Un guiño del Sumo Pontífice al pensamiento de los obispos latinoamericanos
Un documento clave que promueve la "justa regulación de la economía"
El Papa Francisco le entregó a Cristina un tomo con las conclusiones de la V Conferencia General del Espiscopado Latinoamericano y del Caribe realizada en 2007. Los ejes de un texto que puede marcar el rumbo de su futura gestión.
Durante la primera cita en Roma que Francisco tuvo con la presidenta Cristina Fernández, el Papa eligió un importante documento del Consejo Episcopal Latinoamericano de 2007, para entregar dos señales antes del almuerzo cargado de regalos. "Acá le entrego para que pesque lo que piensan los obispos latinoamericanos", dijo el ex cardenal primado de la Argentina a la mandataria cuando le obsequió un tomo de 330 páginas, con el Documento conclusivo de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, realizada en la ciudad de Aparecida, Estado de San Pablo, Brasil. El encuentro, protagonizado hace cinco años por todos los obispos y cardenales de Latinoamérica, resume las posiciones de la Iglesia que más fieles reúne en todo el mundo.
El texto fue redactado luego de 15 días de plenarios que empezaron con la inauguración del por entonces recién asumido Papa Benedicto XVI, y su edición final quedó en manos del secretario general de la CELAM y arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, uno de los hombres que el ex cardenal Jorge Bergoglio mencionó entre sus posibles sucesores, durante el verano de 2012, cuando viajó a Roma, con la renuncia recién presentada, tras cumplir los 75 años de edad. Ahora va camino a los 77, aunque los rastros de Bergoglio comenzarán a fundirse, a partir de hoy, en los de Francisco, el Papa que cuando entre en funciones, y pase el primer mes de liturgia, deba decidir quién será su sucesor en Buenos Aires, ya que la elección del próximo arzobispo porteño es exclusiva decisión del Sumo Pontífice.
El documento es una síntesis de un largo proceso de discusión política y doctrinaria que duró casi dos años, con documentos de todas las Conferencias Episcopales de América Latina. Entre sus ocho capítulos y más de 500 subtítulos, los obispos hablan de la fe, los sacerdotes, las enormes demostraciones a los santos del continente, los jóvenes, y también de la economía y la pobreza. Una de esas definiciones fue resaltada desde la Casa Rosada, luego de la cita. Se trata del "capítulo 8,5 número 406 inciso C". Dice que "trabajar por el bien común global es promover una justa regulación de la economía, finanzas y comercio mundial. Es urgente proseguir en el desendeudamiento externo para favorecer las inversiones en desarrollo y gasto social, prever regulaciones globales para prevenir y controlar los movimientos especulativos de capitales, para la promoción de un comercio justo y la disminución de las barreras proteccionistas de los poderosos, para asegurar precios adecuados de las materias primas que producen los países empobrecidos y normas justas para atraer y regular las inversiones y servicios, entre otros."
En otra de sus principales menciones directas a la política y la economía del continente, el libro advierte que "en América Latina y El Caribe, igual que en otras regiones, se ha evolucionado hacia la democracia, aunque haya motivos de preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas, y que no corresponden con la visión cristiana del hombre y de la sociedad, como nos enseña la doctrina social de la Iglesia". Y sentencia: "Por otra parte, la economía liberal de algunos países latinoamericanos ha de tener presente la equidad, pues siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales." La crítica a la política económica del liberalismo y los guiños positivos hacia el desendeudamiento, no mencionan expresamente a la Argentina, aunque para la época del balance 2007 de los obispos el país era el mayor exponente del desendeudamiento, promovido por el entonces presidente Néstor Kirchner desde 2003. El compendio tampoco deja lugar a dudas sobre la relación con la política representativa, y reflexiona: "Si la Iglesia comenzara a transformarse directamente en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, sino que haría menos (…) porque perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables. La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido." Un espaldarazo cargado de advertencias. «
El texto fue redactado luego de 15 días de plenarios que empezaron con la inauguración del por entonces recién asumido Papa Benedicto XVI, y su edición final quedó en manos del secretario general de la CELAM y arzobispo de Corrientes, Andrés Stanovnik, uno de los hombres que el ex cardenal Jorge Bergoglio mencionó entre sus posibles sucesores, durante el verano de 2012, cuando viajó a Roma, con la renuncia recién presentada, tras cumplir los 75 años de edad. Ahora va camino a los 77, aunque los rastros de Bergoglio comenzarán a fundirse, a partir de hoy, en los de Francisco, el Papa que cuando entre en funciones, y pase el primer mes de liturgia, deba decidir quién será su sucesor en Buenos Aires, ya que la elección del próximo arzobispo porteño es exclusiva decisión del Sumo Pontífice.
El documento es una síntesis de un largo proceso de discusión política y doctrinaria que duró casi dos años, con documentos de todas las Conferencias Episcopales de América Latina. Entre sus ocho capítulos y más de 500 subtítulos, los obispos hablan de la fe, los sacerdotes, las enormes demostraciones a los santos del continente, los jóvenes, y también de la economía y la pobreza. Una de esas definiciones fue resaltada desde la Casa Rosada, luego de la cita. Se trata del "capítulo 8,5 número 406 inciso C". Dice que "trabajar por el bien común global es promover una justa regulación de la economía, finanzas y comercio mundial. Es urgente proseguir en el desendeudamiento externo para favorecer las inversiones en desarrollo y gasto social, prever regulaciones globales para prevenir y controlar los movimientos especulativos de capitales, para la promoción de un comercio justo y la disminución de las barreras proteccionistas de los poderosos, para asegurar precios adecuados de las materias primas que producen los países empobrecidos y normas justas para atraer y regular las inversiones y servicios, entre otros."
En otra de sus principales menciones directas a la política y la economía del continente, el libro advierte que "en América Latina y El Caribe, igual que en otras regiones, se ha evolucionado hacia la democracia, aunque haya motivos de preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas, y que no corresponden con la visión cristiana del hombre y de la sociedad, como nos enseña la doctrina social de la Iglesia". Y sentencia: "Por otra parte, la economía liberal de algunos países latinoamericanos ha de tener presente la equidad, pues siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales." La crítica a la política económica del liberalismo y los guiños positivos hacia el desendeudamiento, no mencionan expresamente a la Argentina, aunque para la época del balance 2007 de los obispos el país era el mayor exponente del desendeudamiento, promovido por el entonces presidente Néstor Kirchner desde 2003. El compendio tampoco deja lugar a dudas sobre la relación con la política representativa, y reflexiona: "Si la Iglesia comenzara a transformarse directamente en sujeto político, no haría más por los pobres y por la justicia, sino que haría menos (…) porque perdería su independencia y su autoridad moral, identificándose con una única vía política y con posiciones parciales opinables. La Iglesia es abogada de la justicia y de los pobres precisamente al no identificarse con los políticos ni con los intereses de partido." Un espaldarazo cargado de advertencias. «
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