Programa de gobierno
Por Washington Uranga
La homilía con la que el papa Francisco inauguró su pontificado ayer en Roma se colocó en línea con lo que fueron sus declaraciones desde que asumió el papado y con los mensajes que hasta el momento ha dado al mundo, inclusive con la elección del nombre que llevará como máxima autoridad de la Iglesia Católica. Fue su presentación formal ante el mundo y puede decirse que allí fijó los lineamientos de lo que será su programa de gobierno en la Iglesia.
En una alocución breve –inusual para este tipo de ceremonias–, Bergoglio hizo un llamado a “custodiar la belleza de la Creación”, en lo que puede entenderse como una apelación ecológica, y extendió esa tarea a “todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social”.
Habló también del poder. Reconoció que el Papa tiene poder, pero insistió en que “el verdadero poder es el servicio”. Un recado reiterado hacia el interior de la Iglesia. Bergoglio no se nombra a sí mismo como Papa sino como “obispo de Roma”, intentando transmitir el mensaje de que él es “primero entre iguales”, como lo dice la Iglesia, pero es igual al resto de los obispos. Y, la consecuente lectura, que la responsabilidad del gobierno de la Iglesia es una tarea compartida por todos aquellos que tienen cargos de conducción, es decir, por la “colegialidad episcopal”.
La tercera línea de su discurso apuntó a subrayar el sentido de la esperanza. “Ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza.” Antes y después de esa afirmación había reivindicado “la ternura”, que “no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor”.
Por último, llamó a “custodiar a todos, especialmente a los más pobres” y se autoadjudicó él mismo esa tarea, en cuanto éste es “un servicio que el obispo de Roma está llamado a desempeñar”.
Si la primera homilía del papa Francisco puede tomarse como los lineamientos que guiarán su pontificado, habría que señalar que el tema de la ecología, el de la responsabilidad de los dirigentes en la custodia del ambiente y en la preocupación por los semejantes y la atención a los más pobres constituyen ejes de esa propuesta, que ahora deberá traducirse en iniciativas prácticas, en orientaciones para la Iglesia Católica en todo el mundo.
Un diario italiano publicó ayer un anticipo que, de confirmarse, estaría dando un nuevo indicio de la orientación del papa Francisco. La primera beatificación –paso previo al reconocimiento como santo por la Iglesia–- que decidiría Bergoglio sería la del sacerdote argentino Juan de Dios Murias, secuestrado y asesinado junto al también cura Gabriel Longueville el 18 de julio de 1976. Ambos sacerdotes trabajaban en La Rioja, en la localidad de El Chamical, y antes de ser asesinados fueron brutalmente torturados. El obispo de La Rioja era entonces Enrique Angelelli, muerto en un atentado el 4 de agosto de ese mismo año, cuando regresaba del entierro de los curas.
Por el crimen de los dos sacerdotes la Justicia condenó recientemente al ex general Luciano Benjamín Menéndez, al vicecomodoro Luis Estrella y al policía Domingo Vera.
La jerarquía de la Iglesia Católica en Argentina demoró años en reconocer la muerte en martirio de los sacerdotes y del propio Angelelli, por quienes apenas hace tres años se iniciaron los trámites para solicitar a Roma la canonización.
En una alocución breve –inusual para este tipo de ceremonias–, Bergoglio hizo un llamado a “custodiar la belleza de la Creación”, en lo que puede entenderse como una apelación ecológica, y extendió esa tarea a “todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social”.
Habló también del poder. Reconoció que el Papa tiene poder, pero insistió en que “el verdadero poder es el servicio”. Un recado reiterado hacia el interior de la Iglesia. Bergoglio no se nombra a sí mismo como Papa sino como “obispo de Roma”, intentando transmitir el mensaje de que él es “primero entre iguales”, como lo dice la Iglesia, pero es igual al resto de los obispos. Y, la consecuente lectura, que la responsabilidad del gobierno de la Iglesia es una tarea compartida por todos aquellos que tienen cargos de conducción, es decir, por la “colegialidad episcopal”.
La tercera línea de su discurso apuntó a subrayar el sentido de la esperanza. “Ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza.” Antes y después de esa afirmación había reivindicado “la ternura”, que “no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario: denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención de compasión, de verdadera apertura al otro, de amor”.
Por último, llamó a “custodiar a todos, especialmente a los más pobres” y se autoadjudicó él mismo esa tarea, en cuanto éste es “un servicio que el obispo de Roma está llamado a desempeñar”.
Si la primera homilía del papa Francisco puede tomarse como los lineamientos que guiarán su pontificado, habría que señalar que el tema de la ecología, el de la responsabilidad de los dirigentes en la custodia del ambiente y en la preocupación por los semejantes y la atención a los más pobres constituyen ejes de esa propuesta, que ahora deberá traducirse en iniciativas prácticas, en orientaciones para la Iglesia Católica en todo el mundo.
Un diario italiano publicó ayer un anticipo que, de confirmarse, estaría dando un nuevo indicio de la orientación del papa Francisco. La primera beatificación –paso previo al reconocimiento como santo por la Iglesia–- que decidiría Bergoglio sería la del sacerdote argentino Juan de Dios Murias, secuestrado y asesinado junto al también cura Gabriel Longueville el 18 de julio de 1976. Ambos sacerdotes trabajaban en La Rioja, en la localidad de El Chamical, y antes de ser asesinados fueron brutalmente torturados. El obispo de La Rioja era entonces Enrique Angelelli, muerto en un atentado el 4 de agosto de ese mismo año, cuando regresaba del entierro de los curas.
Por el crimen de los dos sacerdotes la Justicia condenó recientemente al ex general Luciano Benjamín Menéndez, al vicecomodoro Luis Estrella y al policía Domingo Vera.
La jerarquía de la Iglesia Católica en Argentina demoró años en reconocer la muerte en martirio de los sacerdotes y del propio Angelelli, por quienes apenas hace tres años se iniciaron los trámites para solicitar a Roma la canonización.
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