lunes, 1 de noviembre de 2010

excelente orlando

LOS PERROS VIVOS Y LOS LEONES MUERTOS

LOS PERROS VIVOS Y LOS LEONES MUERTOS


Por Orlando Barone Thanatos | Hipócritas | Falderos | Abecedario
Hay un palco de perritos falderos especialistas de la hipocresía que ante el león muerto pegan ladriditos de fingido dolor. En realidad siguen teniéndole miedo. Y ni aún yerto el león deja de asustarlos. Por eso, hipócritas del consenso, especulan que en un funeral rinde más el dolor que el odio, aunque a éste lo siguen manteniendo porque les es propio. Esos perritos opositores que cacerolean y champanean, fantasean con el posterior usufructo de Thanatos. Se convencen frente a esa alianza colectiva que llora a Néstor Kirchner, en que si -confundidos en el velorio se esmeran en algún tipo de reconocimiento y apología post mortem, sacarán algún beneficio. Pero cómo creer que los mismos que no pararon de conspirar y agraviarlo moral e ideológicamente, ahora pongan sus hocicos compungidos en el féretro. John William Cooke decía que “los perros vivos no son superiores a los leones muertos”.
Por eso suenan en el vacío esos augurios de que vendrán tiempos difíciles, pretendiendo diseñar una desconcertada presidenta privada de poder o ya vaciada de la mitad del contenido. Si hay algo que el muerto no hizo es llevarse consigo las ideas. Y si hay algo que hizo es dejar intacto el liderazgo de Cristina. Dudar de ella ahora es como dudar del sol cuando más calienta e ilumina. Todo lo demás son elucubraciones no probadas en los hechos ni en los indicios. Como aquellos emisarios de indeseables deseos que hace siete años le advertían a Néstor Kirchner que por ese camino su gobierno no duraría seis meses. Lo que no duró colgado fue el cuadro de Videla en el Colegio Militar. Tampoco las leyes de punto final y obediencia debida. Y hablando de obediencia: la desobediencia de Kirchner al mandato del sometimiento. “Hay vida después del Fondo” dijo cuando se plantó en su idea de autonomía de diseño económico. Y aunque en las instituciones públicas no había colgado ningún retrato de Héctor Magnetto, lo descolgó metafóricamente cuando lo desafió con esta frase: “¡Qué te pasa Clarín! ¿Estás nervioso?”. Logró que se crisparan. El “crispacionismo” hizo estragos en la psicología opositora. Los amalgamó en un falderío quejoso que fue empujado a acomodarse en las faldas del poder económico y mediático. Cuanto más querían transferirlo al kirchnerismo más se crispaban. No era Kirchner el crispador: eran sus ideas, sus acciones, su terquedad transformadora. En tanto medios, periodistas y políticos opositores se consustanciaron en el agravio y en la mentira. Se propusieron en todos estos años construir un Kirchner monstruoso que se comía a los niños crudos, mientras Kirchner se agigantaba limpiando el basural y construyendo allí un país distinto. Ahora lo estamos enterrando; que no es lo mismo que verlo levantar vuelo en helicóptero. Es un beneficio extra que le da a la política y a los políticos: el de mostrar la voluntad inclaudicable de la militancia. Era feo, según los cánones de la estética mundana; era de movimientos torpes o desmañados; era de retórica poco sutil y refinada; era de Latinoamérica más que de la tradición “occidental y cristiana”. Nadie se va a destiempo. Un ataque al corazón no puede conseguir descorazonar a tantos argentinos kirchneristas que el otro día entraron (entramos) en las estadísticas del censo.
El peronismo adora a sus grandes muertos pero no escupe ni ladra a los muertos de los otros. Eso es lo que hace la diferencia, que no es leve ni pequeña sino grandota como la que hay entre la resistencia y el resentimiento. Permítanme ahora escribirles este poema:

Elegía del abecedario argentino

Todos morimos y cualquiera
se muere.
No hay muerto ni muerte ajenas
porque las campanas suenan
por nosotros
y la vida sin muerte no se
llamaría vida.
Pero el hombre que murió
no pasó en vano
no pasó pasando
sino pisando la tierra
Esta. La tierra
que hoy lo entierra
como quien contiene
una semilla

No hay que llorar más
que las lágrimas que la
semilla necesita para
no ahogarla.
No hay que recordar más que
lo que la memoria necesita
para no atosigarla
Y no hay que dejar
que lo que el muerto deja
todavía caliente se enfríe
sino que hay que seguir
calentándolo
con la misma llama.

No es la letra K estúpidos:
es el abecedario entero.
Y lo que muere no muere
si no lo matan
la negación y el olvido.

Se murió. ¿Y qué?
Si todo lo que el muerto
deja a su alrededor vivo
-lo inasible y profundo,
lo que excede y supera
la finitud-
sigue viviendo.
Sigue viviendo.
Sólo la muerte sabe
cuando pierde

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