miércoles, 31 de agosto de 2011

Opinión

Los números que la oposición no ve

Por Martín Lousteau | Para LA NACION
Ayer se dieron a conocer los datos del escrutinio definitivo de las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO). No hubo sorpresas: la fórmula CFK-Boudou arrasó con el 50.24% y el orden de sus seguidores no se vio alterado. Lo que sí continúa llamando la atención es la reacción de los opositores ante la derrota.
Como si no pudieran salir del estupor ante un resultado que consideraban inesperado se mueven sin rumbo alguno. Algunos apalean las estadísticas intentando dar otra interpretación a lo inapelable. Otros denuncian fraude. Socios hasta hace veinte días muestran las diferencias que, en rigor, siempre tuvieron. Y mientras un candidato reconoce la imposibilidad -aunque use el término improbabilidad- de la tarea que le aguarda, las estructuras partidarias piensan súbitamente cómo transformar una elección presidencial en otra de control legislativo.

Como si no pudieran salir del estupor ante un resultado que consideraban inesperado, la oposición se mueve sin rumbo alguno

Cierto triunfalismo había invadido a la oposición y parte de la prensa más crítica luego de las elecciones en Santa Fe, Capital y Córdoba. Decir que esa visión era poco menos que incompresible implicaba en esos momentos nadar contra la corriente. Sin embargo, las encuestas serias venían reflejando una intención de voto superior al 45% para la Presidenta. Y lo hacían de manera consistente, mes tras mes, lo cual achicaba el margen de error. Ese apoyo masivo se sustenta en mejoras objetivas para un porcentaje no menor de la población en temas tan centrales como la situación económica. Vale la pena, entonces, analizar estas cifras que algunos continúan eligiendo ignorar a su propio riesgo.
En primer lugar, para el universo de 7,5 millones de trabajadores formales la pauta de incremento salarial promedio se ubicó en estos años por encima del alza de los precios. Así, la inflación -siempre molesta y con múltiples efectos negativos- ha sido para ellos poco más que un problema de timing. Con un tipo de cambio relativamente estable, estos sectores han disfrutado en los últimos dos años de un incremento del 40% en el salario en dólares (que ya se encuentra 33% por encima del existente en 2001). Si a ello le sumamos que no hay alternativas de ahorro que protejan de la inflación, el resultado lógico es el boom de consumo que estamos experimentando.
Por otro lado, la movilidad previsional sancionada en octubre de 2008 hizo posible que el haber de los 5,7 millones de jubilados también le ganara a la inflación: desde marzo de 2009, el poder adquisitivo de la jubilación mínima se incrementó un 8%. Y a ello hay que sumarle que dentro de ese grupo se encuentran 2.5 millones de ancianos que hace un lustro no tenían cobertura y hoy sí gracias a la moratoria llevada a cabo en la administración de Néstor Kirchner.

Existe el riesgo de que las expectativas con que tantos se manifestaron en las internas -y seguramente también en la elección del 23 de octubre próximo- no se vean satisfechas en los próximos cuatro años

Finalmente, en diciembre de 2009 el Gobierno implementó por decreto la Asignación Universal por Hijo. Este programa significa una transferencia anual de recursos equivalente al 0,7% del PBI (US$ 9500 M) para 3,6 millones de beneficiarios. Si bien el poder adquisitivo del beneficio se fue erosionando como consecuencia de la inflación (en especial en el rubro alimentos), lo cierto es que su incidencia en la estructura de ingresos de los beneficiarios ha sido muy significativa: un hogar típico cuyo jefe es trabajador informal tiene en la actualidad una capacidad de compra 38% superior a la de fines de 2009.
Así, sumando padres beneficiarios de la Asignación Universal por Hijo, trabajadores formales y jubilados tenemos un universo de casi 17 millones de adultos con ingresos reales mayores a los de la elección previa (realizada en un contexto opuesto, es decir con recesión), en la que el Kirchnerismo había sido derrotado.
Para una sociedad acostumbrada a vaivenes y crisis recurrentes, y con el cataclismo de 2001 todavía muy presente en el imaginario colectivo, la dinámica económica descripta juega un rol muy significativo, más allá de otros aspectos que pueden influir en la simpatía o antipatía por un gobierno y la decisión a la hora de votar. Despreciar este hecho sólo puede inducir a apelaciones discursivas incorrectas que la mayoría de la gente siente ajenas, tal como quedó demostrado por los escasos votos obtenidos en el campo opositor.
Con una ciudadanía que se ha expresado tan claramente y con razones tan válidas, el verdadero desafío, tanto del Gobierno como de la oposición, parece transcurrir ahora por otros carriles. Las mejoras logradas con cierta facilidad en estos años serán complejas de replicar. Los desajustes macroeconómicos han venido siendo disfrazados a fuerza de despilfarrar recursos provistos por una coyuntura internacional prácticamente inmejorable, como la que experimentó nuestra región hasta recientemente. Existe el riesgo de que las expectativas con que tantos se manifestaron en las internas -y seguramente también en la elección del 23 de octubre próximo- no se vean satisfechas en los próximos cuatro años. Y aún así, casi no se ven candidatos pensando con seriedad el largo plazo, que es lo único que puede servir de faro cuando las aguas del corto plazo se ponen movidas..

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