Es contra ellas, es contra todos
Publicado el 30 de Noviembre de 2011Por
Los relatos de los medios hegemónicos siguen invisibilizando al femicidio; incluso sobreabundan los programas en los que se ensalza a figuras de condenados por abusos y maltratos de género, sin contar que la cosificación de la mujer es para ellos moneda corriente.
El domingo pasado, muchos hubiésemos preferido que los galardones de la agenda informativa se los hubiese llevado el récord de migrantes turísticos hacia la Costa Atlántica bonaerense y otros destinos de alegre vacacionar. Sin embargo no fue así. Desde muy temprano irrumpió un hecho de violencia descabellada en el barrio La Loma, de La Plata, donde fueron encontrados los cadáveres de tres mujeres y una niña: Susana de Bárttole, de 63 años, su hija Bárbara Santos, de 29, su nieta Micaela Galle Santos y Graciela Vega, de 30, amiga de Bárbara que había llegado al lugar unos minutos antes de los acontecimientos.
Osvaldo Martínez, un karateca de 27 años, novio de Bárbara Santos, fue detenido. Al día siguiente, al ser interrogado por la justicia, negó su participación en los hechos pero quedó entre rejas, debido al conjunto de pruebas que, al momento de escribir este texto, parecerían comprometer seriamente su situación procesal.
En términos generales, los medios hegemónicos, los difusores del mito “crimen pasional”, volvían a ocultar la naturaleza profunda del hecho, pero los relatos de las fuentes que comenzaban a surgir indicaron con claridad que, una vez más, la sociedad argentina quedaba expuesta a un salvaje caso de femicidio, figura penal aun no tipificada por un nuestro Derecho Penal, lo que viene siendo reclamado en forma activa por los movimientos de mujeres.
La lucha sostenida de estos grupos ha interpelado a distintos actores políticos y culturales de nuestra sociedad. El vicegobernador electo de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, fue contundente. Dijo a la agencia pública de noticias de la provincia de Buenos Aires AgePeBa que “los legisladores, la justicia, las fuerzas de seguridad, todos los organismos competentes y el conjunto de la sociedad, debemos ponerle fin al flagelo del femicidio, cortándole el paso con compromiso político a la cultura machista, y lo primero que hay que hacer es tipificar esa conducta como un crimen de naturaleza propia.”
En tanto, la directora general de Coordinación de Políticas de Género del Ministerio de Justicia y Seguridad provincial, Silvia La Ruffa, sostuvo: “La lucha contra la violencia de género es una prioridad para el gobernador Daniel Scioli y el ministro del área, Ricardo Casal; se trata de un flagelo social que nos tiene como víctimas a las mujeres sin importar clase, condición social ni edad. Durante los últimos cuatro años se duplicó la cantidad de Comisarías de la Mujer.”
El lunes último, Tiempo Argentino recordaba que “el país cuenta con una Ley de la Violencia de Género de avanzada, que se sancionó en marzo de 2009, pero se reglamentó recién en julio de 2010. El Consejo Nacional de Mujeres, dependiente de Presidencia, es el ente encargado de su implementación”, y consignó entonces declaraciones de Mariana Gras, la subsecretaria a cargo de esa tarea: “Este año se realizaron 350 encuentros con organizaciones territoriales, se levantaron siete refugios y se firmaron acuerdos con los ministerios de Desarrollo Social, de Salud, de Seguridad y la ANSES, para que las mujeres puedan salir de la situación de violencia a través de su independencia económica. Estos hechos nos obligan a acelerar políticas públicas, pero además nos interpelan como sociedad. Necesitamos un cambio cultural, entender que esto no es un tema privado.”
Según un estudio de medios realizado por el Observatorio Adriana Zambrano –una ONG especializada–, de enero a octubre de este año fueron asesinadas 237 mujeres y niñas, un 15% más que el año pasado y un 40% más que en 2009. Dos mil doscientos ochenta y tres fue el número de hijos que se quedaron sin sus madres. Un tercio de ellos son menores de edad. Dieciséis niños de hasta 12 años fueron víctimas en femicidios vinculados. Seis de cada diez femicidas fueron maridos, novios o ex parejas de las víctimas. En el 56% de los casos, el crimen se cometió en la casa de ella o en el espacio de convivencia. El 12% de los hombres violentos había sido acusado por maltratos; registraban exclusión del hogar o prohibición para acercarse a sus víctimas. En el 67% de los casos se constataron agresiones físicas y, en el 13%, las mismas fueron de corte sexual. El 81% de esos agresores fueron ex parejas, concubinos o cónyuges.
Por su parte, Florencia Cremona –directora del Observatorio de Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP– formuló una serie de aclaraciones y consideraciones esclarecedoras. “El femicidio o feminicidio es un homicidio de mujeres por razones de género. Por ejemplo, que una mujer sea asesinada por una persona con la que mantiene un vínculo sexo-afectivo es un femicidio porque el asesinato ocurre a causa de motivos de subalternidad y violencia históricas y culturales que justifican o son móviles del crimen. Los celos, el control, los mitos del amor romántico que todo lo perdona y todo lo justifica, la idea de que los cuerpos de las mujeres ‘provocan’ y de que la sexualidad de los varones es incontrolable son parte de una organización sociocultural que sostiene la subalternidad de las mujeres y en consecuencia la falta de equiparación real de derechos y garantías por parte del Estado para con nosotras. Porque aunque frente a la ley todos y todas seamos iguales, en la micropolítica de la vida cotidiana eso no es verdad.”
Desde un artículo conocido el lunes mismo, Cremona sostiene, además, que “el cuerpo de las mujeres fue construido en Occidente como territorio de disputa como cuerpo habitado, por el hijo, por el amante, por las leyes que permiten cuándo y cómo abortar, por los parámetros de belleza y una serie de enunciados interminables que nos indica cómo ser para los demás. Cómo ser buenas madres, cómo ser buenas esposas, cómo ser buenas empleadas y mantener el brushing intacto, cómo ser poderosas pero no tanto como para no descuidar la manicure ni las tareas de la casa y así sigue la lista. Las mujeres hemos crecido en esta matriz cultural y emanciparnos de estas creencias tiene altísimos costos personales y políticos. Porque siempre que hablamos de género invariablemente estamos hablando de la organización del poder social, de poder publico.”
Los relatos de los medios hegemónicos siguen invisibilizando al femicidio; incluso sobreabundan los programas en los que se ensalza a figuras de condenados por abusos y maltratos de género, sin contar que la cosificación de la mujer es para ellos moneda corriente.
Sólo basta revisar muchas de las producciones de Marcelo Tinelli y Susana Gimenez, por ejemplo, para constatar la grave complicidad mediática que surge del universo hegemónico. Esa cultura que afecta en forma dramática a más del 50% de la población argentina debe ser considerada como una agresión sin límites; hacia ellas, las víctimas directas, y para el conjunto de los argentinos, que venimos bregando por una sociedad con justicia para todos.
Los relatos de los medios hegemónicos siguen invisibilizando al femicidio; incluso sobreabundan los programas en los que se ensalza a figuras de condenados por abusos y maltratos de género, sin contar que la cosificación de la mujer es para ellos moneda corriente.
El domingo pasado, muchos hubiésemos preferido que los galardones de la agenda informativa se los hubiese llevado el récord de migrantes turísticos hacia la Costa Atlántica bonaerense y otros destinos de alegre vacacionar. Sin embargo no fue así. Desde muy temprano irrumpió un hecho de violencia descabellada en el barrio La Loma, de La Plata, donde fueron encontrados los cadáveres de tres mujeres y una niña: Susana de Bárttole, de 63 años, su hija Bárbara Santos, de 29, su nieta Micaela Galle Santos y Graciela Vega, de 30, amiga de Bárbara que había llegado al lugar unos minutos antes de los acontecimientos.
Osvaldo Martínez, un karateca de 27 años, novio de Bárbara Santos, fue detenido. Al día siguiente, al ser interrogado por la justicia, negó su participación en los hechos pero quedó entre rejas, debido al conjunto de pruebas que, al momento de escribir este texto, parecerían comprometer seriamente su situación procesal.
En términos generales, los medios hegemónicos, los difusores del mito “crimen pasional”, volvían a ocultar la naturaleza profunda del hecho, pero los relatos de las fuentes que comenzaban a surgir indicaron con claridad que, una vez más, la sociedad argentina quedaba expuesta a un salvaje caso de femicidio, figura penal aun no tipificada por un nuestro Derecho Penal, lo que viene siendo reclamado en forma activa por los movimientos de mujeres.
La lucha sostenida de estos grupos ha interpelado a distintos actores políticos y culturales de nuestra sociedad. El vicegobernador electo de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, fue contundente. Dijo a la agencia pública de noticias de la provincia de Buenos Aires AgePeBa
En tanto, la directora general de Coordinación de Políticas de Género del Ministerio de Justicia y Seguridad provincial, Silvia La Ruffa, sostuvo: “La lucha contra la violencia de género es una prioridad para el gobernador Daniel Scioli y el ministro del área, Ricardo Casal; se trata de un flagelo social que nos tiene como víctimas a las mujeres sin importar clase, condición social ni edad. Durante los últimos cuatro años se duplicó la cantidad de Comisarías de la Mujer.”
El lunes último, Tiempo Argentino recordaba que “el país cuenta con una Ley de la Violencia de Género de avanzada, que se sancionó en marzo de 2009, pero se reglamentó recién en julio de 2010. El Consejo Nacional de Mujeres, dependiente de Presidencia, es el ente encargado de su implementación”, y consignó entonces declaraciones de Mariana Gras, la subsecretaria a cargo de esa tarea: “Este año se realizaron 350 encuentros con organizaciones territoriales, se levantaron siete refugios y se firmaron acuerdos con los ministerios de Desarrollo Social, de Salud, de Seguridad y la ANSES, para que las mujeres puedan salir de la situación de violencia a través de su independencia económica. Estos hechos nos obligan a acelerar políticas públicas, pero además nos interpelan como sociedad. Necesitamos un cambio cultural, entender que esto no es un tema privado.”
Según un estudio de medios realizado por el Observatorio Adriana Zambrano –una ONG especializada–, de enero a octubre de este año fueron asesinadas 237 mujeres y niñas, un 15% más que el año pasado y un 40% más que en 2009. Dos mil doscientos ochenta y tres fue el número de hijos que se quedaron sin sus madres. Un tercio de ellos son menores de edad. Dieciséis niños de hasta 12 años fueron víctimas en femicidios vinculados. Seis de cada diez femicidas fueron maridos, novios o ex parejas de las víctimas. En el 56% de los casos, el crimen se cometió en la casa de ella o en el espacio de convivencia. El 12% de los hombres violentos había sido acusado por maltratos; registraban exclusión del hogar o prohibición para acercarse a sus víctimas. En el 67% de los casos se constataron agresiones físicas y, en el 13%, las mismas fueron de corte sexual. El 81% de esos agresores fueron ex parejas, concubinos o cónyuges.
Por su parte, Florencia Cremona –directora del Observatorio de Género de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP– formuló una serie de aclaraciones y consideraciones esclarecedoras. “El femicidio o feminicidio es un homicidio de mujeres por razones de género. Por ejemplo, que una mujer sea asesinada por una persona con la que mantiene un vínculo sexo-afectivo es un femicidio porque el asesinato ocurre a causa de motivos de subalternidad y violencia históricas y culturales que justifican o son móviles del crimen. Los celos, el control, los mitos del amor romántico que todo lo perdona y todo lo justifica, la idea de que los cuerpos de las mujeres ‘provocan’ y de que la sexualidad de los varones es incontrolable son parte de una organización sociocultural que sostiene la subalternidad de las mujeres y en consecuencia la falta de equiparación real de derechos y garantías por parte del Estado para con nosotras. Porque aunque frente a la ley todos y todas seamos iguales, en la micropolítica de la vida cotidiana eso no es verdad.”
Desde un artículo conocido el lunes mismo, Cremona sostiene, además, que “el cuerpo de las mujeres fue construido en Occidente como territorio de disputa como cuerpo habitado, por el hijo, por el amante, por las leyes que permiten cuándo y cómo abortar, por los parámetros de belleza y una serie de enunciados interminables que nos indica cómo ser para los demás. Cómo ser buenas madres, cómo ser buenas esposas, cómo ser buenas empleadas y mantener el brushing intacto, cómo ser poderosas pero no tanto como para no descuidar la manicure ni las tareas de la casa y así sigue la lista. Las mujeres hemos crecido en esta matriz cultural y emanciparnos de estas creencias tiene altísimos costos personales y políticos. Porque siempre que hablamos de género invariablemente estamos hablando de la organización del poder social, de poder publico.”
Los relatos de los medios hegemónicos siguen invisibilizando al femicidio; incluso sobreabundan los programas en los que se ensalza a figuras de condenados por abusos y maltratos de género, sin contar que la cosificación de la mujer es para ellos moneda corriente.
Sólo basta revisar muchas de las producciones de Marcelo Tinelli y Susana Gimenez, por ejemplo, para constatar la grave complicidad mediática que surge del universo hegemónico. Esa cultura que afecta en forma dramática a más del 50% de la población argentina debe ser considerada como una agresión sin límites; hacia ellas, las víctimas directas, y para el conjunto de los argentinos, que venimos bregando por una sociedad con justicia para todos.
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