¿Un giro copernicano en la orientación política?
Publicado el 26 de Noviembre de 2011Por
Monti sostuvo que ‘para conseguir una moneda común, estable y que cuente con la confianza de todo el mundo’, el camino es lograr una ‘unión fiscal con más integración política’. Se trata de una completa vuelta de campana de las opiniones de la primera ministra alemana.
“¡Los bancos fueron rescatados, nosotros fuimos vendidos!’’
Consigna de los indignados en los EE UU
Un notable viraje en la orientación política de la Unión Europea pareciera comenzar a producirse a partir del jueves, tras el encuentro entre Angela Merkel, Nicolas Sarkozy y Mario Monti. El encargado de formularlo, no en esos términos por cierto, fue el premier italiano. Monti sostuvo que “para conseguir una moneda común, estable y que cuente con la confianza de todo el mundo”, el camino es lograr una “unión fiscal con más integración política”. Se trata, por cierto, de una completa vuelta de campana de las opiniones de la primera ministra alemana, defensora del statu quo imperante, y constituye una novedad que posibilita una modificación del tablero político en su conjunto. Es que en lugar de formular una estrategia para el desacople nacional –posibilidad de salir voluntariamente de la zona del euro– impulsa un programa de integración ascendente; programa que supone la modificación de los Tratados de la Unión Europea, y así lo reconoció la propia Merkel. Es una condición necesaria, pero insuficiente.
El texto, que aún no existe, se hará llegar al resto de socios europeos antes de la próxima cumbre del 9 de diciembre. “Hay que coordinar más nuestras políticas si queremos una moneda estable”, explicó Merkel. Francia, que consideraba que el BCE debía ser el prestamista en última instancia, no comparte la idea alemana –no permitir que el Banco intervenga de forma masiva en el mercado de la deuda– sigue pensando que los tratados europeos permiten la intervención del BCE a través del mercado secundario. Alemania cree otra cosa. Pero no son estos tecnicismos los que definen, sino una voluntad política que terminará de manifestarse en la cumbre de diciembre.
La canciller alemana entiende que hace falta un “euro fuerte que sea apreciado como moneda estable en el mundo, y vamos a hacer lo imposible por defenderlo”. Por tal motivo se impone “una revisión de los tratados que integrarán a los países del euro en una unión fiscal con más integración política”. Entonces, “todo lo demás se desdramatizará y no hará falta hablar ni de ampliar el papel del BCE ni de los eurobonos”.
Vale la pena detenerse en las últimas afirmaciones de Merkel, ya que no resulta tan seguro que puedan sostenerse con eficacia. La unidad fiscal tiene por objeto que el peso de la deuda –al impactar sobre un producto bruto de mayor porte– deja de agobiar a los más débiles. Pero aun así, los títulos griegos seguirían siendo griegos y por tanto el costo financiero si bien menor al actual difícilmente sería igual al alemán. Incluso el costo financiero de ese título esta en tela de juicio. En una reciente venta de deuda soberana alemana el mercado mostró excéntricas veleidades. Blanco sobre negro, dificultades para su colocación al 2% de interés anual. Entonces, para que la tasa no subiera fue preciso acudir al expediente de reducir el volumen ofertado. En lugar de los 6000 millones de euros a 1,98% de interés, a diez años, terminaron ofertando 3644 millones; de lo contrario hubieran tenido que pagar 2,09% anual. Y que la venta de bonos soberanos italianos de ayer, tras los anuncios, tuvo que pagar la enorme tasa del 6,5 por ciento. Conviene recordar que el interés que pagan los bonos de la Reserva Federal de los EE UU es del 2 por ciento. Y es la primera vez en mucho tiempo que la deuda soberana alemana no goza de los mismos privilegios; si bien las explicaciones de semejante “accidente” distan de la uniformidad, a nadie se le escapa que se trata de una noticia correlacionada con un cuadro económico crecientemente complejo.
Para que se entienda; según las autoridades del Banco Mundial la economía china muestra síntomas de cansancio. Al parecer, su producto bruto interno crecerá este año el 9,1%, frente al 10,4 de 2010, pero lo que realmente inquieta es la proyección para 2012: 8,4 por ciento. Una combinación de nivel de inversión interna decreciente, acompañado de una demanda externa menos empinada hace que los expertos teman una desaceleración de la economía que actúa como locomotora global. Si así fuera, la crisis, pegaría un nuevo salto hacia el abismo.
En realidad, la hipótesis reposa en el comportamiento del indicador manufacturero del banco HSBC, que pasó de 51 puntos en octubre a 48 para noviembre. Por debajo de los 50 puntos, el índice señala una tendencia contractiva. Por cierto que la cautela de la lectura puede parecer y en rigor de verdad resulta excesiva, pero el marco recesivo global en el que se hace empuja en esa dirección. Sobre todo, cuando las exportaciones de China a la Unión Europea y los EE UU se redujeron continuamente en los últimos tres meses. Además, el comportamiento de la divisa europea también registra el impacto del plano inclinado de la situación global. El euro a 1,33 en dólares muestra que el capital fluye hacia el otro lado del Atlántico. Esto es, en lugar de buscar refugio en inversiones europeas seguras, se dirige hacia títulos de la Reserva Federal, o hacia América Latina.
Y ese es el punto. No pocos se preguntan por qué Merkel –tan próxima a las recetas neoliberales, tan preocupada por la posibilidad de poner en marcha un proceso inflacionario, tan tomada por los bancos alemanes– ha cambiado de postura. Una de las hipótesis: Mario Monti. Si un hombre tan considerado con el horizonte bancario –por más que lo niegue– propicia una salida menos conservadora, más ligada al incremento de la actividad productiva sin estímulo “inflacionario”, y Sarkozy se suma a ese punto de vista, la dirigente alemana no había podido resistir. Es que su lectura habitual de la crisis corría el riesgo de resultar altamente contraproducente, sobre todo para la sobrevivencia de la Unión Europea; la marcha de las tres principales economías de la Unión y la suerte del colectivo son una misma cuestión. Por eso la suerte italiana importa. Una cosa son Grecia, España, Portugal, otra Italia. Pero el cambio de política –la unidad fiscal– requiere además un bono europeo único.
Merkel rechazó, en el Parlamento alemán, los eurobonos hace 72 horas. Calificó de “lamentable e inadecuado” que la Comisión Europea haya puesto el tema en el centro de la discusión. “La idea que queda flotando es que a través de la colectivización de la deuda se pueden superar los problemas estructurales de la Unión Monetaria y eso es precisamente lo que no puede funcionar”, dijo durante el debate sobre el presupuesto.
La oposición, el presidente del Partido Socialdemócrata (SPD), Sigmar Gabriel, sostuvo que Merkel ha tenido continuos cambios de posición frente a la crisis europea. La canciller reiteró que los problemas centrales de la crisis están en la “alta deuda de algunos Estados y en errores de construcción de la Unión Monetaria”. Explicó su convicción: crear un impuesto a las transacciones financieras en Europa y lamentó que las negociaciones –resistidas por Londres, principal centro financiero del mundo– no hayan progresado.
Gabriel, por su parte, acusó a Merkel de predicar el ahorro en Europa al tiempo que en su país contempla un aumento del déficit para el próximo presupuesto federal. El presidente del SPD señaló que el déficit para 2012 será 4000 millones de euros superior al actual, pese a la buena situación económica en Alemania, que ha generado un aumento de la recaudación impositiva. “Ustedes aumentan la deuda, pese a que a Alemania le va bien, y le exigen a países con problemas que ahorren”, dijo Gabriel. “Con su política, cada vez hay más desempleados en Europa y a la larga también los habrá en Alemania”, sostuvo el dirigente socialdemócrata.
Se trata de saber cuál de las múltiples Angela Merkel terminará primando, si la conservadora del debate interno alemán, o la otra.
Monti sostuvo que ‘para conseguir una moneda común, estable y que cuente con la confianza de todo el mundo’, el camino es lograr una ‘unión fiscal con más integración política’. Se trata de una completa vuelta de campana de las opiniones de la primera ministra alemana.
“¡Los bancos fueron rescatados, nosotros fuimos vendidos!’’
Consigna de los indignados en los EE UU
Un notable viraje en la orientación política de la Unión Europea pareciera comenzar a producirse a partir del jueves, tras el encuentro entre Angela Merkel, Nicolas Sarkozy y Mario Monti. El encargado de formularlo, no en esos términos por cierto, fue el premier italiano. Monti sostuvo que “para conseguir una moneda común, estable y que cuente con la confianza de todo el mundo”, el camino es lograr una “unión fiscal con más integración política”. Se trata, por cierto, de una completa vuelta de campana de las opiniones de la primera ministra alemana, defensora del statu quo imperante, y constituye una novedad que posibilita una modificación del tablero político en su conjunto. Es que en lugar de formular una estrategia para el desacople nacional –posibilidad de salir voluntariamente de la zona del euro– impulsa un programa de integración ascendente; programa que supone la modificación de los Tratados de la Unión Europea, y así lo reconoció la propia Merkel. Es una condición necesaria, pero insuficiente.
El texto, que aún no existe, se hará llegar al resto de socios europeos antes de la próxima cumbre del 9 de diciembre. “Hay que coordinar más nuestras políticas si queremos una moneda estable”, explicó Merkel. Francia, que consideraba que el BCE debía ser el prestamista en última instancia, no comparte la idea alemana –no permitir que el Banco intervenga de forma masiva en el mercado de la deuda– sigue pensando que los tratados europeos permiten la intervención del BCE a través del mercado secundario. Alemania cree otra cosa. Pero no son estos tecnicismos los que definen, sino una voluntad política que terminará de manifestarse en la cumbre de diciembre.
La canciller alemana entiende que hace falta un “euro fuerte que sea apreciado como moneda estable en el mundo, y vamos a hacer lo imposible por defenderlo”. Por tal motivo se impone “una revisión de los tratados que integrarán a los países del euro en una unión fiscal con más integración política”. Entonces, “todo lo demás se desdramatizará y no hará falta hablar ni de ampliar el papel del BCE ni de los eurobonos”.
Vale la pena detenerse en las últimas afirmaciones de Merkel, ya que no resulta tan seguro que puedan sostenerse con eficacia. La unidad fiscal tiene por objeto que el peso de la deuda –al impactar sobre un producto bruto de mayor porte– deja de agobiar a los más débiles. Pero aun así, los títulos griegos seguirían siendo griegos y por tanto el costo financiero si bien menor al actual difícilmente sería igual al alemán. Incluso el costo financiero de ese título esta en tela de juicio. En una reciente venta de deuda soberana alemana el mercado mostró excéntricas veleidades. Blanco sobre negro, dificultades para su colocación al 2% de interés anual. Entonces, para que la tasa no subiera fue preciso acudir al expediente de reducir el volumen ofertado. En lugar de los 6000 millones de euros a 1,98% de interés, a diez años, terminaron ofertando 3644 millones; de lo contrario hubieran tenido que pagar 2,09% anual. Y que la venta de bonos soberanos italianos de ayer, tras los anuncios, tuvo que pagar la enorme tasa del 6,5 por ciento. Conviene recordar que el interés que pagan los bonos de la Reserva Federal de los EE UU es del 2 por ciento. Y es la primera vez en mucho tiempo que la deuda soberana alemana no goza de los mismos privilegios; si bien las explicaciones de semejante “accidente” distan de la uniformidad, a nadie se le escapa que se trata de una noticia correlacionada con un cuadro económico crecientemente complejo.
Para que se entienda; según las autoridades del Banco Mundial la economía china muestra síntomas de cansancio. Al parecer, su producto bruto interno crecerá este año el 9,1%, frente al 10,4 de 2010, pero lo que realmente inquieta es la proyección para 2012: 8,4 por ciento. Una combinación de nivel de inversión interna decreciente, acompañado de una demanda externa menos empinada hace que los expertos teman una desaceleración de la economía que actúa como locomotora global. Si así fuera, la crisis, pegaría un nuevo salto hacia el abismo.
En realidad, la hipótesis reposa en el comportamiento del indicador manufacturero del banco HSBC, que pasó de 51 puntos en octubre a 48 para noviembre. Por debajo de los 50 puntos, el índice señala una tendencia contractiva. Por cierto que la cautela de la lectura puede parecer y en rigor de verdad resulta excesiva, pero el marco recesivo global en el que se hace empuja en esa dirección. Sobre todo, cuando las exportaciones de China a la Unión Europea y los EE UU se redujeron continuamente en los últimos tres meses. Además, el comportamiento de la divisa europea también registra el impacto del plano inclinado de la situación global. El euro a 1,33 en dólares muestra que el capital fluye hacia el otro lado del Atlántico. Esto es, en lugar de buscar refugio en inversiones europeas seguras, se dirige hacia títulos de la Reserva Federal, o hacia América Latina.
Y ese es el punto. No pocos se preguntan por qué Merkel –tan próxima a las recetas neoliberales, tan preocupada por la posibilidad de poner en marcha un proceso inflacionario, tan tomada por los bancos alemanes– ha cambiado de postura. Una de las hipótesis: Mario Monti. Si un hombre tan considerado con el horizonte bancario –por más que lo niegue– propicia una salida menos conservadora, más ligada al incremento de la actividad productiva sin estímulo “inflacionario”, y Sarkozy se suma a ese punto de vista, la dirigente alemana no había podido resistir. Es que su lectura habitual de la crisis corría el riesgo de resultar altamente contraproducente, sobre todo para la sobrevivencia de la Unión Europea; la marcha de las tres principales economías de la Unión y la suerte del colectivo son una misma cuestión. Por eso la suerte italiana importa. Una cosa son Grecia, España, Portugal, otra Italia. Pero el cambio de política –la unidad fiscal– requiere además un bono europeo único.
Merkel rechazó, en el Parlamento alemán, los eurobonos hace 72 horas. Calificó de “lamentable e inadecuado” que la Comisión Europea haya puesto el tema en el centro de la discusión. “La idea que queda flotando es que a través de la colectivización de la deuda se pueden superar los problemas estructurales de la Unión Monetaria y eso es precisamente lo que no puede funcionar”, dijo durante el debate sobre el presupuesto.
La oposición, el presidente del Partido Socialdemócrata (SPD), Sigmar Gabriel, sostuvo que Merkel ha tenido continuos cambios de posición frente a la crisis europea. La canciller reiteró que los problemas centrales de la crisis están en la “alta deuda de algunos Estados y en errores de construcción de la Unión Monetaria”. Explicó su convicción: crear un impuesto a las transacciones financieras en Europa y lamentó que las negociaciones –resistidas por Londres, principal centro financiero del mundo– no hayan progresado.
Gabriel, por su parte, acusó a Merkel de predicar el ahorro en Europa al tiempo que en su país contempla un aumento del déficit para el próximo presupuesto federal. El presidente del SPD señaló que el déficit para 2012 será 4000 millones de euros superior al actual, pese a la buena situación económica en Alemania, que ha generado un aumento de la recaudación impositiva. “Ustedes aumentan la deuda, pese a que a Alemania le va bien, y le exigen a países con problemas que ahorren”, dijo Gabriel. “Con su política, cada vez hay más desempleados en Europa y a la larga también los habrá en Alemania”, sostuvo el dirigente socialdemócrata.
Se trata de saber cuál de las múltiples Angela Merkel terminará primando, si la conservadora del debate interno alemán, o la otra.
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