martes, 19 de marzo de 2013

del blog de artemio lopez

los tres bergoglio : con luis d'elia y leo cofre en cooperativa.



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la prensa derechista española se prepara para enfrentar una década de malaria ... criticando a cristina, claro


Modelos de tapas para la opo, gratarola. De nada!

dejando atrás viejos sapitos !!


 
Malvinas, la Patria Grande y un clima de armonía en el almuerzo entre el papa y Cristina

El almuerzo que ofreció el papa Francisco a la Presidenta en la residencia de Santa Marta del Vaticano tuvo como rasgo distintivo el clima de armonía, respeto y emoción, aunque también de señales políticas indudables.

fin de una era

Leemos en Télam:

Martínez de Hoz ha muerto, sepultemos al neoliberalismo

La muerte del ex Ministro de Economía de la última dictadura militar sirve para revisar la trama de racionalidad económica de aquella época, que aún hoy persiste con el objetivo de torcer el rumbo socioeconómico del modelo iniciado en 2003.

Martínez de Hoz anuncia el núcleo de sentido del plan económico.


En medio del impacto por la noticia del Papa, quedó en segundo plano que José Alfredo Martínez de Hoz, ex ministro de Economía de la última dictadura cívico-militar, falleció esta semana en la Capital Federal, a los 87 años, mientras cumplía arresto domiciliario.


Las consecuencias socioeconómicas e impacto sobre la estructura social que trajo como resultado su plan económico fueron enormes y parece ser entonces un momento oportuno para recordar.

Se trata de observar la trama de racionalidad económica de hierro de aquellos años de plomo, que aún hoy y con muy pocas variantes, se empecina en torcer el rumbo socioeconómico del modelo que a partir de mayo de 2003 se transformó en el sepulturero del neoliberalismo en nuestro país.

Veamos las consecuencias sociales del “Plan Martínez de Hoz” más de cerca, analicemos El otro golpe. Advierte Eduardo Basualdo : “En marzo de 1976, la dictadura militar modificó el régimen social interrumpiendo la industrialización basada en la sustitución de importaciones que en ese momento se encontraba en los albores de su consolidación. El nuevo régimen estuvo en consonancia con el orden neoliberal que acabó con la economía mundial surgida de la posguerra y se sustentó en la valorización financiera, cuyo predominio en el país se prolongó hasta el año 2001”.

Esta columna se propone analizar la estructura social metropolitana y sus transformaciones desde el año 1974 hasta el año 1980, en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC. Se trata de observar el impacto que sobre la morfología social argentina tuvieron las decisiones de política económica que, centrada en la valorización financiera del capital, fue impuesta por la dictadura militar.

El análisis se circunscribe a la región metropolitana porque es la única que posee memoria estadística oficial desde mediados de los años setenta. Pero, por el peso de esta región donde reside el 36% de la población y se realiza más del 50% del ingreso nacional, el estudio resulta representativo de lo ocurrido en todo el país.

Analizando específicamente las transformaciones acontecidas en la estructura social nacional entre los años 1974 y 1980, el gráfico N° 1 muestra la estructura social correspondiente a la zona metropolitana, representativa del conjunto nacional para octubre de 1974, desagregados los diversos sectores sociales en orden a sus ingresos por hogar.

Pirámide de estratificación social metropolitana 1974 - Gráfico 1

IndigentePobresMediobajoMedioplenoMedioalto
Encuesta Permanente de Hogares (EPH) - Octubre 1974

Como se observa, la estructura social configurada en el mes de octubre del año 1974, en las postrimerías del modelo industrial sustitutivo inaugurado en su segunda fase en la segunda mitad del siglo pasado, y según los datos de aquella Encuesta Permanente de Hogares, mostraba características de muy bajos niveles de pobreza e indigencia que impactaban sobre el 6 % y el 2% de la población, respectivamente.

Por otra parte, se constituía un muy amplio sector de clase media plena y media alta, equivalente en conjunto al 78% de la población metropolitana, mientras el restante 15% de la población superaba la línea de pobreza aunque no la duplicaba, por lo cual se ubicaba en el segmento medio bajo en riesgo de empobrecimiento.

Cabe acotar, por último, que la totalidad de los segmentos indigentes, pobres y medios bajos en riesgo inminente de pobreza, agregaban además, en el año 1974, pobreza estructural o de Necesidades Básicas Insatisfechas, en particular por la insatisfacción de las condiciones de hábitat (casa con paredes y piso de material apta para vivienda) y saneamiento (ausencia de baño o retrete con descarga de agua al interior de la vivienda).

La brecha de ingresos entre el 10% más pobre y más rico superaba apenas las 12 veces, el coeficiente GINI era muy bajo, 36,42, en tanto el desempleo abierto apenas alcanzaba al 2,8% y el trabajo informal al 17,2%.

En el gráfico Nº 2 se observa la transformación impresa a la estructura social metropolitana por las prácticas económicas neoliberales impulsadas al calor de la última dictadura militar , ya en la madurez del proceso de cambio estructural, mediante la información de la Encuesta Permanente de Hogares de la región metropolitana realizada en octubre de 1980 por el INDEC.

Pirámide de estratificación social metropolitana 1980 - Gráfico 2
IndigentePobresMediobajoMedioplenoMedioalto
Encuesta Permanente de Hogares (EPH) - Octubre 1980
La desarticulación del régimen industrial sustitutivo y su reemplazo por el de valorización financiera por parte de la última dictadura militar supuso en sus orígenes triplicar los niveles de pobreza e indigencia hasta alcanzar el 20% y el 4,3%, respectivamente, al tiempo que desmoronó a los estratos medios altos y medios plenos que, si en el año 1974 representaban el 78% de la población, en 1980 apenas expresaban el 38% de los residentes en la región metropolitana. En sentido contrario, la clase media baja, en riesgo de empobrecimiento, creció complementariamente 130% en apenas un lustro, pasando de representar el 16% al 37% de la población metropolitana, mostrando el derrotero de empobrecimiento de las franjas medias plenas y medias altas durante la dictadura que en un 52% descendieron al estamento medio bajo.

Retomando el análisis de la estructura social metropolitana del año 1980, y como modalidad específica del colosal proceso de transformación social con vértice en la desarticulación de la clase media, que generó el plan de Martínez de Hoz, considérese que mientras la brecha de ingresos polar ente el 10% más rico y más pobre de los perceptores de ingresos se mantuvo constante, el desmoronamiento de los sectores medios plenos y altos se patentiza en el enorme crecimiento del coeficiente GINI en dirección a mayor desigualdad.
"Paradojas de los procesos históricos, este sector medio alto, que resultó el de mayor deterioro socioeconómico durante el proceso dictatorial, fue el que, inicialmente y por un largo tiempo, ofertó los mayores niveles de legitimidad social a la dictadura".

El GINI pasa de 0,3642 a 0,4134 en tan sólo cinco años, producto fundamental del nivel inflacionario superior al 87% anual promedio, sin correcciones salariales por clausura de toda actividad sindical como medida de disciplinamiento ampliada a todos los trabajadores que estaban efectivamente sindicalizados, puesto que el trabajo informal alcanzaba al 15,8%, sin modificaciones sustantivas respecto de la etapa anterior e incluso con leve descenso.

En este contexto de brecha estable, un crecimiento del 13% en el coeficiente GINI en sólo cinco años, señala claramente la enorme magnitud de la concentración de ingresos con correlato en el empobrecimiento acelerado y profundo de los sectores medios.

El mecanismo de deterioro social masivo resultó el proceso inflacionario que registró, en promedio entre los años 1976 y 1980, un 181% acumulado anual con un mínimo de 87,6% y un máximo de 347,5%.

La sistematicidad y profundidad de la inflación se constituyó rápido en el dispositivo central de empobrecimiento de vastos sectores comunitarios, asalariados, empleados, profesionales bajo relación de dependencia, en un contexto político de clausura sindical, disolución de la CGT, intervención de los sindicatos, clausura de las actividades gremiales, la eliminación del derecho de huelga y el cese de las discusiones salariales a punto que, como señala Adolfo Canitrot, el salario real cayó entre 1974 y 1983 un 18%.

Queda claro con datos de la Encuesta Permanente de Hogares que, desde el punto de vista socioeconómico, la dictadura militar inició el ciclo de empobrecimiento masivo de los sectores medios vía congelamiento de salarios, viabilizado por la clausura absoluta de toda actividad sindical, combinada con altos niveles de inflación.

Se puede afirmar que la dictadura militar de mediados de los años setenta, a la par de practicar el terrorismo estatal con sus secuelas de desapariciones, exilios, represión y muertes, sosteniendo a sangre y fuego el plan neoliberal de Martínez de Hoz puso fin al perfil socioeconómico tradicional de país integrado con amplios segmentos de ingresos medios en su composición social que distinguieron a la Argentina del resto de los países latinoamericanos, desde mediados del siglo XX . El neoliberalismo explícito del plan económico que ejecutara José Alfredo Martínez de Hoz es responsable principal del tipo de país socialmente desintegrado y asimétrico que se consolidó con la recuperación democrática, y cuyos rasgos fundamentales, en particular el nivel de empobrecimiento por ingresos, perduraban hasta el inicio de la reversión del ciclo de pobreza en mayo del año 2003.

De esta forma, ya no solo los ensayos teóricos y análisis particulares de la etapa, sino los datos empíricos oficiales suministrados por la Encuesta Permanente de Hogares del año 1980, prueban la centralidad de la última dictadura en las transformaciones socioeconómicas de los últimos treinta años, en particular la declinación de los segmentos de ingresos medios, y muestran de manera inequívoca el tipo de formato estatal terrorista que requirió la implantación y desarrollo del modelo neoliberal que dominó, con breves excepciones, toda la etapa de recuperación democrática en nuestro país hasta la llegada de Néstor Kirchner al gobierno.

En este sentido, si bien resulta indudable el carácter de “revancha clasista” dado por diversos autores al formato de estado terrorista expresado en la clausura de toda actividad gremial y la persecución asesina de las organizaciones de trabajadores, junto al secuestro y muerte de miles de dirigentes gremiales, es conceptualmente parte de la verdad suponer que los efectos de esta política afectaron con mayor intensidad a los sectores populares en general y a los trabajadores en particular ubicados, en el año 1974, entre los segmentos de ingresos medios plenos y bajos.

Esa situación de deterioro de las condiciones materiales de existencia de los trabajadores fue real, sin duda, pero, el análisis de las modificaciones en la estructura social muestra que el sector de mayor transferencia de ingresos hacia la cúpula de la pirámide social fue el sector medio en general y en particular el segmento medio alto.

Estos segmentos medio y medios altos estaba compuesto, a mediados de los setenta, por pequeños y medianos comerciantes e industriales, profesionales independientes y un segmento minoritario de los trabajadores industriales mejor pagos, que, de representar el 38% de la estructura social metropolitana en 1974, se angostó a sólo al 10% en 1980, en pleno desarrollo de las prácticas económicas de Martínez de Hoz

Paradojas de los procesos históricos, este sector medio alto, urbano en su mayoría, con altos niveles educativos y bien informado, que resultó el de mayor deterioro socioeconómico durante el proceso dictatorial, fue el que, inicialmente y por un largo tiempo, ofertó los mayores niveles de legitimidad social a la dictadura en general y el neoliberalismo económico en particular.

Los segmentos medios y medios altos, analizados como sector social , en líneas generales aún asigna legitimidad si no al golpe de Estado del año 1976 sí a la "madre de todas las batallas" del plan de la última dictadura anunciada con claridad por Alfredo Martínez de Hoz en el video de apertura:  El rechazo sin mediaciones al “intervencionismo estatizante y agobiante de la actividad económica”, tal como gustaba apostrofar el hoy finado

3/18/2013

el papa francisco y la tercera posición




NUEVO PAPA
 
MI ALEGRIA Y ESPERANZA EN FRANCISCO
 
“Ni Yanquis ni Marxistas, Peronistas”
 
Eduardo Di Cola*
 
La fortaleza económica-militar, la carrera armamentista, el peso de las grandes corporaciones en manos privadas o del estado, la influencia que ello provocaba en los ámbitos de generación de ideas y pensamientos y la infiltración ideológica, operaban para la lógica del fortalecimiento bipolar en el mundo post Segunda Guerra Mundial.
 
Era el mejor negocio para Estados Unidos y la entonces URSS. Se repartieron el mundo, avasallaron soberanías e identidades culturales. A través de la guerra fría mantenían un equilibrio inestable tomando la precaución que si en alguna circunstancia se transformaba en caliente fuera lejos de sus fronteras.
 
Cualquier intento ideológico de generar visiones distintas era rápidamente estigmatizado por ambos bandos simultáneamente. Los capitalistas los acusaban de comunistas, y los comunistas de nazis y fachos.
 
Lo cierto que tanto para los países periféricos de la cortina de hierro como para los de este lado del mundo la realidad era la misma. En ambos nos necesitaban como proveedores de energía y alimentos baratos, además de abrir nuestros mercados internos para sus productos industrializados. En otras palabras, en aras de sus propios desarrollos impedían el nuestro.
 
La guerra fría era la excusa perfecta de las dos superpotencias para intervenir en la vida interna de los países de sus respectivas áreas de influencias. Lo hacían a través de sus aliados domésticos o invadiéndolos directamente.
 
En ese escenario internacional nació el Justicialismo como Tercera Posición. En un mundo que se dividía en capitalistas y comunistas, los justicialistas no éramos ni lo uno ni lo otro. Consideramos al capitalismo como la explotación del hombre por el capital y al comunismo como la explotación del individuo por el Estado.
 
Para el Justicialismo el hombre no es un individuo aislado y manipulable, ni un instrumento dentro de un gran y perverso engranaje colectivo, sino que es un ser que vive en sociedad, que libremente se desarrolla, constituye su familia, las sociedades intermedias, el Estado y sus asociaciones.
 
En el orden económico, la Tercera Posición es la liberación de los extremos perniciosos, como lo son una economía excesivamente libre y otra excesivamente dirigida, para adoptar un sistema de economía social al que se llega colocando al capital al servicio de la economía y la economía al servicio del hombre.
 
En ese escenario no era casual que una de nuestras consignas fuera: “Ni Yanquis Ni Marxistas, PERONISTAS”. Cabe recordar que buena parte de la doctrina Justicialista encuentra fundamento en la Doctrina Social de la Iglesia.
 
Para el marxismo “el hombre es el ser supremo para el hombre”, lo que implicaba el fin de todas las religiones. En ese sentido Marx sostenía: “la religión es el suspiro de la criatura oprimida, el sentimiento de un mundo sin corazón, el espíritu de una situación carente de alma. Es el opio del pueblo”. En igual sentido Engels explicaba que cuando la sociedad adopte el socialismo y tome posesión de todos los medios de producción utilizándolos en una economía planificada, se eliminará la esclavitud económica de la clase obrera y la religión misma desaparecerá.
 
La realidad marcó que enormes masas de trabajadores adhirieron al marxismo obligando a intelectuales de la Iglesia a reconocer que se habían dado las condiciones por el abandono moral y religioso de la iglesia frente al liberalismo.
 
En ese mundo bipolar la Iglesia debió defenderse del ateísmo marxista. Sus principios fundantes y el propio instinto de supervivencia la condujo a que naturalmente se alineara en el único lugar que podía hacerlo. Pero también es cierto que generó en sus máximas expresiones una dirigencia y un sistema de recambio de cuadros que en sus cúpulas terminó demasiada comprometida con un sistema económico social que nada tiene que ver con su Doctrina Social. 

En muchos lugares fueron funcionales del capital concentrado multinacional aliados a minorías oligárquicas locales, confrontando con movimientos nacionales que a la par de operar como un freno al marxismo, encontraban en la doctrina social de la iglesia a unos de sus fundamentos ideológicos, por ej. el peronismo en nuestro país. Esta situación lamentablemente se repitió en Latinoamérica.
Naturalmente no fueron todos, me estoy refiriendo a parte de un grupo dirigencial que tenía la mayor responsabilidad de decisión.
 
La caída del muro pasó desapercibida para esa dirigencia. No han leído correctamente aún que el mundo bipolar ya es historia desde hace muchos años, y que ha habido un desplazamiento de parte del poder hacia la periferia. La Iglesia y el propio sistema capitalista enceguecido por la avaricia de la renta fácil lograda con la especulación, ya no están amenazados desde afuera. El marxismo ha dejado de ser el peligro. El enemigo está adentro.
 
Visto desde el marxismo había que derrotar a las religiones y al capitalismo.
 
Desaparecido el marxismo, al catolicismo y al capitalismo hay que salvarlo del neoliberalismo.
En el mundo y especialmente en Europa son millones los que se sienten abandonados en las manos de los intereses más mezquinos y concentrados que los destruye como persona y como Ser esencialmente social.
 
En definitiva, hoy la revolución debe ser en paz y en el marco de las ideas. La consigna es: “derrotar al neoliberalismo”.
 
La Doctrina Social de la Iglesia, el Justicialismo y La Tercera Posición que Perón nos enseñara hace más de sesenta años, son las herramientas con que contamos.
 
Esta es la gran esperanza que como creyente y católico practicante además de peronista, he depositado en el Papa Francisco.
 
*Diputado Nacional (MC)

y ya lo ve hay una sola jp! jesuita y peronista...


Los tres Bergoglio: Político, Pastor y Papa

Un recorrido por la trayectoria política del flamante papa Francisco, tanto en su vínculo con el Estado como dentro de la estructura de la iglesia católica. Su raigambre jesuita y peronista es desde donde se puede empezar a leer su costado de reformador social que hoy todos alaban.


Su formación juvenil inclinó a Jorge Bergoglio a una estrecha relación con el Peronismo, que había adoptado la Doctrina Social de la Iglesia. Así colaboró en los 70 con una organización conocida como Guardia de Hierro, en la formación de sus cuadros dirigentes. Fe en el mando, fue uno de los preceptos de esa organización, conocida por su verticalidad, disciplina y formación cultural, social y política y es compatible con la incondicionalidad de los jesuitas al servicio del papa.

En ese espíritu político y religioso de PJ (Peronista y Jesuita) el ayer cardenal hoy papa formalizó doctrinaria y políticamente su hoy muy aplaudido y más publicitado costado de reformador social.

Tributa a su formación política original la torsión local que su conducción imprimió sobre el paradigma tradicional de la orden jesuítica, que más allá de la geografía nacional siempre orientó sus prácticas con centro en los sectores sociales más vulnerables, aunque la práctica pastoral jesuita habitual se concreta siempre lejos del compromiso estatal.

En nuestro país sin embargo, si bien sin descuidar su vínculo con los sectores vulnerables y como buen cuadro peronista clásico, el ahora papa Francisco orientó sus desvelos a construir vínculos con y hacia el aparato de estado.
"En ese espíritu político y religioso de PJ (Peronista y Jesuita) el ayer cardenal hoy papa formalizó doctrinaria y políticamente su hoy muy aplaudido y más publicitado costado de reformador social."

Vínculos que tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández de Kirchner siempre condicionaron, al sostener la primacía de la política por sobre cualquier interés de corporación, la iglesia católica entre ellas, supremacía que el entonces Cardenal nunca aceptó de buen grado.

Sucede que Jorge Bergoglio, al igual que tantos peronistas formados o no en Guardia de Hierro, desconociendo la tradición jesuítica a la que renunció, no se podía pensar ni a él ni a su institución "por fuera" del aparato de estado.

Obturada su búsqueda de un vínculo estatal orgánico, el entonces Cardenal se lanzó a construir la unidad de la oposición y a liderarla, manteniendo una relación radial con amplios sectores que adversaron al oficialismo, en especial en su momento de mayor debilidad político-electoral durante los años 2008 y 2009, unidad opositora sostenida en su firme convicción sobre la posibilidad de organizar lo disperso, otra certeza peronista tradicional: Conducir es conducir el caos.

Si lograba su cometido el Cardenal imaginaba un nuevo vínculo orgánico Iglesia-Estado post crisis, anclado a un nuevo sistema de liderazgo moral en el país, que bien podía orientar a futuro el curso de la acción política, como lo ha hecho la iglesia católica en otras oportunidades que le tocó enfrentar al peronismo, por otra parte.

Falló drásticamente en su cometido político. Sobrevino como marca de la pifia la ley de matrimonio igualitario, conocida como “la 125 de Bergoglio”, y la Ley de identidad de género, síntomas específicos de ese intento fallido de unificar a la oposición y finalmente llegó el broche de oro a su malograda tarea: la recuperación electoral del FPV en 2011, aún por sobre los niveles de 2007 y la oposición con un grado de dispersión inédito en la historia electoral reciente y sin conducción a la vista donde la diferencia entre el FPV y la segunda fuerza constituyó el segundo récord nacional solo superado por décimas por la Fórmula Perón-Perón en 1973.

En su tarea pastoral su efectividad fue controversial. Considerando un indicador duro para evaluar la eficacia pastoral como es en general la pertenencia religiosa de la comunidad, y más específicamente la aceptación de la representación institucional de la creencia de pertenencia, la tarea pastoral de Jorge Bergoglio muestra contrastes.

Al respecto los resultados de la Primera Encuesta Sobre Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina, realizada por investigadores del CONICET en el año 2008 bajo la dirección del ex decano de la Faculta de Sociología, Fortunato Mallimaci, resultan muy interesantes: el 76,5 % de la población se reconoce católica, lo que resulta una frecuencia muy alta, aún para la región latinoamericana, pero sólo un tercio de los que se definen católicos se siente contenido institucionalmente por la Iglesia, lo que resulta crítico aún para las medias regionales conocidas.

En efecto, según la encuesta, del total de quienes creen en Dios el 61,1 por ciento dice relacionarse por su propia cuenta y sólo el 23,1 lo hace a través de una institución eclesial.
"En fin , que si no en la política nacional, donde sus incursiones fallaron y con claros y oscuros en el cumplimiento de los objetivos de su tarea pastoral, en la construcción y acumulación personalísima de poder al interior de la Iglesia Católica, sí que Jorge Bergoglio fue el mejor."

Jorge Bergoglio desplegó su mayor éxito en la construcción de poder al interior de la jerarquía de la iglesia católica. A los 17 años, durante una visita a la iglesia porteña de San José de Flores, decide confesarse y se acerca a un sacerdote. Según relata el libro El Jesuita, en ese momento descubrió su vocación religiosa, pero decidió mantenerlo en silencio hasta estar totalmente seguro. Se graduó del colegio como técnico en química y trabajó en un laboratorio de Buenos Aires. A los 21 años decidió entrar al seminario de los jesuitas en Villa Devoto, inspirado por el espíritu misionero y por lo que él califica como “su condición de fuerza de avanzada de la Iglesia”.

Durante los primeros cuatro años, su madre no lo visitó, pues no compartía su decisión. En esa misma época sufrió una grave pulmonía que obligó a extirparle un pulmón, lo que redujo para siempre su capacidad física. Según ha contado, la experiencia fortaleció su fe. El 11 de marzo de 1958 continuó con sus estudios en Chile, en el Seminario Jesuita de Santiago, que se encuentra en la casa de retiro de San Alberto Hurtado. Ahí se dedicó a profundizar sus estudios de griego, literatura, latín e historia. Una breve síntesis de su trayectoria eclesial es esta que ofrece el Diario La Tercera de Chile:

"En 1969, a los 32 años, fue ordenado sacerdote. Al año siguiente viajó a España, al hogar jesuita de Alcalá de Henares. En 1973 profesó sus votos perpetuos y a mediados de año, con sólo 36 años, fue elegido jefe provincial de la Orden Jesuita en Argentina, cargo que ejerció hasta 1979 y coincidió con los primeros tres años de la dictadura de Jorge Rafael Videla. Durante su vida como jesuita mantuvo lazos con el Movimiento Comunión y Liberación (dedicado a la educación cristiana).

"En 1980 asumió labores como rector de la Facultad de Filosofía y Teología de San Miguel, y como párroco de la parroquia Patriarca San José en la diócesis de San Miguel, en Buenos Aires. En 1986 partió a Alemania, a concluir su tesis doctoral y después fue destinado al colegio El Salvador de Buenos Aires. En 1990 asumió como director y confesor de la iglesia de la Compañía de Jesús en Córdoba, donde estuvo dos años. Hasta 1992, Bergoglio era un outsider dentro de la Curia de su país, pero ese año fue nombrado obispo auxiliar de Buenos Aires por el cardenal Antonio Quarracino.

"La designación causó sorpresa, pues Bergoglio no tenía una “carrera” dentro de la jerarquía eclesial. En 1998, cuando el cardenal Quarracino murió, Bergoglio se transformó en el primer jesuita al mando de la Curia porteña. Pero no por eso cambió sus costumbres: de hecho, siguió viajando en colectivo y subte  y viviendo en el hogar sacerdotal. Renuncio a vivir en la arzobispal de Olivos."

En la Curia porteña residía el Cardenal hasta que viajó a Roma a la espera de la fumata blanca tras la renuncia de Benedicto XVI que lo ungiera el pasado miércoles como el papa 266.

En fin que si no en la política nacional, donde sus incursiones fallaron y con claros y oscuros en el cumplimiento de los objetivos de su tarea pastoral, en la construcción y acumulación personalísima de poder al interior de la Iglesia Católica, sí que Jorge Bergoglio fue el mejor y tan exitoso que finalmente Habemus Papam.

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