No es sólo una cuestión de bolsillo
Publicado el 27 de Septiembre de 2011Por
Vamos por más, dice Cristina. Convoca y hay que ser valientes para responder con imaginación y osadía, con las propuestas de innovación en todos los órdenes, que son la sangre que debe circular para que una construcción hegemónica no se esclerotice.
Más de la mitad de los ciudadanos dieron su voto aprobatorio a la continuidad de la política que comenzó Néstor Kirchner y hoy encabeza Cristina Fernández. Una parte de quienes votaron otras opciones tiene, sin embargo, la mirada puesta en la presidenta esperando que sostenga las condiciones económicas que les están favoreciendo, aunque les cause rechazo la política y la estética kirchneristas.
Cristina une las esperanzas, las demandas, los reclamos; se depositan en ella proyectos, deseos, temores. Es importante entender que su hegemonía –en el más puro sentido gramsciano– se constituye combinando la aceptación por parte de sujetos sociales y políticos diversos. Muchos y distintos son los sectores que apoyan, admiran, aprueban y aportan al liderazgo de la presidenta. Enumerarlos es fácil: desde los más postergados, aquellos que asomaron a la superficie mediante la Asignación Universal por Hijo y embarazadas, los planes sociales; el laburo en la obra que ahora se siguió construyendo, en la panadería que tomó un cadete, en el taxi que, aunque al escucha de Radio 10 le cueste reconocerlo, ahora sí da para vivir, el profesional que terminó de pagar el auto usado y lo cambió por un 0 km, el arrendatario que ganó el triple, el ingeniero agrónomo que no da abasto con las ofertas de trabajo, el maestro que gana un sueldo digno, el jubilado que ve un aumento automático de su ingreso cada seis meses, cosa que le cuesta creer. Es decir en el concepto político de Argentina trabaja, y así de seguido.
Pero explicar qué los une, cuál es su punto en común que simboliza la presidenta es más complejo y, sin embargo, indispensable deslindar para continuar la construcción política denominada “kirchnerismo”. No alcanza con afirmar que los argentinos votan con el bolsillo. Una contraprueba es que están los que se llenaron los bolsillos y no la votaron. Incluso algunos de ellos quieren que se vaya. Los liderazgos no se constituyen por medio de un solo factor, aunque hay sin duda algunos que son determinantes. Lo son en general asociados, no aislados.
La AUH no es sólo 270 pesos que les llegan a quienes no recibían el salario familiar. Es también una caricia, una señal de respeto, un reconocimiento de la dignidad. Siempre recuerdo a una mujer que, sabiendo que fue obrera de la fábrica Siam en la primera época de Perón, le pregunté en una entrevista por qué razón era peronista y me contestó “porque Perón me devolvió la dignidad”. Tampoco puedo dejar de recordar la felicidad de los cientos de trabajadores que recibieron su certificado de saberes laborales adquiridos fuera del sistema de educación formal en la provincia de Buenos Aires. Hoy la creación del Instituto Nacional de Reconocimiento de Saberes y Competencias Laborales es un proyecto que está en pleno tratamiento en la Cámara de Diputados. O la alegría de los presos cuando el Poder Ejecutivo promulgó la ley modificatoria de la aplicación de la pena, que garantiza la plenitud de la educación obligatoria en todos los penales: la reincidencia de quienes cursan niveles completos es del 3% en tanto la mayoría de los reincidentes, que superan el 30%, no ha terminado sus estudios primarios: “¡Usted sabe lo que es salir y ser alguien!”, decía un interno de Devoto hace pocos días. Dignidad es la que recuperan las víctimas de la represión ahora que los juicios se llevan a cabo. Responsabilidad que convoca a la confianza es que la presidenta haya creado el Ministerio de Seguridad.
Es que haya nuevas rutas, que en las provincias del noroeste, por ejemplo, condenadas desde que se creó el Virreinato del Río de la Plata al aislamiento y el atraso, se multipliquen los productores, la agregación de valor a los productos, la exportación y las fuentes de trabajo. Es ganar lo suficiente para vivir e incluso para muchos, acumular, pero también recibir la dignidad que se les había expropiado. Son aspectos de la llamada “inclusión”, pero no todos. Cuando miles y miles de jóvenes se lanzan a la calle a festejar el Bicentenario con Néstor, Cristina y Fuerza Bruta; o a llorar a Néstor.
Cuando twittean defendiendo la aplicación plena de la Ley de Medios, abren su radio local, su periódico barrial, su canal universitario, esperanzados en que la justicia liberará la norma que les abre un mundo de posibilidades, es que se sienten incluidos. O bien, leemos en una noticia escondida, que no tiene más remedio que publicar algún diario de la oposición: que han sido repatriados más de 800 científicos. Ese mismo medio que se lo pasó lamentando que de este país se iban todos los científicos y que para qué invertir tanto en las universidades “gratuitas” (mal dicho, en realidad financiadas por el Estado), mejor arancelarlas para que se genere una competencia que ganen sólo los más meritorios. También impacta que el programa Conectar Igualdad realmente ya lleve más de un millón de netbooks a todos los alumnos de escuelas públicas y que los 1400 edificios nuevos existan.
Aquellas y muchas otras políticas que afectan positivamente a uno u otro sector de la sociedad, constituyen un cimiento que marcan una diferencia positiva de la situación de Argentina en la crisis presente y su futuro, respecto a países como los Estados Unidos, cuya economía depende cada vez más de la industria de la guerra; o los que tienen sus bases productivas infectadas por el narcotráfico. El Plan Agroindustrial y Agroalimentario 2020 manifiestan la posibilidad y la voluntad de planificar el desarrollo con inclusión social: la economía y la sociedad argentinas gozan de buena salud. Eso sí: aquellos planes requerirán del fortalecimiento de los sujetos que lo garantizarán con su trabajo, sus saberes y su militancia política. Desarrollo, inclusión y organización política.
Vamos por más, dice Cristina. Convoca y hay que ser valientes para responder con imaginación y osadía, con las propuestas de innovación en todos los órdenes, que son la sangre que debe circular para que una construcción hegemónica no se esclerotice. Vamos por más protección al ambiente, por más derechos, por más educación, por más ciencia y tecnología, por más militancia orgánica y organizada, por más solidaridad social. <
Vamos por más, dice Cristina. Convoca y hay que ser valientes para responder con imaginación y osadía, con las propuestas de innovación en todos los órdenes, que son la sangre que debe circular para que una construcción hegemónica no se esclerotice.
Más de la mitad de los ciudadanos dieron su voto aprobatorio a la continuidad de la política que comenzó Néstor Kirchner y hoy encabeza Cristina Fernández. Una parte de quienes votaron otras opciones tiene, sin embargo, la mirada puesta en la presidenta esperando que sostenga las condiciones económicas que les están favoreciendo, aunque les cause rechazo la política y la estética kirchneristas.
Cristina une las esperanzas, las demandas, los reclamos; se depositan en ella proyectos, deseos, temores. Es importante entender que su hegemonía –en el más puro sentido gramsciano– se constituye combinando la aceptación por parte de sujetos sociales y políticos diversos. Muchos y distintos son los sectores que apoyan, admiran, aprueban y aportan al liderazgo de la presidenta. Enumerarlos es fácil: desde los más postergados, aquellos que asomaron a la superficie mediante la Asignación Universal por Hijo y embarazadas, los planes sociales; el laburo en la obra que ahora se siguió construyendo, en la panadería que tomó un cadete, en el taxi que, aunque al escucha de Radio 10 le cueste reconocerlo, ahora sí da para vivir, el profesional que terminó de pagar el auto usado y lo cambió por un 0 km, el arrendatario que ganó el triple, el ingeniero agrónomo que no da abasto con las ofertas de trabajo, el maestro que gana un sueldo digno, el jubilado que ve un aumento automático de su ingreso cada seis meses, cosa que le cuesta creer. Es decir en el concepto político de Argentina trabaja, y así de seguido.
Pero explicar qué los une, cuál es su punto en común que simboliza la presidenta es más complejo y, sin embargo, indispensable deslindar para continuar la construcción política denominada “kirchnerismo”. No alcanza con afirmar que los argentinos votan con el bolsillo. Una contraprueba es que están los que se llenaron los bolsillos y no la votaron. Incluso algunos de ellos quieren que se vaya. Los liderazgos no se constituyen por medio de un solo factor, aunque hay sin duda algunos que son determinantes. Lo son en general asociados, no aislados.
La AUH no es sólo 270 pesos que les llegan a quienes no recibían el salario familiar. Es también una caricia, una señal de respeto, un reconocimiento de la dignidad. Siempre recuerdo a una mujer que, sabiendo que fue obrera de la fábrica Siam en la primera época de Perón, le pregunté en una entrevista por qué razón era peronista y me contestó “porque Perón me devolvió la dignidad”. Tampoco puedo dejar de recordar la felicidad de los cientos de trabajadores que recibieron su certificado de saberes laborales adquiridos fuera del sistema de educación formal en la provincia de Buenos Aires. Hoy la creación del Instituto Nacional de Reconocimiento de Saberes y Competencias Laborales es un proyecto que está en pleno tratamiento en la Cámara de Diputados. O la alegría de los presos cuando el Poder Ejecutivo promulgó la ley modificatoria de la aplicación de la pena, que garantiza la plenitud de la educación obligatoria en todos los penales: la reincidencia de quienes cursan niveles completos es del 3% en tanto la mayoría de los reincidentes, que superan el 30%, no ha terminado sus estudios primarios: “¡Usted sabe lo que es salir y ser alguien!”, decía un interno de Devoto hace pocos días. Dignidad es la que recuperan las víctimas de la represión ahora que los juicios se llevan a cabo. Responsabilidad que convoca a la confianza es que la presidenta haya creado el Ministerio de Seguridad.
Es que haya nuevas rutas, que en las provincias del noroeste, por ejemplo, condenadas desde que se creó el Virreinato del Río de la Plata al aislamiento y el atraso, se multipliquen los productores, la agregación de valor a los productos, la exportación y las fuentes de trabajo. Es ganar lo suficiente para vivir e incluso para muchos, acumular, pero también recibir la dignidad que se les había expropiado. Son aspectos de la llamada “inclusión”, pero no todos. Cuando miles y miles de jóvenes se lanzan a la calle a festejar el Bicentenario con Néstor, Cristina y Fuerza Bruta; o a llorar a Néstor.
Cuando twittean defendiendo la aplicación plena de la Ley de Medios, abren su radio local, su periódico barrial, su canal universitario, esperanzados en que la justicia liberará la norma que les abre un mundo de posibilidades, es que se sienten incluidos. O bien, leemos en una noticia escondida, que no tiene más remedio que publicar algún diario de la oposición: que han sido repatriados más de 800 científicos. Ese mismo medio que se lo pasó lamentando que de este país se iban todos los científicos y que para qué invertir tanto en las universidades “gratuitas” (mal dicho, en realidad financiadas por el Estado), mejor arancelarlas para que se genere una competencia que ganen sólo los más meritorios. También impacta que el programa Conectar Igualdad realmente ya lleve más de un millón de netbooks a todos los alumnos de escuelas públicas y que los 1400 edificios nuevos existan.
Aquellas y muchas otras políticas que afectan positivamente a uno u otro sector de la sociedad, constituyen un cimiento que marcan una diferencia positiva de la situación de Argentina en la crisis presente y su futuro, respecto a países como los Estados Unidos, cuya economía depende cada vez más de la industria de la guerra; o los que tienen sus bases productivas infectadas por el narcotráfico. El Plan Agroindustrial y Agroalimentario 2020 manifiestan la posibilidad y la voluntad de planificar el desarrollo con inclusión social: la economía y la sociedad argentinas gozan de buena salud. Eso sí: aquellos planes requerirán del fortalecimiento de los sujetos que lo garantizarán con su trabajo, sus saberes y su militancia política. Desarrollo, inclusión y organización política.
Vamos por más, dice Cristina. Convoca y hay que ser valientes para responder con imaginación y osadía, con las propuestas de innovación en todos los órdenes, que son la sangre que debe circular para que una construcción hegemónica no se esclerotice. Vamos por más protección al ambiente, por más derechos, por más educación, por más ciencia y tecnología, por más militancia orgánica y organizada, por más solidaridad social. <
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