martes, 23 de agosto de 2011

Política

Por qué el campo volvió a votar a los K

Cómo fue el proceso por el cual los productores agrícolas pasaron de la lucha contra la histórica resolución 125 hasta el masivo apoyo electoral.

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Por Francisco Marzioni (*) | 23.08.2011 | 11:43

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Mario Llambías, Hugo Biolcati, Eduardo Buzzi, y Carlos Garetto, durante una reunión de la mesa de enlace, en 2009. | Foto: DyN

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Una de las mayores incógnitas planteadas luego de las primarias fue el sorpresivo apoyo masivo del sector agropecuario al oficialismo nacional. Cuando tres años atrás el campo logró hacer temblar las bases del kirchnerismo, en las primarias el mismo sector les bajó el pulgar a los gremialistas que llevaron adelante la lucha contra la histórica resolución 125 y apoyó masivamente a Cristina Fernández de Kirchner.

¿Qué pasó desde 2008 hasta las primarias que los productores agrícolas pasaron del odio a un renovado apoyo a Cristina, a quien habían votado en 2007?

La receta comienza con una lista de gestos del gobierno que arrancaron en 2009. Aunque a nivel discursivo continuó manteniendo distancia del campo, el kirchnerismo atendió reclamos claves del sector. Entre ellos, el más llamativo es la disolución de la ONCCA a fines del año pasado, organismo que intervenía sobre el mercado y una herramienta de control muy cuestionada por el campo, considerado un enjambre burocrático e ineficaz.

Con un decreto de Cristina, la ONCCA fue reemplazada por la Unidad de Coordinación y Evaluación de Subsidios al Consumo Interno, que cumple las mismas funciones pero depende la cartera de Agricultura –y no de Guillermo Moreno- y minimiza la burocracia.

La permanente asistencia en forma de subisidios a la producción también fue un espaldarazo importante para un sector que sólo tiene a la soja, la carne y el trigo como producciones de alta rentabilidad. Una estrategia de auxilio a las diferentes producciones regionales (frutas, verduras, carnes y vinos), con cuotas de subsidios que distribuyeron los gobernadores e intendentes del oficialismo, fue vital para mantener las buenas relaciones.

En la producción láctea se perciben todos los componentes de la estrategia: nombraron como funcionarios a los tamberos gremialistas de Meprolsafé, entidad siempre cercana al gobierno, quienes apuntalaron la gestión kirchnerista y derivaron los ataques al sector empresario de la leche, conflictos donde el gobierno nacional fue un aceitado mediador.

Es por eso que la oposición gremial lechera, Federación Agraria, se alineó con el socialista Hermes Binner. El resultado: ambos presidenciales pelearon el voto codo a codo en las zonas lecheras –Santa Fe, Entre Ríos y la Costa Atlántica- ganando Cristina por un corto margen.

Un golden boy para el campo. En 2009, luego de la derrota de Néstor Kirchner en las legislativas, la presidenta decidió subir de rango a la cartera de Agricultura para transformarla en un ministerio, poniendo al frente a Julián Domínguez, un cuadro peronista que con 47 años ya cuenta con más de dos décadas continuas ocupando cargos de gobierno.

Como intendente de la localidad bonaerense de Chacabuco en los 90, Domínguez y había tejido buenas relaciones con el campo y adquirió amplios conocimientos sobre los asuntos del sector. Tanto la creación del ministerio como el nombramiento del golden boy agrario fueron movidas elogiadas hasta por los opositores más duros con el gobierno, como Eduardo Buzzi.

En la nueva estructura, Domínguez dio lugar a todos aquellos gremialistas de segunda línea que se alinearon con el oficialismo nacional. Con los programas de subsidios y créditos blandos como principal herramienta, reconstruyó la estructura que el kirchnerismo había perdido con el conflicto de 2008, abriendo sólidos canales de comunicación con los productores que se mantuvieron en el tiempo.

Ubicado como candidato a diputado para la provincia de Buenos Aires, Domínguez giró por todo el país buscando el voto del campo para su territorio, y respaldando a los demás cuadros kirchneristas en las provincias, muchas veces de la mano del vice, Amado Bodou. Luego de las primarias, la estrategia mostró sus frutos, y el secretario de Agricultura obtuvo más votos que Daniel Scioli y la propia presidenta.

Mientras tanto, la presidenta abrió otro frente repatriando a María Del Carmen Alarcón, quien fue diputada kirchnerista y se apartó del oficialismo tiempo antes del lanzamiento de la 125, cuando la relación con el campo comenzó a tensarse. Alarcón, que ocupaba un puesto en el gobierno santafesino de Binner, fue seducida nuevamente por el kirchnerismo, que le otorgó un espacio en la jefatura de Gabinete creando para ella la Secretaría de Integración Nacional.

El gobierno utilizó la fuerte influencia del movimiento Pampa Sur que lideraba Alarcón al servicio del oficialismo y absorbiendo un invaluable “know how” y finalmente desactivando a pampa Sur, quien tenía fuertes lazos con el macrismo y lideraron buena parte de los focos rebeldes en 2008.

Por último, la movida más reciente. A comienzos de año el kirchnerismo gestó e impulsó CANPO, una organización agropecuaria que se define como “nacional y popular” y otorga entidad institucional a casi un millar de especialistas en temas agrarios alineados con el gobierno nacional, que cuentan con cinco divisiones –una por cada región del país- y mantienen comunicación directa con Domínguez y la presidenta. CANPO fue una idea del propio Néstor Kirchner que puso en marcha días antes de su muerte, e instrumentó el estratega de la casa Rosada Carlos Zannini.

Con este paquete de medidas que lleva dos años de aplicación, Cristina logró seducir otra vez al campo, a pesar de los fuertes dardos que dedicó para el sector en sus discursos en el mismo período. El kirchnerismo poco a poco revirtió varias medidas que perjudicaban al sector , mientras sus gremialistas fueron divididos políticamente y vaciados de poder, generando en Cristina una vieja/nueva alternativa en la que, claramente, el campo volvió a confiar.

(*) Especial para Perfil.com.

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