detras de todo gran hombre...
Mariana, el sostén afectivo e incondicional de Beto Badía
Se conocieron hace once años en Puerto Madryn. Madre de un hijo adolescente, mantuvo siempre un bajo perfil. La única vez que habló fue por teléfono en el show que Tinelli le dedicó al conductor.
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Un enfermedad peligrosa
“Cuando me enteré que tenía un tumor me encerré en mi casa y me puse a llorar mientras me preguntaba por qué a mí. La bronca me duró unas horas. Pensé mucho, miré una foto de mi esposa Mariana y de mis tres hijos –Natalia, Juan Agustín, y Bárbara– y me di cuenta de lo dichoso que soy por la familia que tengo. Ahí cambié el enfoque del problema y me dije ¿por qué no a mí? Y encaré esta enfermedad de otra manera”, decía Juan Ramón Alberto Badía en mayo de 2011.
Y en todo ese trayecto fue su mujer –y toda su familia– su principal sostén afectivo, la que le dio el empujón cuando fue necesario y la que lo paró cuando las circunstancias lo requerían. Fue Mariana quien estuvo al lado del conductor hasta ese último día: el viernes 29, cuando a las 0.15 el creador de Imagen de Radio falleció a los 64 años en una sala del hospital Austral de Pilar escuchando a los Beatles y rodeado de sus seres queridos: la madre de sus hijos y esposa por treinta años, Liliana, sus hermanos Marisa y Carlos, sus tres hijos, Marcelo Tinelli, Graciela Borges, y por supuesto, Mariana.
La mujer de 33 años a la que conoció en Puerto Madryn hace 11 años en un viaje de trabajo; ella era porteña. Al tiempo, iniciaron una relación y Mariana se vino a vivir a Buenos Aires. Ella tiene además un hijo, de 16 años, que vive aún allá pero que mantuvo una excelente relación con el conductor y estuvo junto a su madre durante todo este último tiempo y, por supuesto, en la despedida en el cementerio de Pilar. Allí, poco pudo verse a Mariana quien prefirió, como siempre, el bajo perfil, y se mantuvo junto a María Laura Anselmi –jefa de prensa de Telefe y amiga de toda la familia Badía– agradeciendo todas las muestras de afecto. Por eso, fueron los hermanos del conductor, Marisa y Carlos, su hijo Juan Agustín y su hija menor Bárbara, entre otros, quienes rodearon el féretro –sobre el que había una camiseta de River– hasta el crematorio después del responso. Su hija mayor, Natalia, también estuvo allí junto con el mayor de los tres nietos de Badía.
Es que Mariana fue quien desde el anonimato y la incondicionalidad ayudó a Juan Alberto a llevar de la mejor manera posible su enfermedad. Tuvo una activa participación en el armado del propio estudio de radio que el conductor instaló en su casa de un barrio cerrado de Pilar, lo ayudó a digitalizar las entrevistas que realizó en casi más de tres décadas, y quien lo acompañó cuando hace dos años Badía quiso retomar con sus programas de radio desde Pinamar –que maneja su hijo Juan Agustín– a sólo semanas de haber sido operado.
El año pasado, cuando Marcelo Tinelli le hizo un programa homenaje en Sábado Show, Mariana, que nunca había hablado con los medios y rara vez posó con Juan Alberto para entrevista alguna, aceptó participar pero vía telefónica y, como se vio en pantalla, logró sorprenderlo.
“Hola mi amor”, fueron sus primeras palabras al aire mientras de fondo sonaba Muchacho celoso, de John Lennon, el músico más admirado por Badía casi tanto como Paul McCartney. “Sos cobarde, eh, –le retrucó enseguida él porque ella no se había animado a estar en el estudio de Ideas del Sur–. A mí me pasa un tsunami y vos cada día estás más linda, tenés miedo que digan que estás conmigo por la fama y por la guita”.
Y ante la risa de ella, Badía contó que la estaba pasando muy bien en el programa: “Acá hay vibración de amor que te ayuda, que te eleva y nosotros lo venimos hablando mucho”.
Entonces, ella le contestó algo que ayer también fue destacado por amigos del conductor y por muchos de los que alguna vez compartieron los ciclos televisivos o radiales de Badía; Mariana le dijo: “Es algo que vos te merecés, te ganaste ese amor, a vos te rodea eso porque vos lo das, y otra cosa que hacés es sacarle la cosa buena a la gente, hacés que la gente sea buena persona, tenés un don. Ahora que estoy más mística te puedo decir que viniste al mundo a hacer eso, a ayudar a la gente. Porque no sólo lo hacés con tus amigos sino con muchos otros empleados y gente del trabajo, y les dedicás tiempo que otros no dedican”.
Y un Badía vergonzoso le dijo: “Ya está ma”. Y ella no quiso hacerlo y le retrucó: “Bancátela, te lo merecés, sos un excelente ser humano. Te amo mucho”.
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