Jugar con fuego
Por Roberto Caballero. Son los que hacen política suponiendo que si todo va de mal en peor se benefician de algún extraño modo. Empresarios y sindicalistas deberían tener más claro que nadie que hay ganancias y salarios por discutir sólo si la rueda económica gira, es decir, si se mantiene en movimiento.

Son preguntas nuevas que surgen de un nuevo tiempo. El de la crisis internacional, sin horizonte de solución a la vista. Que nos afecta porque, pese a lo que dicen los consultores del establishment hasta empacharnos de disgusto, no vivimos aislados del mundo. Para bien y para mal, estamos insertos en él. Por eso Argentina se sienta en el G-20, y el GAFI, recientemente, reconoció las políticas antilavado oficiales.
Lo que está en cuestión, sin embargo, es otra cosa. Es si Cristina Kirchner puede pilotear esta tormenta. A su favor juega que ya lo hizo en el pasado. Clarín y La Nación lo ponen en duda constantemente. Son maníaco-catastróficos, pero no son serios: lo mismo decían en el 2008/9, y lo que estalló por los aires en aquel tiempo no fue la economía local sino todos sus pronósticos de fracaso. Daban por acabado un ciclo que los sobrevivió y empujó a sus voceros políticos –Cleto Cobos, De Narváez, Ricardo Alfonsín– al ostracismo electoral. ¿Por qué ahora debería ser diferente? ¿Acaso siguen pensando que lo harían mejor? El gobierno aplica recetas contracíclicas, como el plan de viviendas, que involucra a más de 90 gremios; o el crédito para jubilados vía ANSES, que impacta en el consumo popular de modo directo; y pisa además el atesoramiento de particulares en dólares para proteger las reservas frente a las corridas cambiarias alentadas por los maxidevaluadores, a los que parece no preocuparles el aumento de las cosas en el súper ni el ataque al salario que eso significaría. Al contrario, para ellos sería la manera de bajar el costo laboral de un plumazo. Una suerte de bomba neutrónica que, en teoría, volvería dócil al operario reclamante, competitiva a la producción y permitiría exportar a precios elevados. Un déjà vu del 2002 duhaldista. ¿Pero a quién suponen que le van a vender hoy si nadie está comprando? ¿En serio los empresarios piensan salvarse así en un mundo donde nadie está a salvo de nada? Quieren vendernos productos, no comprarnos. Ese es uno de los problemas en este trance.
En este contexto, la administración K no se queda quieta, y ese es su principal mérito. Se mueve en la ola con las dificultades del caso, pero se mueve, mientras la oposición política y mediática quedó congelada en el tiempo: sólo tiene para rumiar que se les está robando la plata a los futuros jubilados, como hace tres años. ¿De qué futuro hablan? Uno que no existe, porque sin actividad económica y sin consumo popular, no hay país posible; y en un país inexistente, tampoco existen los jubilados felices de los que ellos hablan. ¿O hace falta recordarles que el 60% de los ingresos de los actuales jubilados se cubre con plata de los impuestos internos porque la ecuación entre trabajadores activos y pasivos que dejó el neoliberalismo arrasó con la matemática solidaria elemental entre generaciones?
Los que hacen política suponiendo que si todo va de mal en peor se benefician de algún extraño modo, juegan con fuego. Empresarios y sindicalistas deberían tener más claro que nadie que hay ganancias y salarios por discutir sólo si la rueda económica gira, es decir, si se mantiene en movimiento.
El resto es tirar de la frazada para taparse la cabeza, mientras los pies quedan al descubierto. O viceversa.<
Informe: Brian Ríos
Mala señal
Daniel Scioli anunció que pagará los aguinaldos bonaerenses en cuatro cuotas. Desde que lanzó su candidatura presidencial para 2015 está irreconocible. Por un lado, se fotografía con todo el antikirchnerismo diletante jugando a la pelota para irritar a la Casa Rosada. Por el otro, dice que no le alcanza el dinero para pagar salarios de su administración, responsabilidad de gestión intransferible. Sin entrar en la cuestión de fondo, hay que decir que su decisión de tupacamarizar los aguinaldos es una pésima señal económica. Si lo hace, el Estado de la más rica provincia argentina, que maneja además el segundo presupuesto público del país, ¿cuál sería la razón para que no lo hagan los privados, impactando negativamente en el consumo? Como legítimo aspirante presidencial, Scioli debería mirar más allá de sus narices. No todo empieza y termina en La Ñata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario