Laberinto político
Cinco frentes que incomodan a Cristina
La frase se repite casi como un mantra entre los kirchneristas. "No hagamos olas muchachos. Vamos tranquilos, que para octubre falta". La mesura, poco frecuente entre oficialismos triunfantes, se explica, en principio, como la antitesis esperable de la contundencia del 50 por ciento.
Pero puede ser también, aunque nadie en el Gobierno quiera verlo en esos términos, el punto de partida para poner bajo la lupa una serie de conflictos que, sin afectar la performance de Cristina Kirchner en las elecciones generales, podrían nublar el horizonte en el camino hacia el 23 de octubre.El frente más peligroso es, sin duda, el que capitanea Hugo Moyano. Más allá del freezer en el que ingresó su vínculo con la Presidenta ("Hace un mes y medio que no vemos a Cristina", admitió en público Omar Viviani), el jefe de la CGT conserva poder de fuego y va a usarlo hasta el último minuto.
Sus pretensiones respecto del salario mínimo, el piso del impuesto a las Ganancias y el viejo reclamo por la deuda del Estado con las obras sociales sindicales se funden en una amalgama explosiva. La discusión por el salario arranca con los gremios y los empresarios separados por un abismo.
El Gobierno intentará mediar entre las partes guiado por una premisa cercana a la obsesión: mantener el nivel de consumo (insumo crucial en tiempos de campaña) y aventar el temor social a que la crisis internacional derive en un escenario de recesión.
Las pretensiones de Moyano sobre el salario mínimo, el piso de Ganancias y la deuda con las obras sociales se funden en una amalgama explosiva.
Detrás (y no tanto) de la discusión entre sindicatos y patronales aparece el segundo conflicto latente para Cristina. Que la CGT aspire a un salario mínimo un 40 por ciento más alto que el que rige desde enero (que pase de 1800 a 2600 pesos) es la prueba más contundente de que, ya no para la oposición o para los medios que "hablan de una Argentina virtual", sino para los sindicatos (y los alineados con el Gobierno), el Indec miente. Facundo Moyano no podría haberlo sintetizado con mayor crudeza. "La inflación del Indec se dibuja", disparó.
En la misma semana, Roberto Feletti negó que la crisis internacional pueda afectar a la Argentina y su jefe, Amado Boudou, rechazó una devaluación. Parece claro que los eventuales coletazos de la crisis sólo llegarán al país por contagio de lo que pueda pasar en Brasil y no en lo inmediato (no antes de octubre, para tranquilidad de la Casa Rosada).
Aun así, el gobierno de Dilma Rousseff ya dio pasos firmes para proteger su industria. El programa de incentivos fiscales que lanzó para apuntalar la industria nacional y blindarla frente al ingreso masivo de productos chinos más baratos, una manera de mejorar el tipo de cambio sin devaluar, enciende alarmas para la balanza fiscal argentina. No prestarles atención es tan necio como peligroso.
Lejos de haber encontrado carriles de solución, la crisis habitacional, uno de los déficits más acuciantes del "modelo de acumulación" kirchnerista, está latente y podría volver a generar sacudones en plena campaña. De hecho, en Jujuy siguen las tomas de tierras. En distintos puntos de la provincia, 500 familias aún esperan solución a la falta de vivienda.
No prestar atención a las medidas proteccionistas tomadas por Brasil es necio y peligroso.
Menos urgente, pero determinante en el plano político, esperan los cambios de gabinete que Cristina Kirchner deberá hacer antes del 10 de diciembre. Amado Boudou dejará el Ministerio de Economía para asumir como vicepresidente y Aníbal Fernández le dirá adiós a la jefatura de Gabinete después de ocho años de servicio fiel y multifacético al Gobierno.
Hace pocos días Roberto Feletti aseguró que dejaría su cargo en Economía para ocupar una banca en el Congreso (es primer candidato a diputado por la ciudad) y la continuidad de Julio De Vido es una incógnita. Hay quienes afirman que el recambio alcanzaría, incluso, al ignifugo Guillermo Moreno.
Cinco frentes abiertos y una elección demasiado parecida a un paseo en puerta. Cinco conflictos pendientes. ¿Inofensivos? Sólo el tiempo traerá respuestas
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