domingo, 24 de junio de 2012

que verguenza

La intimidad de un hombre que decidió jugarse a todo o nada

En la semana más difícil, Moyano mantuvo charlas secretas y se rodeó de sus hijos
Por Nicolas Balinotti | LA NACION
En la antesala de su despacho en la CGT cuelga un banderín de los camioneros. Simboliza una suerte de colonización del edificio de Azopardo, donde ocupa el sillón de mando desde 2003, todo un récord en los libros de la central obrera.
Sin embargo, Hugo Moyano no hizo de la oficina su segundo hogar: se siente más a gusto en la de su gremio, ubicada en el tercer piso de San José 1781, a donde suele llegar siempre antes de las 8, casi como una obsesión.
El vértigo de una semana en la que su disputa con el Gobierno alcanzó cimas de tensión, hizo que se amontonaran mensajes en el buzón de su teléfono celular. Recibió apoyos y palabras que envolvían intentos para detener el embravecido conflicto gremial de los camioneros.
Una vez tomada la decisión de marchar a la Plaza de Mayo, lo llamaron dirigentes agropecuarios, como Eduardo Buzzi, y hombres de distintos sectores políticos. También empresarios y la cúpula de la Unión Industrial. Ausente el gobernador de Buenos Aires, Daniel Scioli, charló en más de una oportunidad con su jefe de Gabinete, Alberto Pérez. Pero no hubo ningún tipo de contacto con funcionarios de primera línea del Gobierno. Juran en su entorno que fue realmente así.


Conocedor de los simbolismos, Moyano recurrió al canal TN, del Grupo Clarín, para anunciar el llamado a una huelga nacional para el miércoles que viene. La determinación no cayó del todo bien en el corazón del moyanismo. Porque fue Moyano, nada más y nada menos, quien hace cuatro años exhibió por primera vez en un palco kirchnerista un cartel con la leyenda "Clarín miente". Por entonces, eran épocas dominadas por la disputa con el campo y de debates por la denominada ley de medios.
Moyano se rodeó de sus aliados de mayor confianza para definir la medida de fuerza. Lo charló íntimamente con Pedro Mariani, su mano derecha en los camioneros desde que comenzó a tener al gremio en un puño, a fines de los 80. También lo hizo participar a su hijo Pablo, su sucesor a pesar de ser más combativo y menos cerebral que él. Inevitable, esta semana, también su hijo Huguito fue como una sombra suya. Es el abogado del gremio y el que le dio los argumentos legales que lo terminaron de empujar a redoblar su apuesta tras la denuncia penal que le había iniciado el Gobierno en su contra.
En cierto modo, también le guardó un lugar de privilegio a su hijo menor, Gerónimo, su debilidad. Tras anunciar la marcha en el auditorio del gremio, alzó al pequeño de 12 años, y bromeó: "Este es el cabecilla de la barra de los camioneros".

Aliados inesperados

Moyano comenzó a cosechar los frutos de su incansable raid por tribunas académicas, religiosas y búnkeres exclusivos a donde fue invitado como disertante. Su enfrentamiento con la Casa Rosada le acercó aliados impensados de un sector que nada tiene que ver con su genética peronista, adquirida de su mamá Celina.
Logró el respaldo de egresados de Harvard hasta de los radicales del Club del Progreso. También de la Pastoral Universitaria y de ex cavallistas, como Guillermo Alchouron, y de legisladores de la UCR que ya garantizaron su asistencia a la plaza.
"Vengo para que sepan que no soy un ogro ni todo lo que dicen los medios. Capaz que piensan que tengo un arma en mi despacho; no sé", suele presentarse Moyano en estos ámbitos, en un intento de revertir su imagen y conquistar a la clase media.
Allí siempre lo relacionan con el sindicalista estadounidense Jimmy Hoffa, que tenía nexos con la mafia y que fue desaparecido en circunstancias jamás aclaradas. También lo vinculan con Lula. "Yo soy más alto", sale del paso de la comparación con el ex presidente brasileño.
El proyecto político de Moyano aún es incierto. Anhela con ser dueño de un nicho de poder en el PJ. Conversó alguna vez de una candidatura con su esposa Liliana Zulet, pero entre íntimos se sabe que ya dijo que es un deseo imposible. Apuesta por su hijo Facundo, tironeado por la obediencia política y el ímpetu sindical.
De su casa de Barracas al gremio o a la CGT. El recorrido se puede alterar los fines de semana: suele descansar en la quinta familiar de Parque Leloir. Desde alguno de estos tres sitios, Moyano suele digitar su poder. Con una llamada, se jacta, dice que puede parar el país

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