Con el almanaque ya disparado en dirección a las primarias, Hermes Binner terminó de mostrar su juego y puso la pelota en el campo de los adversarios internos del Partido Socialista y la Unión Cívica Radical santafesina.
No dará marcha atrás con la candidatura a gobernador de Antonio Bonfatti pese a los inocultables tambores de guerra que se escuchan en el PS y envió un mensaje temerario a los radicales santafesinos que consideran que 2011 es el año en que les toca el turno de ser cabeza de león y no cola de ratón.
Binner cree que su influencia sobre el electorado santafesino es chapa suficiente como para ungir a Bonfatti más allá de las encuestas que indican que Rubén Giustiniani es desde lo numérico mucho mejor candidato.
En ese punto, manda un doble mensaje: hacia el senador nacional y hacia la UCR. Para el mandatario la rotación entre socialistas y radicales a la hora de componer la fórmula a gobernador es una opción que lleva al fracaso, como también el reclamo del giustinianismo acerca de respetar las coloraturas internas a la hora de la sucesión por la Casa Gris.
“Quiero ver si se animan a hacer campaña en contra de quien, siendo gobernador, tiene el 65% de imagen positiva por tercer año consecutivo”, desafían cerca de Binner, convencidos de que más tarde o más temprano el “partido” abandonará la idea de ir a internas.
La táctica elegida por Binner es ningunear a los adversarios internos (en la larga entrevista que mantuvo con este diario no nombró una sola vez a Giustiniani) y serpentear sobre la UCR. Es que hasta ahora no está clara la resolución de la teoría que imaginaban en la Casa Gris: “A los radicales al final los arreglamos con algunos ministerios”.
En el binnerismo no creían que Mario Barletta jugaría su suerte en una precandidatura a gobernador, atento a las grandísimas chances que tiene de ser reelecto en la Municipalidad de Santa Fe.
Si bien la división partidaria entre binneristas y giustinianistas era ampliamente conocida por los analistas, sorprende el grado de tensión que se posa hoy en el partido de Guillermo Estévez Boero.
El innegable crecimiento de las responsabilidades en la cúspide del poder provincial hizo pensar a muchos que obligaría a Binner a ceder algunas de las parcelas más importantes, léase la alternancia entre las fracciones. Nada de eso ocurre. La ecuación es: después de Binner, más binnerismo.
A eso también lo tiene claro Barletta, quien sostiene en la intimidad que pocas veces de aquí hacia el futuro habrá tantas chances de alzarse con la Gobernación santafesina. Binner bien puede decirles a unos y a otros que el que avisa no es traidor. Para él, el proyecto tiene una extensión de 20 años.
Con razón analítica, en la vereda de enfrente sostienen que para Giustiniani es ahora o nunca. El propio mandatario provincial sostiene que su proyecto está pensado para gobernar Santa Fe durante 20 años. Y lo puso blanco sobre negro: el proyecto hoy es Bonfatti.
El gobernador también le cerró el portal santafesino a Lifschitz, arrojando al mar las especulaciones sobre un “candidato garante” de la unidad. Le dio aval a la posibilidad de que el intendente vaya por la re-reelección en la Municipalidad de Rosario pero clausuró todos los intersticios para que Lifschitz pase hacia la Gobernación.
Si Bonfatti es la reelección del proyecto Binner, éste se pondrá la campaña al hombro publicitando a su delfín. En la intimidad, se lo nota al gobernador más suelto y picante que nunca. Amparado en su imagen positiva, tajea la realidad política dejando en claro que lo suyo es a todo o nada.
Giustiniani medita por estas horas cómo y cuándo desempolvará su candidatura, acicateado por la amplia e intensa militancia partidaria que (y este es otro dato novedoso) empieza a resistirse a hacer campaña por Bonfatti. Pocos hablan de “compañeros” o “correligionarios” en la durísima interna socialista. “Ellos o nosotros” son las expresiones que van a la par del enrarecimiento del clima.
La división socialista-radical podría hacer peligrar la continuidad del Frente Progresista en el poder si el PJ se hubiera puesto los pantalones largos. La realidad parcelizada del peronismo minimiza los costos del oficialismo santafesino.
Muchos votantes independientes que en el 2009 sufragaron por la candidatura a senador de Carlos Reutemann hoy se sienten escandalizados por los rumores de acercamiento entre el kirchnerismo y el Lole.
Perspicaz, Binner no deja de criticar al gobierno nacional, sabedor de que (pese a la mitología) la muerte de Néstor Kirchner no borró el antikirchnerismo en buena parte de la bota santafesina. Es más, el laberinto en que se convirtió el justicialismo le permite un margen de maniobra inesperado.
En el vector peronista ahora Agustín Rossi endurece sus posiciones para evitar una interna con el PJ federal, Rafael Bielsa decidió competir por adentro de la estructura y Ricardo Spinozzi carga con la necesidad de hacerse conocido. Norberto Nicotra (esperando el lanzamiento de Eduardo Duhalde) insiste en ir por afuera. En síntesis: un abanico demasiado amplio para ser alternativa de poder en poco tiempo más.
Con este escenario, Binner dice a los cuatro vientos que gobernará hasta el último minuto, y esa es su principal carta para la hora en que se dispute el partido de póker (o la ronda de mates, como propuso Bonfatti).
Al tiempo que se inicia la cuenta regresiva para la presentación de listas, pero también para el fin de los maquillajes y los aprontes, la realidad preelectoral empieza a buscar su punto de mayor hervor.
Pero que nadie se confunda: en política nada es definitivo. Casi todos vuelven después de haber dicho adiós.
No dará marcha atrás con la candidatura a gobernador de Antonio Bonfatti pese a los inocultables tambores de guerra que se escuchan en el PS y envió un mensaje temerario a los radicales santafesinos que consideran que 2011 es el año en que les toca el turno de ser cabeza de león y no cola de ratón.
Binner cree que su influencia sobre el electorado santafesino es chapa suficiente como para ungir a Bonfatti más allá de las encuestas que indican que Rubén Giustiniani es desde lo numérico mucho mejor candidato.
En ese punto, manda un doble mensaje: hacia el senador nacional y hacia la UCR. Para el mandatario la rotación entre socialistas y radicales a la hora de componer la fórmula a gobernador es una opción que lleva al fracaso, como también el reclamo del giustinianismo acerca de respetar las coloraturas internas a la hora de la sucesión por la Casa Gris.
“Quiero ver si se animan a hacer campaña en contra de quien, siendo gobernador, tiene el 65% de imagen positiva por tercer año consecutivo”, desafían cerca de Binner, convencidos de que más tarde o más temprano el “partido” abandonará la idea de ir a internas.
La táctica elegida por Binner es ningunear a los adversarios internos (en la larga entrevista que mantuvo con este diario no nombró una sola vez a Giustiniani) y serpentear sobre la UCR. Es que hasta ahora no está clara la resolución de la teoría que imaginaban en la Casa Gris: “A los radicales al final los arreglamos con algunos ministerios”.
En el binnerismo no creían que Mario Barletta jugaría su suerte en una precandidatura a gobernador, atento a las grandísimas chances que tiene de ser reelecto en la Municipalidad de Santa Fe.
Si bien la división partidaria entre binneristas y giustinianistas era ampliamente conocida por los analistas, sorprende el grado de tensión que se posa hoy en el partido de Guillermo Estévez Boero.
El innegable crecimiento de las responsabilidades en la cúspide del poder provincial hizo pensar a muchos que obligaría a Binner a ceder algunas de las parcelas más importantes, léase la alternancia entre las fracciones. Nada de eso ocurre. La ecuación es: después de Binner, más binnerismo.
A eso también lo tiene claro Barletta, quien sostiene en la intimidad que pocas veces de aquí hacia el futuro habrá tantas chances de alzarse con la Gobernación santafesina. Binner bien puede decirles a unos y a otros que el que avisa no es traidor. Para él, el proyecto tiene una extensión de 20 años.
Con razón analítica, en la vereda de enfrente sostienen que para Giustiniani es ahora o nunca. El propio mandatario provincial sostiene que su proyecto está pensado para gobernar Santa Fe durante 20 años. Y lo puso blanco sobre negro: el proyecto hoy es Bonfatti.
El gobernador también le cerró el portal santafesino a Lifschitz, arrojando al mar las especulaciones sobre un “candidato garante” de la unidad. Le dio aval a la posibilidad de que el intendente vaya por la re-reelección en la Municipalidad de Rosario pero clausuró todos los intersticios para que Lifschitz pase hacia la Gobernación.
Si Bonfatti es la reelección del proyecto Binner, éste se pondrá la campaña al hombro publicitando a su delfín. En la intimidad, se lo nota al gobernador más suelto y picante que nunca. Amparado en su imagen positiva, tajea la realidad política dejando en claro que lo suyo es a todo o nada.
Giustiniani medita por estas horas cómo y cuándo desempolvará su candidatura, acicateado por la amplia e intensa militancia partidaria que (y este es otro dato novedoso) empieza a resistirse a hacer campaña por Bonfatti. Pocos hablan de “compañeros” o “correligionarios” en la durísima interna socialista. “Ellos o nosotros” son las expresiones que van a la par del enrarecimiento del clima.
La división socialista-radical podría hacer peligrar la continuidad del Frente Progresista en el poder si el PJ se hubiera puesto los pantalones largos. La realidad parcelizada del peronismo minimiza los costos del oficialismo santafesino.
Muchos votantes independientes que en el 2009 sufragaron por la candidatura a senador de Carlos Reutemann hoy se sienten escandalizados por los rumores de acercamiento entre el kirchnerismo y el Lole.
Perspicaz, Binner no deja de criticar al gobierno nacional, sabedor de que (pese a la mitología) la muerte de Néstor Kirchner no borró el antikirchnerismo en buena parte de la bota santafesina. Es más, el laberinto en que se convirtió el justicialismo le permite un margen de maniobra inesperado.
En el vector peronista ahora Agustín Rossi endurece sus posiciones para evitar una interna con el PJ federal, Rafael Bielsa decidió competir por adentro de la estructura y Ricardo Spinozzi carga con la necesidad de hacerse conocido. Norberto Nicotra (esperando el lanzamiento de Eduardo Duhalde) insiste en ir por afuera. En síntesis: un abanico demasiado amplio para ser alternativa de poder en poco tiempo más.
Con este escenario, Binner dice a los cuatro vientos que gobernará hasta el último minuto, y esa es su principal carta para la hora en que se dispute el partido de póker (o la ronda de mates, como propuso Bonfatti).
Al tiempo que se inicia la cuenta regresiva para la presentación de listas, pero también para el fin de los maquillajes y los aprontes, la realidad preelectoral empieza a buscar su punto de mayor hervor.
Pero que nadie se confunda: en política nada es definitivo. Casi todos vuelven después de haber dicho adiós.
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