Salarios y sindicatos
Las comparaciones entre la evolución del nivel de empleo del primer semestre del año 2011 respecto al mismo período del año 2012 en el país, muestran aún mejoras, pero en el contexto del mayor estrechamiento de la elasticidad empleo-producto observada desde el año 2003, con excepción de la crisis del año 2009, donde hubo destrucción neta de empleo con 3 puntos de caída del PBI.
En efecto, de acuerdo con los datos del noble Indec, en el primer trimestre de 2011 el desempleo abierto se ubicaba en 7,9% y en igual lapso de 2012 cayó al 7,5 por ciento, aunque con una baja similar de la tasa de actividad, esto es menos población buscando empleo, que es en rigor lo que explica la totalidad de la leve baja interanual del desempleo abierto.
Es poco comprensible entonces determinar un curso de acción a seguir en el reclamo gremial y en especial para reclamar con exclusividad los beneficios que impactan en la cúpula de la masa salarial como la justa modificación del mínimo no imponible, sin tener en cuenta que en el universo de asalariados formales –apenas el 60% de los asalariados totales– el 20% que más gana atrapa el 50% de la masa salarial formal privada, mientras el 30% de trabajadores formales de menor salario, toma apenas el 10% del total de la masa salarial formal privada.
Notable asimetría salarial que está en la base de la perdurabilidad de situaciones de vulnerabilidad social, aún para empleados formales, que se agrava si incorporamos la segunda gran asimetría del mercado de trabajo actual correspondiente al universo de informalidad, sabiendo que un trabajador informal hoy, recibe un 57% menos de salario que su par formal por igual carga horaria.
Para peor, todo este conjunto de desigualdades salariales en el universo formal e informal, se despliega en un contexto donde la Canasta Alimentaria registra un aumento promedio del 25% anual.
Tampoco es fácil de entender para el profano cómo al modular el tono del reclamo gremial y establecer su consigna central, se pasa por alto que tras haberse generado desde el año 2003 casi 5.000.000 de puestos de trabajo, el nivel de desempleo y subempleo hoy está amesetado y alcanza al 16% de la PEA sumadas ambas carencias.
Por otra parte, el empleo informal impacta al 34,1% de los asalariados privados y estatales, resultando muy inelástico a la baja, alta carencia que si agregamos al universo de asalariados informales los autónomos en negro, el trabajo precarizado roza el 45% de la Población Económicamente Activa.
Los trabajadores en conjunto no viven una situación salarial que amerite dar casi exclusiva centralidad al justo reclamo de baja al impuesto a las ganancias y asignaciones familiares para el 20% de trabajadores formales mejor remunerados, apenas el 11% del total de asalariados.
Adicionalmente, para establecer un curso de acción sindical eficaz se sabe que, sin la existencia de planes sociales –cuyo financiamiento implica un notable esfuerzo fiscal sustentable en el tiempo, sostenido por impuestos, incluido el impuesto a las ganancias para la cuarta categoría–, habiendo desempobrecido desde el año 2003 a 16.000.000 personas o el equivalente poblacional de la provincia de Buenos Aires, la actual estructura productiva nacional sin embargo, funciona en régimen con 25 puntos de pobreza por ingresos promedio (35% entre menores de 15 años) y 10 puntos de indigencia de media –un 17% de los menores de 15 años serían indigentes–.
Finalmente, en un contexto nacional y regional de estancamiento en los niveles de crecimiento y empleo y grandes carencias paliadas con planes y subsidios combinados que suponen un esfuerzo fiscal notable, en el marco de una fuerte crisis en los países centrales, la combinación de todos estos factores que impactan en la performance exportadora nacional, el crecimiento y el empleo, muestra la extemporaneidad no de los reclamos salariales, que están en la base de las prácticas sindicales, de ahí las paritarias y su centralidad, reconquistadas a partir de mayo del año 2003 por Néstor Kirchner para administrar racional y ordenadamente esta práctica ineludible.
En este contexto tan crítico a nivel local, regional e internacional, resulta al menos extraño el tipo específico del reclamo, a quiénes afecta y beneficia y sobre todo, los métodos propuestos para peticionar y efectivizar las siempre merecidas mejoras de ingresos de los asalariados, de todos los asalariados.
Por el lado del Gobierno cabría esperar que especule sobre la conveniencia de mantener o no un dispositivo como el que la actual CGT reclama, que apunta a responder centralmente a reivindicaciones que afectan sólo al 20 por ciento de los trabajadores formales o al 11 por ciento del conjunto de los asalariados o al 7 por ciento de la Población Económicamente Activa.
Si bien es sabido que todo gobierno en teoría piensa como óptima una estructura de representación sindical cuyas demandas tiendan a cero, esa alternativa no está disponible hoy (sí lo estuvo durante los años 90 en el caso de los denominados “gordos”).
Un reemplazo de este dispositivo de representación y demanda actual que interpela al 11% de los trabajadores por otro que tienda a cero, puede dar resultado circunstancial, sobre todo en meses de restricciones como los que se espera ocurran este año 2012, pero a futuro pudiera también abrir una coyuntura muy incierta en materia de representación y demandas sindicales que en un país surcado de privaciones como es aún Argentina, tienen un horizonte de legitimidad bastante cercano al infinito.
*Director Consultora Equis.
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