Hubo una sola persona
29.08.2011 | 11:44 hs.· Autor: Eliseo Verón· Fuente: Perfil
Después del fracaso de Durkheim (uno de los fundadores de la sociología) en argumentar que existe algo así como una conciencia colectiva, los que trabajamos en ciencias sociales debemos tener mucho cuidado cuando hablamos de situaciones relativas a una sociedad en su conjunto, situaciones que se suele calificar con términos que reenvían a estados mentales. La mayoría de los innumerables comentarios que provocó a lo largo de estas últimas dos semanas el triunfo de la señora Presidenta en las primarias del domingo 14 de agosto, coincide en la idea de que ese resultado, al menos por su contundencia, constituyó una “sorpresa”. Ahora bien, los únicos que pueden experimentar sorpresa son los individuos, porque la sorpresa es un estado mental.
Una sociedad no puede sorprenderse y una opinión pública tampoco. Se dirá que es una manera de hablar, una analogía aplicada con cierta ligereza al conjunto de una sociedad. De acuerdo.
Eduardo Fidanza tituló su lúcida columna del 19 de agosto en el diario La Nación “Un triunfo que sigue asombrando”, pero no atribuye en ella el asombro a ningún colectivo. Recuerda, por el contrario, que si bien muchos actores individuales siguen asombrados (los políticos de la oposición, por ejemplo) para algunos especialistas –entre los que él se cuenta– el resultado de las primarias no tuvo nada de sorprendente: “Las tendencias de opinión pública venían exhibiendo un alineamiento de voluntades cada día más favorable al kirchnerismo”. “Alineamiento de voluntades” no designa un estado mental, sino un comportamiento: la respuesta a un cuestionario.
Para una descripción precisa de los principales factores cuya convergencia puede darnos una primera explicación de lo que ocurrió, reenvío simplemente a la citada columna de Fidanza. Intentaré apenas una reformulación de algunos de los factores allí discutidos, bajo la forma de una variable que llamaré construcción de la persona: en los últimos treinta o cuarenta años, hay innumerables ejemplos de su importancia en los procesos electorales de las democracias republicanas con función ejecutiva fuerte.
Diría que, en esos contextos, la construcción de la persona es la variable que articula todas las otras dimensiones del discurso de una campaña presidencial (interpretación de las demandas del electorado, lectura de la situación económica, enunciación de un proyecto de gobierno, continuidad de la propia biografía política, calificación de los adversarios, etc., etc.). Dimensión fundamental de la estrategia de un candidato presidencial, tiene una particularidad que no hay que olvidar: exige un proceso de comunicación complejo y lento, bastante más lento que la proposición y discusión de un programa o que la instalación de un eslogan. Al mismo tiempo, tiene más peso que la cuestión de la “imagen” positiva o negativa.
Ninguno de los candidatos de la oposición invirtió el tiempo y el esfuerzo necesarios para construir su persona. Es verdad que la fragmentación de la agenda electoral (eventuales internas primero, después primarias y ahora, por fin, campaña propiamente dicha) operó como una trampa que hacía difícil ese trabajo. Pero la construcción de la persona se puede llevar adelante independientemente de la agenda electoral. Hablamos de un fenómeno puramente mediático, que exige una estrategia cuidadosa; cada intervención en los medios debe ser usada para ese fin. Me parece que el no haber reconocido la importancia de esta dimensión explica la sorpresa de muchos actores de la clase política.
La Presidenta-candidata, en cambio, a partir del hecho, accidental e imprevisible, de la muerte de Néstor Kirchner, invirtió todo el tiempo necesario para reformular su personalidad. Reducir esta cuestión al tema de la viudez es una simplificación grosera; lo cierto es que esa nueva situación abrió un abanico de posibilidades discursivas que antes no existían. Hasta entonces, Cristina Fernández de Kirchner se había construido, monótonamente, en posición pedagógica, como Presidenta-maestra que nos explicaba las maravillas de su propio gobierno y las del anterior gobierno de su marido. Es sin duda tan imposible como inútil imaginar el resultado si la Presidenta hubiese continuado por ese camino, pero probablemente no habría sido este “triunfo que sigue asombrando”.
En el contexto de otras variables ampliamente discutidas en los últimos días, este factor jugó un papel decisivo como aglutinante, como generador de coherencia: a las primarias se presentaron muchos candidatos, pero hubo una sola persona. Y de aquí a octubre, no me parece que haya tiempo para que alguna otra la acompañe.
Una sociedad no puede sorprenderse y una opinión pública tampoco. Se dirá que es una manera de hablar, una analogía aplicada con cierta ligereza al conjunto de una sociedad. De acuerdo.
Eduardo Fidanza tituló su lúcida columna del 19 de agosto en el diario La Nación “Un triunfo que sigue asombrando”, pero no atribuye en ella el asombro a ningún colectivo. Recuerda, por el contrario, que si bien muchos actores individuales siguen asombrados (los políticos de la oposición, por ejemplo) para algunos especialistas –entre los que él se cuenta– el resultado de las primarias no tuvo nada de sorprendente: “Las tendencias de opinión pública venían exhibiendo un alineamiento de voluntades cada día más favorable al kirchnerismo”. “Alineamiento de voluntades” no designa un estado mental, sino un comportamiento: la respuesta a un cuestionario.
Para una descripción precisa de los principales factores cuya convergencia puede darnos una primera explicación de lo que ocurrió, reenvío simplemente a la citada columna de Fidanza. Intentaré apenas una reformulación de algunos de los factores allí discutidos, bajo la forma de una variable que llamaré construcción de la persona: en los últimos treinta o cuarenta años, hay innumerables ejemplos de su importancia en los procesos electorales de las democracias republicanas con función ejecutiva fuerte.
Diría que, en esos contextos, la construcción de la persona es la variable que articula todas las otras dimensiones del discurso de una campaña presidencial (interpretación de las demandas del electorado, lectura de la situación económica, enunciación de un proyecto de gobierno, continuidad de la propia biografía política, calificación de los adversarios, etc., etc.). Dimensión fundamental de la estrategia de un candidato presidencial, tiene una particularidad que no hay que olvidar: exige un proceso de comunicación complejo y lento, bastante más lento que la proposición y discusión de un programa o que la instalación de un eslogan. Al mismo tiempo, tiene más peso que la cuestión de la “imagen” positiva o negativa.
Ninguno de los candidatos de la oposición invirtió el tiempo y el esfuerzo necesarios para construir su persona. Es verdad que la fragmentación de la agenda electoral (eventuales internas primero, después primarias y ahora, por fin, campaña propiamente dicha) operó como una trampa que hacía difícil ese trabajo. Pero la construcción de la persona se puede llevar adelante independientemente de la agenda electoral. Hablamos de un fenómeno puramente mediático, que exige una estrategia cuidadosa; cada intervención en los medios debe ser usada para ese fin. Me parece que el no haber reconocido la importancia de esta dimensión explica la sorpresa de muchos actores de la clase política.
La Presidenta-candidata, en cambio, a partir del hecho, accidental e imprevisible, de la muerte de Néstor Kirchner, invirtió todo el tiempo necesario para reformular su personalidad. Reducir esta cuestión al tema de la viudez es una simplificación grosera; lo cierto es que esa nueva situación abrió un abanico de posibilidades discursivas que antes no existían. Hasta entonces, Cristina Fernández de Kirchner se había construido, monótonamente, en posición pedagógica, como Presidenta-maestra que nos explicaba las maravillas de su propio gobierno y las del anterior gobierno de su marido. Es sin duda tan imposible como inútil imaginar el resultado si la Presidenta hubiese continuado por ese camino, pero probablemente no habría sido este “triunfo que sigue asombrando”.
En el contexto de otras variables ampliamente discutidas en los últimos días, este factor jugó un papel decisivo como aglutinante, como generador de coherencia: a las primarias se presentaron muchos candidatos, pero hubo una sola persona. Y de aquí a octubre, no me parece que haya tiempo para que alguna otra la acompañe.
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