Lunes 25 de junio de 2012 | Publicado en edición impresa
Los caprichos culinarios de Cristina
La trastienda de la política (y de los políticos)
La Presidenta ha dejado en firme un recuerdo entre los gastronómicos de la Baja California. En la llamada comida de los mil cubiertos, realizada como punto culminante de la actividad social que acompañó a las reuniones de trabajo del G-20 en México, Cristina Kirchner fue la única, entre mil asistentes, que reclamó una rectificación por partida doble del servicio de mesa. Primero, pidió que le cambiaran la ensalada verde por una caprese, tan representativa de la coloratura del gran símbolo patrio de Italia: con el rojo reluciente del tomate, el alba que atempera la muzzarella y el verde campestre de la olorosa albahaca. Luego, con un mohín de circunstancias, la Presidenta reclamó que el pollo del plato principal reapareciera sin el picante con el que había llegado a la mesa, acaso para que
nadie olvidara que eso era México. Todo se resolvió con prontitud en la cocina. Sobre todo con el picante, borrado con un recurso expeditivo de la sabiduría gastronómica de cualquier parte del mundo, hubiera asentido Luis Barrionuevo. Y así, el traqueteado pollo regresó airoso al ámbito de boato y poder concentrado en el que se empleaban en comer jefes de Estado, ministros, diplomáticos y funcionarios internacionales.
Una reunión con Moreno y como blanco predilecto
Mientras los invitados saboreaban una comida deliciosa, Gerónimo "Momo" Venegas pronunció duros conceptos en el Club Americano. Lo escucharon dirigentes políticos y empresarios. "Este es un gobierno de ilusionistas que está en caída libre", dijo el secretario general de la Unión de Trabajadores Rurales (Uatre), aliado de Hugo Moyano. Y a Guillermo Moreno le adjudicó el título de "secretario de la central de trabajadores en negro", debido a que el secretario de Comercio promovió en Angola el emporio de La Salada. Entre las 90 personas estaban los diputados Oscar Aguad, Eduardo Amadeo, Carlos Brown, Claudia Rucci y Rogelio Frigerio (n), además de dirigentes como Jorge Todesca y Guillermo Alchourrón. Los empresarios prefirieron el anonimato.
Humor opositor ante la seriedad kirchnerista
Terminaba la conferencia de prensa que encabezaban los diputados Alfonso Prat-Gay, Alfredo Atanasoff y Gustavo Ferrari, en la que se presentaron proyectos para gravar la renta financiera y modificar el impuesto a las ganancias, cuando ingresó el presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda, el oficialista Roberto Feletti. Tenía un objetivo claro: improvisar otra rueda de medios para desacreditar y censurar el proyecto opositor. Su aparición causó sorpresa entre los periodistas e incluso entre los legisladores. "¿Viene a firmar nuestro proyecto?", preguntó socarronamente Prat-Gay, que antes de irse saludó a Feletti y le consultó si podía quedarse para hacerle preguntas. La ocurrencia no le causó gracia al diputado del FPV.
Los mensajes velados de Henrique Cardoso
Ante más de 1000 personas en el Salón San Agustín de la UCA, presentado por el diputado Carlos Brown, titular de Movimiento Productivo Argentino, habló el ex presidente de Brasil Fernando Henrique Cardoso. Propuso instalar en el hemisferio políticas de Estado sustentables que superen los mandatos gubernamentales. No habló de la Argentina por encontrarse en el país y hubo mensajes velados. Pero sus elogios a Brasil, Chile y Uruguay dejaron entrever que no coincide con el rumbo político de la Casa Rosada. En las primeras filas estaban el ex presidente Eduardo Duhalde, Eduardo Menem, Graciela Camaño, Humberto Schiavoni, José Octavio Bordón y Rodolfo Terragno, entre otros.
Una "redacción paralela" de la agencia oficial
A los cuidados que ponen en Télam en la cobertura de temas sensibles para el Gobierno (como no mencionar el caso Ciccone o la causa que involucra a las Madres de Plaza de Mayo) se ha sumado la existencia de una "redacción paralela". Según confiaron empleados de la agencia estatal, los cables relacionados con declaraciones o la cobertura de hechos protagonizados por el jefe de Gabinete, Juan Manuel Abal Medina, son escritos en los despachos del joven funcionario. Así como llegan, deben ser enviados, sin siquiera poder tocarles una coma.
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