la manifestación de "el resto"
Me llega este mail del compañero Carlos García
Blaya que quiero compartir:
La manifestación del jueves ha sido una
expresión de gran magnitud de la clase media antiperonista.
Su carácter festivo dejó de lado sus
aspiraciones y se centró en la repulsión que le producen los jóvenes, los
cabecitas negras y el deseo de insultar a CFK.
Nada
antes, nada después.
Sólo unas pocas figuras de segundísimo plano
se dejaron ver entre patoteros pitucos y cruces esvásticas enarboladas al son de
consignas racistas.
Los dirigentes políticos de oposición no
alentaron antes, no se presentaron a encabezar ni han sumado su apoyo con
posterioridad.
Sin embargo, sin que parezca necesario
analizar este hecho con rigor por considerárselo auto-significado, por su
tamaño, no ha dejado huella alguna que represente construcción
política.
Gracias a la entera libertad de la que gozan
esos sectores y todos los demás, no hubo ni siquiera pudor para sacar afuera la
verdadera entraña de esta expresión que se muestra como la posibilidad de que se
constituya una oposición que se prepara para enfrentar electoralmente a la
transformación K, ya ha mostrado que eso no es posible.
La imposibilidad de la construcción de la
oposición nace de la ausencia absoluta de motivos para oponerse al
gobierno.
Al final todo el mundo está de acuerdo con
las principales políticas de fondo y solo se pronuncian contra la exhibición de
capacidad, audacia y brillo con los que el gobierno de Cristina lleva adelante
su tarea.
Y eso es todo lo que se puede decir de la
fiesta de los gorilas de la Capital e invitados especiales.No deben distraer
nuestro accionar y si alguna cosa debemos corregir, no ha sido ese da en el que
se puso de manifiesto.
Pero la
derecha existe.
Estandartes nazistas, el elogio a la
muchachada de Hitler, las consignas racistas.
Este evento no es más que un Golpe de efecto
que sumado a las falacias que se dicen respecto al equilibrio electoral entre
los que la votaron y los que no, llevan inquietud a los que creen en el
proyecto.
La única verdad sobre este asunto es que el
45% que no la votó no constituye una presencia electoral sino que es solamente
“el resto”.
Todos los campeones podrían objetarse ya que
la suma de los puntos del resto de los equipos es siempre mayor que la que
consiguen los triunfadores.
Hay que
tomar nota.
Muy bien (de qué)
- ¿De que existe preocupación por la incertidumbre de poder conseguir los dólares para poder ir en enero a Punta del Este? ¿De que se considera que la restricción para las adquisiciones de moneda extranjera son un avance sobre las libertades individuales?
- ¿De que hubo una cantidad de gente que se regodeó enarbolando esvásticas a sus anchas sin que nadie dijera nada?
- ¿De que se cantaran consignas discriminatorias sobre “los negros”?
- ¿De que eran muchos? ¿De que se sienten faltos de libertad?
Este asunto de que la acción política de la
reacción es un indicador de la marcha de los asuntos de gobierno, es una pose de
un intento de parecer reflexivo.
En algunas personas e inclusive militantes
del Kischnerismo, es una manifestación acomodaticia para parecer
moderados.
En realidad se han comido el verso de la
contra acerca de los modos y las formas de a Presidenta.
Finalmente el reclamo sobre la inseguridad y
la corrupción suenan vacíos ante el desconocimiento y la falta de
fundamento.
Compañeros! Cuidado que Marcos Aguinis (JH)
está suelto! Y los portadores de las esvásticas también!
9/19/2012
música de cacerolas
Leemos este análisis de Rodolfo Montes aparecido en La Capital de Rosario:
Las
"cacerolas" le ponen música a la disputa por la renta
En el marco
del creciente retroceso y fragmentación opositora, las 50 mil personas
movilizadas el jueves —en media docena de ciudades— no modifican de manera
radical, por ahora, este panorama.
La guerra discursiva —al cabo, ideológica—
se desata en estos sobre la interpretación de los hechos.
Por Rodolfo Montes / La Capital -
rmontes@lacapital.com.ar
A cinco días de las cacerolas opositoras del
jueves 13 algo no se discute: la oposición generó un hecho político importante,
matizó la etapa política de cómoda hegemonía kirchnerista y mejoró su
autoestima. En el marco del creciente retroceso y fragmentación opositora, las
50 mil personas movilizadas el jueves —en media docena de ciudades— no modifican
de manera radical, por ahora, este panorama.
La guerra discursiva —al cabo, ideológica—
se desata en estos sobre la interpretación de los hechos. ¿Qué pasó?, ¿qué
significa?, ¿cuál es la novedad? Para empezar, hubo mucho centimetraje
periodístico dedicado a establecer si la cosa fue "espontánea u
organizada".
Fue las dos cosas a la vez, cómo son la
mayoría de las expresiones políticas. ¿Por qué sería sorpresivo que el
antikirchnerismo extremo busque organizarse, trate por todos los medios de
encontrar la fisura para —si les fuera posible— dinamitar el proceso político
iniciado en 2003?
Espontánea y organizada, la única verdad es
que unas 25 mil personas (en la CABA, y otro tanto en el resto del país)
decidieron salir de sus casas, y marchar. No hay mérito ni demérito en lo
organizado ni en lo espontáneo. Las voces del gobierno nacional que buscaron
devaluar el hecho porque los políticos opositores —abiertamente o en la sombras—
fogonearon el acto, termina por otorgar centralidad a un elemento
secundario.
¿Qué actitud iba a tomar el arco de
centroderecha ante una movida que crecía en las redes sociales? Obviamente,
ayudar a su organización, y sumarse.
Allí no hay sorpresa. Hubo un señor Blumberg
que en 2004 movilizó 80 mil personas al Congreso de la Nación a pocos días de
derogadas las leyes de la impunidad y que complicó a Néstor Kirchner, por
entonces en la Casa Rosada. Ayer como ahora, el reclamo justo y urgente de mayor
seguridad, sin embargo, enmascara otra disputa: la pelea por la distribución de
la renta nacional. La ruta del dinero, otra vez, explica las cosas.
El kirchnerismo, aún en su relativo desorden
programático, aciertos y errores, mantiene en alto las banderas de empleo y
consumo, y continúa transfiriendo porciones de la "torta nacional" a la base de
la pirámide social. Hoy la Argentina ronda una relación de ingresos de 15 a 1
(entre el 10 por ciento que más gana y el 10 por ciento que menos gana), cuando
esa misma relación fue por años fue 30 a 1. Y peor aún en los períodos
devaluatorios: fines de los 80 y 2001.
Esta modesta "aproximación" entre los
deciles extremos produce no sólo efectos económicos. También impacto cultural y
desesperación en sectores que se ven compelidos a salir a la calle para intentar
abortar el proceso.
La "libertad" para comprar dólares emerge,
en todo caso, como una anécdota. El "autoritarismo" que asusta de verdad a las
franjas superiores de la sociedad es verificar que hay un gobierno que toma la
decisión de manejar toda la operación con divisas y, por primera vez en la
historia, tiene la capacidad política, y, parcialmente, técnica de llevarlo a
cabo.
Gran parte de las consignas de la marcha del
jueves 13, la de denostar a los "vagos" que viven de los planes, subsidios y
otros mecanismos de intervención estatal dan en el clavo del conflicto de fondo.
La intervención estatal posibilitó la mayor reducción de la pobreza en 40 años y
llevar a 15 a 1 la relación entre el decil más alto y el más bajo.
Luego, sobre la composición socio económica
y cultural de los participantes de la movilización se han dicho y escrito
valoraciones morales varias. Que fue "solo clase media acomodada", o que "había
de todo". Es obvio que los sectores que viven en barrios de altos ingresos
fueron los protagonistas principales. Y que hegemonizaron las consignas, los
modos y la estética de la marcha. Este sector, y tampoco es novedad política,
adversa de manera persistente contra el kirchnerismo desde el inicio de la
gestión.
El 5 por ciento que adversa contra el
gobierno no cambia nada el panorama político establecido. La pregunta es si ese
5 por ciento de la cúspide nacional está en condiciones futuras de ir ampliando
la convocatoria.
De hecho, es cierto que en la marcha del
jueves "había de todo". Porque así es la política: cuando madura un suceso
político siempre habrá sectores subordinados —que en este caso no son de los
barrios más caros— que se suman y le dan volumen numérico y político al
suceso.
La preocupación de fondo del kirchnerismo,
el llamado de atención, no debería anclarse en realizar valoraciones morales
sobre el carácter antipopular y gorila de la mayoría de los habitantes de barrio
Norte. Eso ya se sabe. Ni tampoco sobre el apoyo que reciban de la centroderecha
política, ni del aprovechamiento cantado que haga Mauricio Macri de este
suceso.
La pregunta que inquieta —no sólo al
kirchnerismo— es saber si este "extremismo" anti K puede rebalsar a sectores
subalternos y constituirse en una fuerza consistente que altere la hegemonía
política de CFK, y su delicada sucesión
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