LA OPINIÓN DE LOS ESPAÑOLES SOBRE ALEMANIA
Egoísmo en vez de liderazgo
El 74% de los encuestados dice que Berlín solo defiende sus propios intereses
En el momento actual, Alemania, como país, sigue conservando en conjunto una imagen ampliamente positiva en la sociedad española. De hecho, y a pesar de una importante pérdida de 26 puntos en su saldo evaluativo global en relación con hace dos años, para los españoles sigue ocupando el primer lugar entre los países europeos, empatada ahora, eso sí, con la Francia de Hollande. Solo Estados Unidos —gracias sin duda al sostenido apoyo que nuestra ciudadanía presta al presidente Obama— supera su evaluación.
Los españoles parecen distinguir así, con claridad, al país de las concretas acciones en cada momento de su Gobierno: de ahí que, al mismo tiempo, la canciller Merkel, la segunda figura política mejor evaluada por los españoles (detrás de Obama) no hace todavía un año, haya pasado ahora a un sexto lugar y con una puntuación de 4.1, inferior en 1,5 puntos a la que conseguía en octubre de 2011. Su caída de imagen es la más importante en el contexto de la Unión Europea: Durão Barroso pierde tres décimas en relación con su evaluación de hace 11 meses, la Unión Europea, en su conjunto, cae nueve décimas y el Banco Central Europeo, 1,2 puntos. Con Hollande y sobre todo con Monti mejoran, en cambio, las evaluaciones que obtenían entre los españoles el anterior jefe del Ejecutivo de Italia y el presidente de Francia (Berlusconi y Sarkozy, respectivamente).
La abrupta pérdida de imagen en la sociedad española de Angela Merkel parece tener una causa clara: tres de cada cuatro españoles piensan que la forma en que está actuando su Gobierno en relación con España no responde a la defensa del bien común —entendiendo por tal, en este caso, lo mejor y más conveniente para el conjunto de la Unión Europea— sino a la defensa fundamentalmente, y ante todo, de los exclusivos intereses de la economía alemana. De algún modo, nuestra ciudadanía parecería estar reprochándole que en vez de asumir, como parecería entendible y sería esperable, el liderazgo europeo se esté limitando al concreto y específico papel de jefe del Gobierno del que sin duda es el principal país de la Unión.
Los españoles parecen distinguir así, con claridad, al país de las concretas acciones en cada momento de su Gobierno: de ahí que, al mismo tiempo, la canciller Merkel, la segunda figura política mejor evaluada por los españoles (detrás de Obama) no hace todavía un año, haya pasado ahora a un sexto lugar y con una puntuación de 4.1, inferior en 1,5 puntos a la que conseguía en octubre de 2011. Su caída de imagen es la más importante en el contexto de la Unión Europea: Durão Barroso pierde tres décimas en relación con su evaluación de hace 11 meses, la Unión Europea, en su conjunto, cae nueve décimas y el Banco Central Europeo, 1,2 puntos. Con Hollande y sobre todo con Monti mejoran, en cambio, las evaluaciones que obtenían entre los españoles el anterior jefe del Ejecutivo de Italia y el presidente de Francia (Berlusconi y Sarkozy, respectivamente).
La abrupta pérdida de imagen en la sociedad española de Angela Merkel parece tener una causa clara: tres de cada cuatro españoles piensan que la forma en que está actuando su Gobierno en relación con España no responde a la defensa del bien común —entendiendo por tal, en este caso, lo mejor y más conveniente para el conjunto de la Unión Europea— sino a la defensa fundamentalmente, y ante todo, de los exclusivos intereses de la economía alemana. De algún modo, nuestra ciudadanía parecería estar reprochándole que en vez de asumir, como parecería entendible y sería esperable, el liderazgo europeo se esté limitando al concreto y específico papel de jefe del Gobierno del que sin duda es el principal país de la Unión.
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