efectos colaterales
El caos por el paro de subtes aumentó el estrés de los porteños
Los psicólogos advierten que la incertidumbre es la principal causa, y dicen que el tema fue recurrente entre sus pacientes. Choferes de colectivos y taxis denunciaron agresiones por parte de los usuarios.

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Comienza otra semana complicada para viajar
En mayor o menor medida, cualquier persona que haya intentado ir o volver del Centro esta semana sintió alguno de los síntomas. En el mejor de los casos, alguna contractura muscular leve o un dolor de cabeza pasajero. Pero muchos sufrieron además aumento en la presión arterial, náuseas o cefaleas que atentaron contra su vida cotidiana.
“Ante situaciones límite y frustraciones, como puede ser la imposibilidad de llegar a tiempo al trabajo o cumplir con las obligaciones cotidianas, las personas tienen reacciones emocionales y también respuestas biológicas”, explica Roberto Ré, psiquiatra especializado en trastornos de ansiedad y autor del libro Vida sin distrés. La consecuencia de la continuación de esa tensión anormal en el tiempo es el incremento del cortisol, una hormona que se libera por el estrés y que resulta perjudicial cuando aparece en exceso durante un tiempo prolongado. “En todas las grandes urbes la tensión suele ser mayor, pero con las características mediterráneas latinas de Buenos Aires tenemos una mayor predisposición a este tipo de reacciones nocivas”, dice el director de la ONG Red Sanar.
“La gente se me tiraba adelante del colectivo para que parara aunque tenía el coche con gente hasta el techo. En la desesperación por llegar a su casa se paraban en medio de Avenida de Mayo”, relata Hugo, chofer de la línea 8. “Cuando estaba por desbordarme, respiraba hondo y contaba hasta tres para que se me fuera la bronca, pero llegaba a mi casa con la cabeza hecha un bombo, y no podía tomar ningún remedio para no perder los reflejos cuando manejo”, se queja.
El colapso del sistema de transporte benefició económicamente a muchos taxistas que, según la Asociación de Taxistas de la Capital (ATC), pudieron recaudar hasta un 30% más. Pero a cambio tuvieron que soportar los reclamos de los clientes, que con cada día que pasaba estaban más alterados. “La gente estaba crispada, y se quejaba porque el viaje era más largo y más caro; pero a mí también me ponía de mal humor que los viajes fueran tan largos”, se molesta Hugo González desde su taxi.
La incertidumbre es, para los especialistas, una de las principales causas del estrés. La rutina diaria genera una organización que permite liberar la mente de los problemas cotidianos. De esa forma, no es necesario pensar todos los días a qué hora poner el despertador, cómo hacer para llegar al trabajo o cuánto se tardará en volver a casa: simplemente se repite la rutina. “Todo eso genera tranquilidad, pero cuando algo deja de funcionar, la gente tiene que resolver cosas que ya estaban resueltas por la rutina y se desestructura mentalmente”, explica Eduardo Press, director de la Escuela Argentina de Psicología Organizacional, quien reconoce que entre sus pacientes el tema se ha hecho recurrente. “La gente se harta y eso le genera problemas de salud, con el agravante de que no hay canales para encauzar el descontento: no se sabe quién es el responsable”, agrega.
Tal vez ésa sea la clave: después de ocho días sin subte, con las negociaciones empantanadas y sin solución a la vista, el caos de tránsito está cada vez más cerca de convertirse en una rutina diaria. Y la incertidumbre, de transformarse en la certeza de que seguirá siendo imposible volver temprano a casa.
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