Argenleaks, Clarín y el diario del Tío Sam
Publicado el 28 de Agosto de 2011Por
Director
Esta semana, llega a las librerías Argenleaks (los cables de Wikileaks sobre la Argentina, de la A a la Z), libro del periodista Santiago O’Donnell, editor de temas internacionales de Página/12. Con una dilatada trayectoria en medios gráficos y fino olfato de investigador, O’Donnell viajó a Londres para entrevistarse con Julian Assange apenas estalló el escándalo de los cables secretos del Departamento de Estado de los EE UU revelados en el sitio WikiLeaks. Su libro reúne todo el material desclasificado que habla sobre la Argentina, de sus políticos y funcionarios, y también de sus empresas, entre ellas, el Grupo Clarín y sus negocios. Estos últimos cables demuestran varias cosas: que en su cobertura del affaire el diario de Héctor Magnetto censuró aquello que podía perjudicarlo, publicando en cambio sólo lo que perjudicaba el gobierno kirchnerista; que la embajada y el Departamento de Estado lo consideran un diario poco serio aunque influyente en el ánimo público, y que los acuerdos entre el gobierno de los Estados Unidos y el monopolio comunicacional argentino son muchos más profundos de los que se suponía, e incluyen el lobby coordinado en negocios concretos que beneficien a empresas de su país, como es el caso de la disputa por la norma de la TV digital, donde la Argentina finalmente –como casi todo el Mercosur– optó por la norma japonesa, en contra de los intereses de los Estados Unidos. Parte de esa fina y reservada alianza entre Washington y Magnetto había quedado al desnudo cuando Tiempo Argentino reveló que el ex embajador Earl Wayne admitía tener a un “grupo de periodistas cautivos” al servicio de su sede diplomática, según el cable 2345, del 14 de diciembre de 2007. Pero el libro de O’Donnel, con destino de best seller asegurado, abunda en detalles hasta ahora desconocidos. Entrevistado en el programa Mañana es hoy, de Radio Nacional, el autor dijo lo siguiente:
–¿Cómo se te ocurrió hacer este libro?
–Cuando salieron los WikiLeaks me contacté con ellos, firmé un contrato con Julian Assange, que me dio un pendrive y me vine para la Argentina con los 2000 documentos.
–¿Qué opinión te merece Assange?
–Para mí, el tipo es un genio, y la tiene muy clara para estar peleándose con el Pentágono, el Banco Sudamérica y con la Cámara de Comercio de los EE UU, y contra todos los millones que están poniendo. Me parece que con cuatro laptops y con cinco amigos alrededor del mundo hizo algo notable.
–¿Confías en el material?
–Yo tengo 2000 cables del Departamento de Estado. Son oficiales. El gobierno de los Estados Unidos los admite como propios. The New York Times los peinó de arriba a abajo, lo mismo El País de España y el francés Le Monde.
–¿Por qué aparece Clarín en esos cables?
–Lo primero que hace el embajador estadounidense en la Argentina por las mañanas es mirar la tapa de Clarín. Hay un montón de cables que no salieron en ningún lado. Están mencionados Magnetto (CEO), José Aranda (vicepresidente), Kirschbaum (editor general) diciendo, entre otras cosas, que el gobierno nunca va a sacar la Ley de Medios, que Mariotto iba a fracasar en el intento, que después de la paliza electoral de 2009 Cristina se iba a echar atrás, que muchos gobiernos intentaron derrotar al diario, pero que Clarín es el único que tiene poder para derrumbar un gobierno. Quedan en evidencia los negocios comunes que tienen, y es muy interesante ver qué opinan sobre Clarín: dicen que son buena gente para ganar dinero pero que el periodismo que hacen no les gusta, y los critican porque siempre están inventando alguna cosa para hacer pelear a los EE UU con el gobierno.
Desde el lunes, en todas las librerías, un nuevo material para confirmar que el Tío Sam tiene un diario en la Argentina. Prometedores los párrafos dedicados al censor de Clemente en la dictadura, Joaquín Morales Solá, y el besamanos cotidiano de periodistas, empresarios, políticos (oficialistas y opositores) que pasan por Palermo, donde está la sede diplomática estadounidense, para pedir y dar letra con la impunidad de los que creían estar a salvo de las infidencias. Hasta este libro. El de un periodista. <
Director
Esta semana, llega a las librerías Argenleaks (los cables de Wikileaks sobre la Argentina, de la A a la Z), libro del periodista Santiago O’Donnell, editor de temas internacionales de Página/12. Con una dilatada trayectoria en medios gráficos y fino olfato de investigador, O’Donnell viajó a Londres para entrevistarse con Julian Assange apenas estalló el escándalo de los cables secretos del Departamento de Estado de los EE UU revelados en el sitio WikiLeaks. Su libro reúne todo el material desclasificado que habla sobre la Argentina, de sus políticos y funcionarios, y también de sus empresas, entre ellas, el Grupo Clarín y sus negocios. Estos últimos cables demuestran varias cosas: que en su cobertura del affaire el diario de Héctor Magnetto censuró aquello que podía perjudicarlo, publicando en cambio sólo lo que perjudicaba el gobierno kirchnerista; que la embajada y el Departamento de Estado lo consideran un diario poco serio aunque influyente en el ánimo público, y que los acuerdos entre el gobierno de los Estados Unidos y el monopolio comunicacional argentino son muchos más profundos de los que se suponía, e incluyen el lobby coordinado en negocios concretos que beneficien a empresas de su país, como es el caso de la disputa por la norma de la TV digital, donde la Argentina finalmente –como casi todo el Mercosur– optó por la norma japonesa, en contra de los intereses de los Estados Unidos. Parte de esa fina y reservada alianza entre Washington y Magnetto había quedado al desnudo cuando Tiempo Argentino reveló que el ex embajador Earl Wayne admitía tener a un “grupo de periodistas cautivos” al servicio de su sede diplomática, según el cable 2345, del 14 de diciembre de 2007. Pero el libro de O’Donnel, con destino de best seller asegurado, abunda en detalles hasta ahora desconocidos. Entrevistado en el programa Mañana es hoy, de Radio Nacional, el autor dijo lo siguiente:
–¿Cómo se te ocurrió hacer este libro?
–Cuando salieron los WikiLeaks me contacté con ellos, firmé un contrato con Julian Assange, que me dio un pendrive y me vine para la Argentina con los 2000 documentos.
–¿Qué opinión te merece Assange?
–Para mí, el tipo es un genio, y la tiene muy clara para estar peleándose con el Pentágono, el Banco Sudamérica y con la Cámara de Comercio de los EE UU, y contra todos los millones que están poniendo. Me parece que con cuatro laptops y con cinco amigos alrededor del mundo hizo algo notable.
–¿Confías en el material?
–Yo tengo 2000 cables del Departamento de Estado. Son oficiales. El gobierno de los Estados Unidos los admite como propios. The New York Times los peinó de arriba a abajo, lo mismo El País de España y el francés Le Monde.
–¿Por qué aparece Clarín en esos cables?
–Lo primero que hace el embajador estadounidense en la Argentina por las mañanas es mirar la tapa de Clarín. Hay un montón de cables que no salieron en ningún lado. Están mencionados Magnetto (CEO), José Aranda (vicepresidente), Kirschbaum (editor general) diciendo, entre otras cosas, que el gobierno nunca va a sacar la Ley de Medios, que Mariotto iba a fracasar en el intento, que después de la paliza electoral de 2009 Cristina se iba a echar atrás, que muchos gobiernos intentaron derrotar al diario, pero que Clarín es el único que tiene poder para derrumbar un gobierno. Quedan en evidencia los negocios comunes que tienen, y es muy interesante ver qué opinan sobre Clarín: dicen que son buena gente para ganar dinero pero que el periodismo que hacen no les gusta, y los critican porque siempre están inventando alguna cosa para hacer pelear a los EE UU con el gobierno.
Desde el lunes, en todas las librerías, un nuevo material para confirmar que el Tío Sam tiene un diario en la Argentina. Prometedores los párrafos dedicados al censor de Clemente en la dictadura, Joaquín Morales Solá, y el besamanos cotidiano de periodistas, empresarios, políticos (oficialistas y opositores) que pasan por Palermo, donde está la sede diplomática estadounidense, para pedir y dar letra con la impunidad de los que creían estar a salvo de las infidencias. Hasta este libro. El de un periodista. <
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