La adolescente que desafió a los
nazis
El periodista Antonio G. Iturbe
publica la novela 'La bibliotecaria de Auschwitz'
El libro narra la gesta de la joven
que custodió los libros que leían los niños del campo
nazi
Manuel Morales
— Madrid — 25 SEP 2012
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Ponerse a leer en medio del mayor horror que
ha padecido la humanidad en el siglo XX; coger un libro y disfrutarlo mientras
cientos de personas mueren cada día a tu alrededor: unos convertidos en
esqueletos por el hambre, otros reventados por la enfermedad, muchos gaseados…
Sin embargo, un grupo de niños y adultos del campo de exterminio nazi de
Auschwitz-Birkenau consiguió durante
los primeros meses de 1944 leer de manera clandestina un reducido grupo de
libros que, custodiados por una joven de 14 años, Dita Kraus, se convirtió en
una minibiblioteca. El periodista Antonio G. Iturbe (Zaragoza, 1967) ha novelado
en La
bibliotecaria de Auschwitz (Planeta) esa gesta basada en hechos
reales.
La primera noticia que tuvo Iturbe, director
de la revista Qué
leer, de este episodio en el campo de
exterminio fue hace cuatro años a través del libro La
biblioteca de noche, del escritor argentino Alberto Manguel, en el que se
menciona una entrevista a un superviviente del Holocausto. Aquel hombre contaba
que había una pequeña biblioteca que custodiaba una joven llamada Dita, con la
que se casó años más tarde. La curiosidad de Iturbe por documentarse le llevó a
encontrar "una página de Internet casera" que vendía una novela llamada
The
painted wall, editada solo en inglés. "Cuando pedí un ejemplar, me
contestó alguien que firmaba Dita. Le pregunté si por casualidad era aquella
Dita que guardaba libros en Auschwitz y me dijo que sí y que ella había sido la
esposa del autor de The
painted wall, ya fallecido".
Iturbe comenzó a intercambiar correos
electrónicos con aquella mujer de 80 años nacida en Praga y que vivía en Israel.
De aquellas respuestas intermitentes –"me regañaba por mi mal inglés"– y llenas
de bruma por los más de 50 años transcurridos nació su novela. En la vida real,
los jefes de las SS, entre ellos el macabro Joseph Mengele, habían decidido en
diciembre de 1943 "abrir un campo familiar" dentro de Auschwitz para los checos
deportados desde el gueto de Terezín, a unos 60 kilómetros de Praga, entre ellos
Dita y sus padres. "Era un campo pantalla, una añagaza, se veía a niños
corriendo que vivían con sus padres, prisioneros vestidos de civil y además
tenían una ración de comida algo mayor". Las razones de aquel supuesto gesto de
humanidad fue que en el resto de Europa empezaron a llegar noticias de lo que
pasaba en Auschwitz. "Hubo organizaciones humanitarias y observadores que
querían comprobar si era cierto lo que se decía. Los nazis, maestros en la
propaganda, dijeron que aceptarían encantados esa visita, pero solo pensaban
enseñar lo que a ellos les interesaba, ese campo familiar, para que el mundo
viera que no eran tan malos", explica Iturbe.
Los nazis querían engañar
al mundo y un grupo de judíos empezó a engañar a sus verdugos porque
convirtieron el bloque 31 de ese campo familiar, donde unos 500 niños pasaban el
día mientras sus padres trabajaban, en una escuela clandestina, con profesores
que daban clases a los pequeños. Además, en el cuartucho del responsable de ese
barracón, un alemán judío en quien confiaban los nazis llamado Fredy Hirsch, se
empezaron a guardar unos pocos libros requisados a prisioneros y que habían
llegado allí en el mercado negro del campo. "Puede parecer increíble pero en el
barracón 31 los niños recibían clases y sus maestros disponían de unos pocos
ejemplares que custodiaba Dita. Ella se encargaba de repartirlos a los grupos
que los pedían y guardarlos para el día siguiente".
Los ocho ejemplares
Iturbe detalla que de los
ocho libros de aquella minibiblioteca oculta está documentado que uno era un
atlas universal, otro una gramática rusa, también había un tratado elemental de
álgebra, Nueve caminos de la terapia psicoanalítica, de Freud, y Breve
historia del mundo, de H. G. Wells. Además, había una novela checa sin
tapas, otra en francés muy mal conservada y un libro ruso. Los títulos de estos
tres últimos se desconocen, aunque Iturbe se los ha dado en su
novela.
En Bergen-Belsen Dita no
tenía su biblioteca, ni sus amigas, ni podía escuchar a los libros
vivientes
¿Cómo tuvo aquella adolescente el valor de preservar aquel material
inflamable? "Es una mujer increíble, no le da importancia a lo que hizo, dice
que todo el mundo se arriesgaba. Yo creo que no era consciente de que si la
descubrían estaba muerta". Iturbe cuenta que cuando conoció a Dita en Praga
esperaba encontrarse a una mujer débil. "Todo lo contrario, es una mujer de gran
fortaleza moral y física. De hecho, fue arrastrando una maleta con libros que
llevaba para repartir y ni siquiera quiso ir en taxi sino en transporte público
–‘es mucho dinero’, decía- para enseñarme lo que queda del gueto de Terezín, en
el que había vivido".
El único momento en el
que esta mujer se derrumbó en aquel encuentro y empezó a llorar fue cuando le
habló al novelista de Bergen-Belsen, el campo de exterminio al que fue enviada
después de que los nazis cerrasen en julio de 1944 el campo familiar de
Auschwitz. "Dita temblaba al recordar Bergen-Belsen, es un sitio del que contaba
cosas espeluznantes. Allí murió su madre. Allí murió también meses después Ana
Frank".
En Bergen-Belsen Dita no
tenía su biblioteca, ni sus amigas, ni tampoco podía escuchar a los libros
vivientes. Porque en el bloque 31 de Auschwitz había profesores que conocían
muy bien algunas obras y se afanaban en contarlas una y otra vez a los niños,
como El maravilloso viaje de Nils Holgersson, de la sueca Selma Lagerlöf;
una historia de los indios americanos y otra de los patriarcas bíblicos. "Fue un
adelanto a Fahrenheit 451", de Ray Bradbury, apunta Iturbe, para quien su
novela es sobre todo una oda al placer de la lectura y a los libros, "esos
objetos que ayudan a multiplicar tu vida" y que en el caso de Dita podían
haberle causado la muerte pero le ayudaron a sobrellevar el
horror.
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