Domingo 23 de septiembre de 2012 | Publicado en edición impresa
El análisis
Retrocesos tácticos en medio de la interna
Halcones contra palomas. Agravios en las palabras y moderación en los actos. Todo coexiste en el interior de un gobierno aparentemente homogéneo. Sin embargo, el kirchnerismo no ha procesado definitivamente la novedad de las cacerolas como un nuevo e inesperado protagonista político. Las ideas que circulan en la nomenclatura son a veces contradictorias y, otras, muy distintas. Es una pelea de todos contra todos, explicó una fuente segura del oficialismo. La propia Presidenta oscila entre discursos más amables (ya sin la cadena nacional) y frases que revelan un fastidio íntimo y profundo contra algunos sectores sociales.
El kirchnerismo no sabe moverse sin la certeza de la hegemonía. Aquel viejo concepto imperial de la política chocó de frente con su refutación cuando algunos kirchneristas quisieron convocar a una inmediata contramarcha. El entusiasmo de contrastar en las calles a oficialistas contra opositores surgió del núcleo duro del cristinismo y de sus jóvenes jacobinos.Varios intendentes del conurbano dieron un prudente consejo: es mejor no hacer nada, dijeron. Argumentaron con sus razones: nunca una marcha cristinista reuniría la misma cantidad de gente que convocaron los cacerolazos; la multitud de colectivos para el traslado de manifestantes oficialistas contrastaría seriamente con la espontaneidad de los opositores, y ellos mismos, los intendentes, deben precaverse ante futuros cacerolazos.Temen ser el destino de nuevas manifestaciones. De hecho, hubo cacerolazos en varias ciudades del conurbano en la noche del jueves 13, aunque en el cinturón bonaerense se congregó un número pequeño de personas en todos los casos. La llama piloto quedó encendida, se alarmó uno de los poderosos caudillos de Buenos Aires. Los caceroleros del conurbano protestaron contra la Presidenta y su gobierno, no contra las administraciones municipales. Un exceso de cristinismo podría colocarlos a ellos en el centro de la bronca social. Los intendentes suelen curar esas heridas suturando y vendando, nunca confrontando.La exploración dentro de los gremios amigos le trajo al kirchnerismo la misma conclusión. Ninguno quería ir más allá de la prudencia. Perón nos enseñó a terminar con la lucha de clases. Esta no es nuestra bandera, señaló, malévolo, uno de los dirigentes sindicales del antimoyanismo. Los empujó, en verdad, el pragmatismo más que la doctrina. Antonio Caló, el más notorio de los antimoyanistas, aunque no el más decidido, acaba de tener un serio revés electoral. A pesar de que fue reelecto como jefe nacional de la UOM, su candidato perdió las elecciones del gremio en Córdoba, una de las tres provincias con más afiliados metalúrgicos. Buenos Aires y Santa Fe son las otras dos provincias con fuertes filiales de la UOM. Dirigentes sindicales de Córdoba aseguran que el ahijado de Caló cayó empujado por las cercanías cristinistas de su padrino nacional.Había que retroceder. ¿Para qué serviría un acto kirchnerista con la renuencia previa de los barones del conurbano y de los sindicatos? ¿Los grandes espectáculos populares del oficialismo no se hicieron siempre, acaso, con la activa participación de gremios y de aparatos políticos? Era sólo el principio del retroceso. La retirada más espectacular fue la de la provocadora propuesta de re-reelección de la Presidenta. Aníbal Fernández suele cargar de pólvora su arma verbal para terminar deslizando algunas verdades, escondidas entre la balacera. No hay proyecto ni votos para la reforma de la Constitución, aseguró el jueves, después de ningunear a los caceroleros. Fue la notificación más clara de que ese proyecto se metió en algún cajón cercano, fácil de acceder en cualquier momento más oportuno que éste.Otro senador kirchnerista, Miguel Pichetto, jefe del bloque, fue el más razonable cuando explicó por qué no debía hacerse una contramarcha. No es conveniente. Siempre hay sectores que no concuerdan con un gobierno, apuntó. Le hablaba a la disputa interna más que a la opinión pública. Es que a algunos hay que explicarles cómo funciona la democracia, interpretó un peronista cercano al Gobierno. Luego, la posición de Pichetto resultó perdedora dentro del bloque que él mismo comanda; Pichetto proponía que el voto de los jóvenes de 16 años fuera obligatorio. El kirchnerismo más cerril quería que ese sufragio fuera optativo, porque supone que irán a votar sólo los jóvenes movilizados por la enorme estructura del Estado. Ganó el voto optativo y perdió el mandato constitucional.La Constitución dice (artículo 37) que "el sufragio es universal, igual, secreto y obligatorio". ¿Por qué algunos argentinos podrían desobedecer a la Constitución? ¿Amañar una elección vale más, acaso, que cumplir con el precepto constitucional? ¿Vale más también que profundizar la notoria crisis de la escuela secundaria? Más de 800 mil argentinos abandonan el secundario antes de terminarlo, según reconoció en el Senado el ministro de Educación, Alberto Sileoni. Y ahora nosotros nos vamos a meter ahí para hacer campaña electoral, se lamentó un dirigente opositor.Otro retroceso importante se dio, casi imperceptible, en Mendoza. El gobernador cristinista Francisco Pérez ("Paco", como lo llama en público la Presidenta) presionaba para reformar la Constitución mendocina, una de las más sabias del país. En Mendoza no hay reelección consecutiva, ningún familiar directo del gobernador saliente puede aspirar a sucederlo y el gobernador no puede ser senador nacional inmediatamente después de su mandato. En Mendoza hubo un enorme cacerolazo. El número de gente que se manifestó fue sólo comparable a los cierres de campaña de 1983. Algunos caceroleros protestaron contra el gobernador.En el acto y públicamente, el gobernador enterró su presión por la reforma constitucional. Era una presión más que un proyecto serio, porque en esa provincia hay un radicalismo en condiciones de trabar el cambio constitucional. De todos modos, una noche de cacerolazos consiguió en Mendoza lo mismo que una consulta popular en Misiones, cuando un gobernador, el también kirchnerista Carlos Rovira, perdió hace casi seis años la posibilidad de reformar la Constitución. El kirchnerismo tomó nota de lo que sucedió en Mendoza. El "caso Pérez", como lo citan, abundó en las controversias del kirchnerismo nacional.Ricardo Echegaray echó a una directora zonal de la AFIP porque mandó a los countries del Gran Buenos Aires un documento con preguntas que metían miedo por el grado de intromisión del Estado en la intimidad de las personas. Echegaray echa a cualquiera antes de que lo echen a él. Personal de la AFIP aseguró que esa directora no hubiera tomado jamás tal decisión sin la aprobación expresa del jefe del organismo. O pecó, en todo caso, por haberse dejado llevar por el clima de la época. ¿Qué diferencia hay entre esas intromisiones y las que ejecuta Echegaray para autorizar la venta de dólares a los que viajan al exterior?La orden presidencial que recibió el jefe de la AFIP fue clara: se sigue con lo que se hacía, pero no se deben agregar nuevas agresiones a los sectores medios de la sociedad. La única excepción fue Guillermo Moreno, que sigue ejerciendo el despotismo con la perfección de un artista. Nadie sabe lo que Cristina Kirchner ha perdido por el capricho de conservar al más impopular de los funcionarios de su administración.La propia presidenta retrocedió. Anunció modificaciones a la ley de riesgos de trabajo que ella misma propuso hace tres años. Cambió las retenciones a las exportaciones de biodiésel que su zar de la economía, Axel Kicillof, había fijado hacía pocas semanas. Los anuncios parecieron cambios profundos de viejas y ajenas decisiones. Eran todas decisiones suyas. Las retiradas fueron atropelladas, casi sin vocación ni ganas. Las palabras la traicionaron a la Presidenta, aunque tal vez necesitaba confirmar ante la militancia la línea política seguida por sus funcionarios. También ella fustigó verbalmente a los sectores medios. Se puede entregar cualquier cosa, menos el capital político e intelectual del kirchnerismo. Esa dirección la estableció ella misma: hay que retroceder disimuladamente con los actos, pero se debe avanzar con palabras de diatribas, de fracturas y de combates
Ahora, todo el poder para los incondicionales
La misión, de máxima sensibilidad, fue encomendada a un interlocutor habitual del Gobierno en la Justicia. Semanas atrás ese emisario sondeó al presidente de la Corte Suprema acerca de qué actitud tomaría el Máximo Tribunal si la AFIP exigiese a un banco la apertura de cajas de seguridad , en la presunción de que en ellas pudiera haber dinero y valores no declarados. Aseguran que la respuesta de Ricardo Lorenzetti fue tajante: la Corte no estaría dispuesta a avalar ningún atropello así sobre la propiedad privada.
Fuentes políticas aseguran que el emisario que contactó a Lorenzetti fue Javier Fernández, miembro de la Auditoría General y operador de gobiernos peronistas desde los tiempos de Carlos Menem.
Vista desde este antecedente inmediato, la alta exposición de Lorenzetti en estos últimos días, explicando que las reformas propuestas en el Código Civil no desprotegen a los titulares de las cajas de seguridad, sino que por el contrario amplían y mejoran las protecciones actuales , puede interpretarse como la intención de reforzar la negativa de la Corte a respaldar cualquier avance sobre los ahorros de particulares.
“El miedo ya lo metieron” , dice un hombre que desde la política se acostumbró a navegar en las finanzas. Pero admite que no hay retiros importantes de las cajas de seguridad. Ni datos sobre el regreso de fondos al sistema bancario.
Como sea, el temor sobre ciertos pasos que pudiera dar el Gobierno también anidó entre los jueces de la Corte Suprema. Por eso los preocupó, además, conocer un borrador de reforma de la Constitución que –según ellos mismos dicen– introduce cambios sensibles en el régimen de propiedad. Ese texto es atribuído a un grupo en el que confluirían intelectuales oficialistas de Carta Abierta con gente vinculada al dirigente chavista Luis D’Elía. Además de circular en despachos de la Corte también fue leído en oficinas políticas.
Por cierto, después de la masiva protesta de las cacerolas el pasado jueves 13, se bajó bruscamente el perfil de este tipo de iniciativas. La Presidenta ordenó sacar de la agenda pública el tema de su re-reelección , que es el verdadero objetivo de todo el andamiaje de reforma constitucional que se pretende montar bajo argumentos engañosos. No es que la idea de perpetuación de Cristina se haya dejado de lado. Sólo se la adecúa a las circunstancias.
Mientras tanto se sigue trabajando por vías menos expuestas.
Las cacerolas del jueves 13 funcionaron como descarga masiva de un estado de fastidio social, instalado básicamente en sectores medios. Por cierto, la protesta no cambió de cuajo la relación de fuerzas políticas. Ni marcó necesariamente el principio del fin del ciclo cristi-kirchnerista. Tampoco construyó por arte de magia una oposición, más allá de que Mauricio Macri esté recortado como el adversario directo del Gobierno.
Pero las cacerolas tampoco fueron un hecho aislado e irrepetible . Y emergieron, aún con algunos desbordes aborrecibles, como una expresión activa de rechazo a políticas y actitudes de la Presidenta y su gobierno. Fueron, sobre todo, un revulsivo que pone en cuestión la idea de que después del 54% de Cristina en octubre toda discusión sobre mayorías y minorías quedaba clausurada por largo tiempo.
Desde usinas sociológicas del oficialismo, como la del consultor Artemio López, se sostiene razonablemente que la protesta del jueves 13 no cambia la “arquitectura de preferencias nacionales” . Y se dice que demasiada bonanza se derramó sobre los sectores sociales más necesitados como para temer fugas masivas de adhesión. Pero se admite que el ruido de las cacerolas puede afectar a la porción “progresista y no peronista” de votantes de Cristina, que según esa estimación no llegaría al 10% del total de adherentes a la Presidenta.
Es un cálculo de daños . O sea: hay daño. Eso es lo nuevo.
Hacia afuera, quedó dicho, la orden es suprimir del discurso oficial lo que pueda irritar más y a más gente . La Presidenta enseña con el ejemplo: sus dos apariciones públicas de la semana la mostraron tratando de retomar la soberbia puesta en escena de la campaña electoral pasada. Una Cristina que no reta sino aconseja, que se esfuerza horrores por mostrarse humilde, que abandona por un rato la chicana y el látigo.
Eso, hacia afuera. Pero hacia adentro, la línea operativa que baja es todo el poder a los incondicionales , nada para los dubitativos o cautelosos. Porque la cruzada para retener el poder no se abandona, sino que se reconfigura a la luz de la nueva coyuntura. La consigna es cerrar filas . Los peronistas más o menos clásicos se sienten cada vez más afuera del juego. Los kirchneristas de Néstor también están siendo fumigados.
Este nuevo orden cerrado tiene como primera víctima a Gabriel Mariotto . Créase o no, lo acusan de haber bajado demasiado el tono de sus ataques contra Daniel Scioli. También de haberle perdonado la vida al ministro de Seguridad, Ricardo Casal, con un informe de la Legislatura sobre el tremendo “caso Candela” que fue considerado “blando”por quienes llenan el oído presidencial.
Mariotto había protagonizado la más evidente y escandalosa operación de desgaste sobre Scioli desde el día en que Cristina lo hizo vicegobernador. Mucho más cuando Scioli blanqueó su ambición presidencial. Pero nada de lo que hizo parece haber sido suficiente. En la semana le borraron a Santiago Aragón del organismo de control de los medios: era el hombre que Mariotto había dejado en su lugar cuando fue a la Provincia.
Según fuentes del Gobierno, el descabezamiento incluyó un diálogo áspero entre la Presidenta y Mariotto, que parece haber tenido el atrevimiento de quejarse por el trato descomedido que estaba recibiendo. Ya lo dijo alguna vez Carlos Zannini: a la Presidenta solamente se la escucha y se le obedece . Parece que Mariotto olvidó esa lección básica para sobrevivir en palacio.
La desgracia es una mancha venenosa: en medio del zarandeo, Mariotto habría decidido suspender un breve viaje de placer a Nueva York junto a su familia. Quiso curarse en salud después de contemplar cómo el intendente de Florencio Varela, Julio Pereyra, se vio en la necesidad de explicar por qué había gastado 37.000 pesos en pasajes para llevar a Disney a su hija.
Todo empezó con la desgraciada frase de Juan Manuel Abal Medina, quien aseguró que a los miles y miles que protestaron el jueves 13 les importaba más lo que sucedía en Miami que en San Juan, donde la Presidenta ofreció ese día uno de sus aleccionadores discursos.
Pereyra es recontra-cristinista y un aplaudidor entusiasta de los actos de la Presidenta. Si a Pereyra le fue así, habrá pensado Mariotto, mejor me quedo en casa . Y se quedó, al abrigo de su nueva custodia: una docena de hombres de la Gendarmería. Quizás supuso que lo iban a cuidar con más cariño los gendarmes que los policías de la Provincia, de quienes tan mal estuvo hablando todo este tiempo.
El cambio de funcionario en el control de los medios puso en evidencia que el nuevo polo de poder interno, el brazo transmisor de las directivas presidenciales y la agencia de colocaciones más eficaz para cargos ejecutivos es Unidos y Organizados . La criatura política de Cristina reúne a sus preferidos de La Cámpora, al Movimiento Evita, al Kolina desde el que con mucha penuria se intenta transformar a Alicia Kirchner en candidata competitiva, y a Nuevo Encuentro, la agrupación de izquierdistas que comanda Martín Sabbatella, quien como nuevo jefe de AFSCA en reemplazo del hombre de Mariotto, pondrá la cara en la embestida contra el Grupo Clarín por la ley de medios.
Lo que no calculó Cristina, o calculó y decidió con toda intención, fue que el ascenso de Sabbatella alborotaría el avispero del oficialismo bonaerense. Sucede que Sabbatella, durante una década intendente de Morón, construyó su espacio mordiendo el territorio peronista y avanzando sobre el poder de Scioli y los intendentes.
“La Primera está incendiada” , exageró un justicialista bonaerense que conoce la entretela de cada municipio. “La Primera” es la sección electoral que comprende el Norte y parte del Oeste del Gran Buenos Aires, de donde viene Sabbatella. Los caciques peronistas, incluso los más cercanos al Gobierno, recelan de esa sombra sobre el conurbano.
Está claro que en Unidos y Organizados hay poco lugar para ellos. Y cada vez habrá menos. Rápido de reflejos, oliendo la demanda de hacer algo en defensa propia, Sergio Massa salió a caminar más allá de Tigre. El intendente, que lidera todas las encuestas de imagen, pisó el sur del GBA y también la Quinta Sección, que abarca Mar del Plata, Tandil y la Costa atlántica.
Cada cual atiende su juego: esta semana el cordobés José De la Sota se reunió con peronistas disidentes de Buenos Aires encabezados por Francisco De Narváez, Graciela Camaño y Eduardo Amadeo; también con dirigentes de Entre Ríos, Santa Fe y Tierra del Fuego.
Aunque por ahora todos esos armados sean provisorios, es también el ruido de las cacerolas que apura la apertura del juego político , de cara a la elección del año próximo. Hay algo nuevo en el aire.
Copyright Clarín 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario