicos estaban compitiendo por poder y urgía su mediación. Finalmente, los “camioneros” quedaron del lado de Pablo, como es costumbre y estrategia declarada del gremio. Mientras que Facundo tuvo que congelar sus sueños de expansión. Hugo Moyano no se permitió romper el molde ni siquiera cuando las partes son de la familia. Está claro que su naturaleza es privilegiar la fuerza sobre la política, y en este caso no le quedó otra que parar la ambición de quien no obedecía las reglas. Aquellos trabajadores que estaban convencidos sinceramente de que serían mejor representados por Sutpa y que lo habían compartido con otros “grueros”, fueron despedidos, es decir, pagaron el precio de una interna familiar, sin que ninguno de los hermanos se apiadara de ellos. (...)
Cuando su hermano Facundo nació, él ya tenía 14 años. No era su primer hermano varón, ya estaba Emiliano, quien sufría una deficiencia mental por la que finalmente falleció, en noviembre de 2011. Pero no era lo mismo. Facundo era el primero con el que se sentía en riesgo, tal vez porque no sabía todo de él, porque tenían distinta mamá, porque presentía que iba a tener que compartir a su padre. Para consolarse, Pablo prefería pensar que en definitiva él había tenido más tiempo a Hugo que ese otro hijo, al que le tocó un padre más poderoso pero más alejado del día a día de la crianza. Crecieron observándose en sus parecidos y diferencias. Cuando Facundo se convirtió en hombre, encima, era tan simpático y sociable que cualquiera que no supiera la historia tendría derecho a dudar de los lazos de sangre que los unen. Si hasta es capaz de mantener la atención de un grupo numeroso con sólo hablar, cantar o tocar la guitarra. De entonar temas de Divididos y también de Juan Carlos Baglietto, y conseguir que los asistentes los coreen. Por años llevaron vidas paralelas sin prestarse mucha atención. Uno sabía del otro y viceversa, pero nada más. A lo sumo se encontraban en algún cumpleaños o fiesta familiar. Pero eso era todo. Hasta que un día, Hugo le contó a Pablo que Facundito iba a empezar a “moverse”. Le dijo que no iba a hacerlo en Camioneros, que no se preocupara, que iba a estar con los muchachos del peaje, pero que necesitaba que le diera una mano. El desembarco de Facundo en el mundo de los peajes ocurrió en 2005. Fue Hugo el que habló con su amigo Antonio “Cacho” López, líder del sindicato que nucleaba hasta entonces a los trabajadores del área, la Unión de Empleados de la Construcción y Afines (Uecara). El tiempo demostraría que Facundito buscaba algo más que una salida laboral. Facundo comenzó su carrera entre 2005 y 2006, cuando formó el Sutpa. La noticia fue una bomba para la dirigencia de Uecara, que terminó así de entender la movida a la que ingenuamente se había prestado. Con apenas 20 años, comenzó a aparecer, cada vez más seguido, en los cambios de turnos de las estaciones de peaje de cada autopista de acceso a Capital Federal. Su objetivo era convencer a los empleados de la necesidad de afiliarse al nuevo gremio. Desde la oficina gremial ubicada en la estación de peaje de Santa Rosa, en Castelar, el joven dictó cada paso a sus referentes, siempre acompañado por quien aún es su mano derecha, Leo Campos, hombre del gremio de camioneros de Mar del Plata y referente de confianza de Hugo. Aunque a esta altura todavía no tenían personería gremial, el crecimiento de Sutpa iba viento en popa. Pero, a mediados de 2008, se produjo el primer desencanto de parte de sus aliados. Hubo una tanda de despidos por parte de la empresa y el sindicato no hizo nada a pesar de las asambleas. Entre los cesanteados había gente que venía reclamando hacía tiempo por malas condiciones de trabajo que afectaban su salud y por cuestiones de horarios. Este primer encontronazo entre Facundo y su gremio coincidió con la crisis del campo, cuando Sutpa empezó a pedir a los trabajadores que participaran de los actos en apoyo al Gobierno porque era una forma de asegurarse de que saliera más rápido la personería gremial. De esos inicios en la actividad política, hay quienes recuerdan los mensajes de texto arengando a sumarse a los actos, la frase “cerrá tu día y vamos”, y la toma de lista al pie del colectivo escolar, siempre carnet en mano. Inevitablemente, a los actos había que ir luciendo las remeras y buzos que decían “Moyano conducción” y “Juventud sindical peronista”, y que habían sido comprados por los trabajadores a 50 pesos promedio. Así fue, al menos, para el acto de Hugo Moyano en River, en octubre de 2010; para el del estadio de Huracán, el 11 de marzo de 2011, y para el de Mar del Plata, para el que se movilizó a un numeroso grupo de trabajadores de Autopista del Oeste. Dicen que hubo empleados que se quejaron por este tipo de obligación partidaria y que entonces los hombres que rodean a Facundo empezaron a hostigarlos. Facundito, mientras tanto, crecía como líder, como referente sindical. Aunque recién en 2010 su agrupación ganó por primera vez en comicios internos, aunque con lista única. La foto con la leyenda “Gracias por tanta dignidad” ya decoraba las estaciones de peaje de Autopista del Oeste, Riccheri, Autopistas del Sol y Buenos Aires-La Plata, en donde el líder del Sutpba se sentó en una cabina por primera y única vez. Los trabajadores que se le oponen dicen que por eso Facundito no tiene ni idea de lo que significa atender 430 autos promedio por hora, que equivale a 430 inclinaciones de ida y vuelta hacia la izquierda para cobrar las tarifas de peajes. Y que, reiteran, cuando la empresa despidió a trabajadores lesionados por estas condiciones laborales, el sindicato no los acompañó. El pase de facturas es largo. También comentan que hubo otra tanda de despidos, a mediados de 2010. Y que Facundo volvió a brillar por su ausencia porque estaba en Sudáfrica disfrutando del Mundial de Fútbol junto a su bellísima novia de entonces, Catalina Poloni, de profesión peajista aunque, gracias a las gestiones de su ex amor, hoy tiene un puesto mejor remunerado en el sector aeroportuario. A diferencia de Pablo, que compite con su padre para ver quién llega primero al edificio de Constitución, los faltazos de Facundo a sus oficinas gremiales son habituales. A duras penas aparece, a bordo de su Volkswagen Bora negro con vidrios polarizados, para el cierre de las diferentes actividades sociales que llevan su nombre. Como la copa de fútbol 5 Facundo Moyano, que recientemente ganó el equipo La Banda del Rengo, o el torneo de vóley femenino Facundo Moyano, que se disputó en junio pasado entre los trabajadores de los accesos a la Ciudad de Buenos Aires en el club Lanús, y que ganaron Las Tigresas del Oeste. Si la vida gremial se fue apagando, fue porque la política se encendió. Y fue nada menos que Néstor Kirchner quien lo impulsó a largarse. Ante más de 5 mil delegados de Camioneros, Taxistas, UOM y Smata que llenaban el Luna Park para la presentación en sociedad de la Juventud Sindical Peronista, el movimiento juvenil que armó Facundito, el 23 de agosto de 2010, Hugo Moyano cometió una calculada infidencia. “El compañero Néstor Kirchner me dijo que habla mejor que yo”, dijo en relación con las palabras dichas por Facundito. El aplauso fue generalizado. El orgullo del padre, más que notorio. Ni lerdos ni perezosos, en el Gobierno comenzaron a sondear su nombre como candidato para lo que fuese, pero pensando en las elecciones de 2011. Algo que jamás le había sucedido a Pablo, a quien, al contrario, siempre aconsejaron “mantener lo más lejos posible”, por sus relaciones y su estilo de confrontación. Con apenas 26 años, en cambio, Facundo ya tiene voz propia, o al menos así lo cree. Está convencido de que no habla en nombre del padre, tampoco del hermano. De hecho, es tratado como uno más por la conducción de La Cámpora (la agrupación juvenil kirchnerista). Y hasta llegó a fundirse en un abrazo con Máximo Kirchner en el funeral de su padre, cuando todos acusaban a Hugo de haberle causado el último disgusto al ex presidente. La relación con la juventud K viene de antes. Facundo fue uno de los que viajaron en octubre de 2009 a Montevideo con Juan Cabandié, Mariano Recalde y otros muchachos kirchneristas. Lo hizo a bordo del polémico vuelo 1204 de Aerolíneas Argentinas, que cruzó el charco con apenas 49 pasajeros para ver el partido, en el estadio Centenario de Montevideo, en el que Argentina se jugaba la clasificación al Mundial de Sudáfrica. Argentina ganó 1 a 0 con gol de Mario Bolatti, y Facundo volvió contento en el asiento 2 F del Boeing 737, que había esperado a los pasajeros hasta que el partido terminó. Dos días después, cuando la prensa hizo trascender el episodio, y frente al mal trago que esto significaba para el oficialismo, la gente de Facundo sólo atinó a decir que él se había pagado su pasaje.
Pablo mira de reojo el vertiginoso encumbramiento de su hermano. Pensar que a él le llevó tanto tiempo... No es que no lo alegre que Facundo haya conseguido una banca como diputado nacional por el Frente para la Victoria. Pero querría algo de reconocimiento para él. Los que lo conocen saben que, en el fondo, le alcanzaría con que su padre le diera a entender que si el pibe llegó donde llegó es porque ellos, los Moyano, con el estilo que los caracteriza, lo hicieron posible
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