sábado, 30 de noviembre de 2013

"La lógica de confrontación de los políticos no es tan intensa en la gente"

Marcos Meyer acaba de lanzar "Partidos al Medio", el libro que analiza los relatos y contrarelatos de la Argentina de hoy. 

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La presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
La presidenta Cristina Fernández de Kirchner. | Foto: DyN
La discusión política de los grandes temas instalados por el kirchnerismo movilizó a las editoriales. En el mismo mes, dos sellos resolvieron publicar libros para explicar el actual de nivel de confrontación. Uno de los ellos fue Partidos al medio, deMarcos Mayer (Aguilar), un trabajo de análisis propone un ejercicio inusual para estos tiempos: pensar la realidad más allá de la coyuntura.
- Perfil.com: Habitualmente, cuando se intenta buscar un ejemplo para explicar el actual nivel de confrontación, se menciona al peronismo. ¿Coincide con esa lectura?
-  Marcos Mayer: No estoy de acuerdo. Creo que este estado de indignación permanente (que me parece describe mejor la situación que palabras como crispación o grieta) viene de larga data y puede encontrarse en un tango tan emblemático como Cambalache. Quien se indigna se considera superior moralmente a quien es su objeto de indignación y allí ya no hay diálogo posible, algo que sí pasa en la confrontación, que es al fin y al cabo, una forma de comunicarse. Cuando nos peleamos con alguien nos estamos comunicando. Cuando nos indignamos nos ponemos en otro plano. Vivimos en dos mundos diferentes. Evidentemente este proceso parece más intenso desde la irrupción del kirchnerismo en el panorama político nacional, en especial a partir del conflicto que se dio por la 125. Hay otros factores que facilitan la indignación; por un lado ciertas formas cada vez más mayoritarias de periodismo que apostrofan (se indignan) y el anonimato de los foros y las redes sociales donde no hay filtro para indignarse a gusto, hasta la injuria y la descalificación.
- ¿Qué punto de inflexión, en su opinión, marcó la discusión política reciente?
Creo que desde la sanción de la Ley de Medios ya casi no se discute otra cosa –salvo situaciones muy coyunturales como puede ser el tema YPF o las elecciones- que la relación entre periodismo y política. Lo cual le ha hecho muy mal a la política pero ha hecho estragos en el periodismo, que está en un punto muy bajo de calidad profesional. Esta relación ha significado una especie de vía libre a que cada uno diga lo primero que se le ocurre y lleve agua para su molino, todo bajo esa frase supuestamente simple de que todo es subjetivo. Subjetividad que se confunde con arbitrariedad, tendencias personales o intereses en juego. Y una sobreabundancia de opiniones de aquellos cuya misión es informar. ¿A quién le importa lo que piensa un periodista?
- ¿Qué lugar le asigna, en este sentido, a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual?
-Creo que en general es una buena ley porque limita concentraciones escandalosas, pero me parece por ahora el eje es la pelea con Clarín. Todavía no se ve demasiado en términos de democratización en la generación y consumo de información. Temo que con este rumbo, los espacios que deje libres Clarín se llenarán con los mismos contenidos de siempre.
- La salida de su libro coincidió con la publicación de Divididos, de Daniel dos Santos, un ensayo que emprende una búsqueda similar a la suya en busca de respuestas para explicar la actualidad. ¿Cómo se sale de esta lógica de la confrontación permanente?
- Tengo la sensación de que esta lógica es parte del funcionamiento de la clase dirigente (y no sólo la política) pero que la confrontación no es tan intensa entre la gente, a diferencia de lo ocurrido en algún momento. Los políticos argentinos leen (o alguien lo hace por ellos y le prepara un resumen) los diarios, las revistas, ven mucha tele y escuchan la radio en cuanto se suben al auto. Viven en un mundo mediático para el cual, dicho sea de paso, la confrontación es un muy buen negocio. Va siendo momento que volvieran a los buenos libros (no los de actualidad) para ejercitar su sensibilidad y encontrar la manera de escuchar lo que sucede fuera de las pantallas y las tapas de los matutinos. Allí confrontarían, lo cual sería saludable para la democracia, pero no vivirían indignados por las palabras y las acciones de sus adversarios.

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