sábado, 4 de diciembre de 2010

cuando la prensa juega a sus intereses.

PANORAMA POLITICO

Whiskyleaks

 Por Luis Bruschtein
De los más de 250 mil cables que liberó Wikileaks, 2233 corresponden a la Argentina, o sea menos del uno por ciento. Sin embargo, El País (el único medio de habla hispana de los cinco que tuvieron acceso inicial a los cables) le ha otorgado un centimetraje de nota principal en tres de los cuatro primeros días del wikileaksgate. Una de dos: Argentina es uno de los países más importantes para los Estados Unidos o es uno de los más importantes para El País. Lo primero suena un tanto pretencioso. Argentina no es tan importante en el mundo, aunque así les pueda parecer a los argentinos. Entonces se trata de una decisión editorial del diario español, asociado en la Argentina con el diario La Nación, y dueño o socio en la propiedad de otros medios de comunicación, entre ellos Radio Continental.
El primer día, El País le dedicó un lugar en la tapa: “Preocupación en Estados Unidos por la salud mental” de Cristina Kirchner. Un destaque así es poco menos que decir que la presidenta argentina está tan mal de la cabeza que le chifla el moño. Ese mismo día publicaba en la portada junto a la foto de Cristina Kirchner, las de Sarkozy, Ahmadinejad, Chávez, Merkel y Putin. El País, cuya mirada sobre América latina suele ser muy conservadora, forzaba a toda máquina los cables relacionados con Argentina. Se supone que el foco de atención internacional está puesto en Afganistán, en Medio Oriente, China o Europa. Pero El País ha incorporado a la Argentina a esa reducida lista.
De la palabra “preocupación” con la que presentó la noticia el primer día, y que fue utilizada por el diario La Nación al siguiente para su principal título de tapa, pasó al más sobrio “inquietud” en el título de la nota cuando finalmente apareció, y terminó en un modesto “curiosidad” en el texto de la periodista Soledad Gallego. En el primer día la nota destacaba que la preocupación que despertaba en Estados Unidos el gobierno de Cristina Kirchner los había llevado al punto de inquirir sobre la salud de la Presidenta. Pero el cable original no hablaba en ningún momento de preocupación por la política del gobierno argentino. Eso era un agregado libre de El País. La corresponsal en Argentina finalmente aclaró que el planteo de ese cable –que llevaba la firma de “Clinton”– consistía en un trámite normal en las cancillerías que suelen pedir un perfil psicológico de los principales líderes. En todo caso, el cable nunca hablaba de “salud mental”, como se consignaba inicialmente en El País, sino que preguntaba por el “estado mental” y la salud de la Presidenta. En esa jerga periodística “salud mental” quiere decir loco. “Estado mental” es mucho más amplio y abarca situaciones que están enumeradas en el mismo cable, como por ejemplo la capacidad de la Presidenta para tomar decisiones en situaciones de estrés.
Toda la inundación de Wikileaks fue entonces digerida primero por El País, por lo menos en lo relacionado con Argentina, con leves transgresiones en la traducción y una edición forzada. Así, daba pie para poner en funcionamiento en Buenos Aires la maquinaria de la corporación mediática local, de la que también forma parte y que está en guerra abierta y total con el Gobierno. Clarín y La Nación levantaban de El País y titulaban con la misma tendencia, como si para Washington Argentina estuviera gobernada por una banda de locos, espías, chorros y narcos.
Y cada quien usó los cables para llevar agua a su molino. Por ejemplo, en Infobae se habló del objetivo de la política norteamericana de sustraer a la Argentina del eje bolivariano. Pero no es lo mismo decir “sustraer” (como si ya estuviera dentro) que “mantener a la distancia” a la Argentina de esa influencia, como efectivamente decía el cable en cuestión.
Paradoja: en todo el escandalete, el menos malo ha sido el ogrísimo del imperialismo norteamericano, que esta vez fue sorprendido en paños menores. Sin esos leves toques en la traducción ni la edición forzada, los famosos cables relacionados con Argentina son hasta ahora, falta conocer miles, palabrerío puro sin atractivo periodístico. La verdadera “inteligencia” norteamericana no se revela en esos cables. Si fuera así, viviríamos en un mundo bastante más tranquilo. Lo que sí ponen de manifiesto, en cambio, son los prejuicios del funcionario medio norteamericano y su poca apertura de criterio para observar la realidad de los países latinoamericanos, lo cual excede a las administraciones que se suceden en Washington. Todas las referencias enunciadas en los cables provienen de conservadores de oposición o ex funcionarios enemistados con el Gobierno. Esas son las fuentes de la embajada. Casi todos los temas mencionados en los cables ya fueron difundidos en la Argentina en su momento con grandes titulares por los grandes medios. Repitieron lo que ya se había publicado como parte de campañas que en el tiempo mostraron poca consistencia.
De todos modos, los cables son bastante escrupulosos para señalar la mayoría de las veces que son opiniones de terceros. Pero en los titulares de los medios, eso no se aclara. Ni siquiera se aclara que fueron escritos por funcionarios de baja categoría en algunos casos. En los titulares aparece como si Washington estuviera avalando todas las denuncias que han formado parte de la campaña de los grandes medios. El jueves, por ejemplo, el titular a cinco columnas de La Nación decía “EE.UU. expuso sospechas sobre manejos financieros de los Kirchner”. El título da a entender que la noticia viene de Washington para acá. Pero en realidad fue de acá para allá. Y en el cable enviado por un funcionario de la embajada a sus superiores se aclara muy especialmente que se trata de afirmaciones de un tercero, el economista Mariano Federici, consultor regional del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pedirle a un funcionario del FMI que opine sobre los Kirchner es como pedirle a Bin Laden que opine sobre los Estados Unidos.
Clarín de ese día usó también un título catástrofe para denunciar “Espionaje a opositores y obra pública dudosa”. En la nota se afirma que un cable enviado por el consejero político de la embajada, Thomas Kelly, dice que a Aníbal Fernández lo “persiguen rumores de corrupción”, así como “sospechas de presuntos vínculos con el narcotráfico” y de ordenar el “monitoreo clandestino de mails de opositores políticos”. En realidad, en ese mismo cable de 2009, Kelly enfatizó que esa información “no tiene suficiente fundamento” y que “no existe evidencia contundente”, pero igual en Argentina mereció un super título.
A pesar de todo, en este caso el papel de la diplomacia norteamericana es secundario. Sólo demostró que si quiere cambiar realmente su relacionamiento con América latina, tiene que empezar a buscar otras fuentes de información menos ideológicas. En cambio, los cables de Wikileaks fueron incorporados como nuevo material de la campaña granmediática contra el gobierno de Cristina Kirchner.
La impunidad de los medios pareciera total. Temas que fueron parte de una campaña mediática en su momento, con denuncias que nunca fueron comprobadas pese a haber ocupado títulos de primeras planas, son tomados por los funcionarios de la embajada –como versiones– en los informes a sus superiores. Wikileaks los revela, El País los publica y finalmente vuelven a su punto de origen: los titulares de primera plana de los grandes medios locales, esta vez como si provinieran del gobierno norteamericano. La impunidad es tal que, a pesar de la evidente inconsistencia del mecanismo, consiguen hacer mucho ruido.
Tiempo atrás, una campaña de ese voltaje podría haber sido demoledora, casi destituyente. Pero llegó tarde. Pasó apenas un mes de la muerte de Néstor Kirchner. El oficialismo recuperó espacios que había perdido desde la derrota de la 125 y en algunos casos traspasó marcas previas a aquel momento. Y la oposición pagó sus errores con un proceso centrífugo. Más que nunca en todos estos años los grandes medios actúan como el muro del que hablaba Elisa Carrió, “la última trinchera”, o la primera en defensa de sus intereses.
Tras la muerte de Néstor Kirchner y con el ascenso de la candidatura de Cristina Kirchner, en los mentideros de la política se daba por hecho que durante el año que falta para las elecciones presidenciales de octubre, vendría una campaña despiadada, porque es mucho lo que está en juego. En vez de respetar el tiempo del luto, los grandes medios prefirieron salir con los tapones de punta cuando la mayoría de la sociedad todavía ve con respeto, y en algunos casos con afecto, la imagen de una viuda despidiendo a su marido. Una movida de esa potencia puede producir antipatía y no solamente en los ámbitos oficialistas. El viento cambió y ahora se lleva el fuego para el lado de quien lo enciende. Como dijo Sun Tzu: “Lo que no te mata, te fortalece”.

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