Revelaciones
Por Eliseo Verón | 05.12.2010 | 00:49
Un gigantesco escalofrío parece haber sacudido, en el mundo entero, a las élites de la política, la diplomacia, el periodismo y algunos otros sectores de lo que suele llamarse el “establishment”, como resultado de los documentos confidenciales publicados por WikiLeaks hace unos días. Algunos relatos de las repercusiones en distintos países me resultaron graciosos y un alto porcentaje de los contenidos “revelados” eran ya del dominio público. No por eso dejo de aplaudir a Julian Assange y espero con cierta impaciencia los anunciados documentos sobre los bancos. Sin embargo, por razones de deformación profesional, lo que más me interesa de este “escándalo mundial sin precedentes” (sic) no son las rutinas del espionaje, sino lo que nos muestra sobre algunas de las condiciones de la comunicación humana. El proceso por el cual la frase pronunciada en un instante fugaz de una cena privada se convierte en un texto al que pueden acceder todos los habitantes del planeta, es una buena figura de las gigantescas rupturas de escala a través de las cuales se activa el laberinto de una mediatización ya sólidamente globalizada.
Un problema importante y complicado en el campo de la comunicación es el de las propiedades de las diferentes materializaciones de los mensajes, y sobre todo la cuestión de las consecuencias del pasaje de una materialidad a otra (por ejemplo, el paso de una frase dicha oralmente, a su transcripción escrita). Muchos de estos documentos “confidenciales” presuponen esa transformación, que por sí sola plantea numerosos interrogantes. Los más obvios se refieren a la fidelidad de la transcripción y al contexto, verbal y no verbal, del intercambio original sobre el que se informa. Daré un ejemplo relacionado simplemente con la cotidianeidad contemporánea, que tal vez tenga la ventaja de mitigar el entusiasmo que suelen provocar las nuevas tecnologías. En la comunicación entre personas, el pasaje de la oralidad a la escritura supone una enorme pérdida de información. Esto está ocurriendo hoy en día dado que, en la comunicación interpersonal (íntima, familiar, profesional o lo que fuere) el correo electrónico y los mensajes de texto están reemplazando masivamente al uso del teléfono. Supongamos que le quiero hacer a alguien que conozco una pregunta cuya respuesta es muy importante para mí. Si llamo a la persona en cuestión y le hago la pregunta por teléfono, los segundos de silencio, el tono de voz, el fraseo, las hesitaciones, la acentuación, las muletillas, la reiteración, eventualmente los lapsus, son informaciones extremadamente importantes que me permitirán evaluar la respuesta, sobre todo porque se trata en su mayoría de mecanismos inconscientes, muy difíciles de controlar en el ida y vuelta de una conversación en tiempo real. Esa es la masa de informaciones que pierdo si mando mi pregunta por mail o en un mensaje de texto; le estoy dando además a mi destinatario el tiempo necesario para pensar cuidadosamente todos los aspectos de su respuesta.
Por otra parte, los intercambios entre funcionarios de inteligencia y contrainteligencia están sometidos a las mismas condiciones que cualquier intercambio entre seres humanos. Una de ellas es la que el gran sociólogo Erving Goffman llamaba el frame (el marco) de la interacción: una configuración de hipótesis implícitas que cada interlocutor tiene acerca del otro, como resultado de la acumulación en el tiempo de sus intercambios anteriores y de otros múltiples factores vinculados con los presupuestos de las rutinas que practican. Este frame será completamente invisible para un observador exterior que sólo tenga acceso a algunos fragmentos del contenido del intercambio. Lo cual no afecta en lo más mínimo el funcionamiento de la máquina de producción social de signos; por el contrario, parece estimularlo: los 251.287 documentos secretos de esta ola de filtraciones, están produciendo a su vez millones de otros documentos públicos que provocarán miles y miles de nuevos intercambios “secretos” que modificarán sin duda las prácticas del espionaje, las relaciones entre países y el destino político de tales o cuales figuras públicas.
Inesperada dimensión pedagógica de la Red: permite percibir con gran claridad algunas de las leyes fundamentales de la producción social de los signos y las relaciones de esta producción con el poder, con la gestión, con las identidades, con las reputaciones, con las ambiciones. Buena noticia.
*Profesor plenario, Universidad de San Andrés
Un problema importante y complicado en el campo de la comunicación es el de las propiedades de las diferentes materializaciones de los mensajes, y sobre todo la cuestión de las consecuencias del pasaje de una materialidad a otra (por ejemplo, el paso de una frase dicha oralmente, a su transcripción escrita). Muchos de estos documentos “confidenciales” presuponen esa transformación, que por sí sola plantea numerosos interrogantes. Los más obvios se refieren a la fidelidad de la transcripción y al contexto, verbal y no verbal, del intercambio original sobre el que se informa. Daré un ejemplo relacionado simplemente con la cotidianeidad contemporánea, que tal vez tenga la ventaja de mitigar el entusiasmo que suelen provocar las nuevas tecnologías. En la comunicación entre personas, el pasaje de la oralidad a la escritura supone una enorme pérdida de información. Esto está ocurriendo hoy en día dado que, en la comunicación interpersonal (íntima, familiar, profesional o lo que fuere) el correo electrónico y los mensajes de texto están reemplazando masivamente al uso del teléfono. Supongamos que le quiero hacer a alguien que conozco una pregunta cuya respuesta es muy importante para mí. Si llamo a la persona en cuestión y le hago la pregunta por teléfono, los segundos de silencio, el tono de voz, el fraseo, las hesitaciones, la acentuación, las muletillas, la reiteración, eventualmente los lapsus, son informaciones extremadamente importantes que me permitirán evaluar la respuesta, sobre todo porque se trata en su mayoría de mecanismos inconscientes, muy difíciles de controlar en el ida y vuelta de una conversación en tiempo real. Esa es la masa de informaciones que pierdo si mando mi pregunta por mail o en un mensaje de texto; le estoy dando además a mi destinatario el tiempo necesario para pensar cuidadosamente todos los aspectos de su respuesta.
Por otra parte, los intercambios entre funcionarios de inteligencia y contrainteligencia están sometidos a las mismas condiciones que cualquier intercambio entre seres humanos. Una de ellas es la que el gran sociólogo Erving Goffman llamaba el frame (el marco) de la interacción: una configuración de hipótesis implícitas que cada interlocutor tiene acerca del otro, como resultado de la acumulación en el tiempo de sus intercambios anteriores y de otros múltiples factores vinculados con los presupuestos de las rutinas que practican. Este frame será completamente invisible para un observador exterior que sólo tenga acceso a algunos fragmentos del contenido del intercambio. Lo cual no afecta en lo más mínimo el funcionamiento de la máquina de producción social de signos; por el contrario, parece estimularlo: los 251.287 documentos secretos de esta ola de filtraciones, están produciendo a su vez millones de otros documentos públicos que provocarán miles y miles de nuevos intercambios “secretos” que modificarán sin duda las prácticas del espionaje, las relaciones entre países y el destino político de tales o cuales figuras públicas.
Inesperada dimensión pedagógica de la Red: permite percibir con gran claridad algunas de las leyes fundamentales de la producción social de los signos y las relaciones de esta producción con el poder, con la gestión, con las identidades, con las reputaciones, con las ambiciones. Buena noticia.
*Profesor plenario, Universidad de San Andrés
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