Tribuna de opinión
El faccionalismo, problema de la política
Lic. Lilia Puig
La clara visualización del gobierno dividido que caracterizará a la provincia de Santa Fe a partir del 10 de diciembre próximo ha disparado un debate muy interesante sobre el sistema institucional que rige las elecciones de los distintos niveles de gobierno.
El temor a la ingobernabilidad provincial se asienta posiblemente en la creencia de que el Ejecutivo Provincial enfrentaría enormes dificultades en la legislatura para llevar adelante acuerdos interpartidarios que podrían llevar a la lentificación de las decisiones hasta producir parálisis gubernamental. La prevención no deja de ser fundada ya que si algo sabemos es que en Santa Fe, hace mucho tiempo, las alianzas que compiten por el gobierno son coaliciones en las que no es fácil encontrar partidos políticos ya que lo que se destacan son las facciones: grupos internos que buscan eliminarse mutuamente a fin de acceder a los cargos gubernamentales.
El faccionalismo, además de representar la personalización y la territorialización de la política, es el legado institucional más dañino que han dejado los aprendizajes realizados por los grupos internos partidarios que han desarrollado sus estrategias competitivas bajo el imperio de la ley de lemas y las internas abiertas, simultáneas y obligatorias. Las decisiones de los cuerpos partidarios han perdido valor cuando de cargos gubernamentales se trata, ya que los partidos políticos han perdido la capacidad de seleccionar las precandidaturas y, consecuentemente, de disciplinar a quienes son electos.
Desde 1989, cualquier conjunto de afiliados que cumple con requisitos mínimos ha estado legalmente amparado para presentar candidaturas. Los dirigentes de los grupos internos que no logran a través de la negociación partidaria las precandidaturas deseadas son alentados por la legislación a conformar listas por fuera de los partidos.
La contracara de esta fragmentación es el protagonismo que fueron adquiriendo las alianzas electorales santafesinas que habilitan la conformación de listas entre facciones de distintos partidos además de las coaliciones entre partidos. Las alianzas son un instrumento electoral de gran utilidad para resolver la competitividad de las facciones y también para cubrir el vasto territorio provincial.
Hemos visto a lo largo de más de 20 años conformarse y deshacerse este tipo de alianzas electorales que han dado lugar a distintos tipos de combinaciones con la finalidad de ganar las elecciones y que fueron indicando la pérdida del valor de las organizaciones partidarias y de los contenidos programáticos. ¿quién recuerda como se conformaba la alianza Creo en Santa Fe o Convergencia Santafesina que dominaron la competencia electoral durante muchos años? Las últimas elecciones primarias que sirvieron de plataforma a las tres alianzas que llegaron a conquistar cargos gubernamentales en la elección provincial son un buen ejemplo del problema al que me refiero. La alianza Unión Pro, canalizó en una lista provincial a una facción del peronismo- Unión Federal- con tres partidos ( Pro, UCEDE y Propuesta Republicana); la alianza Frente Santa Fe para Todos, nucleó a las facciones del PJ y sus aliados (PI, Partido del Progreso Social, Partido Conservador Popular, Partido Humanista, Producción Trabajo y Desarrollo, Santa Fe Unido) en 4 listas completas, 2 listas a diputados provinciales, 7 listas departamentales y 55 listas vecinales, y la Alianza Frente Progresista Cívico y Social integrada por los partidos Socialista, Radical, Demócrata Progresista, Coalición Cívica y ARI, se desgranó en cuatro listas provinciales con candidato a gobernador, dos listas de diputados provinciales, nueve listas departamentales y 85 listas vecinales. (*)
La revisión de las listas con candidato a gobernador de las alianzas que han conquistado el ejecutivo provincial las mayorías legislativas, nos permiten ver los debilitamientos partidarios que, obviamemente, afectan más a los partidos de tradición institucional centralizada pero, también afligen al movimiento justicialista.
En la coalición electoral oficialista las listas con candidatos a gobernador surgieron de alianzas integradas por facciones del radicalismo y del socialismo asociados con los partidos Demócrata Progresista, la Coalición Cívica, el Gen y Pares. En el caso del PJ la alianza fue el recurso con el que contó la Casa Rosada para resolver la integración de las facciones internas que dividían antagónicamente al peronismo provincial y que ya habían producido el surgimiento del partido Ciento por Ciento Santafesino que amenazaba con concurrir por fuera del PJ.
Las dos listas mayoritarias que resultaron de la interna abierta son acumulaciones de facciones tanto de una alianza como de la otra. Encima, los ciudadanos aumentaron la profundidad del gobierno dividido al consagrar al Frente Progresista Cívico y Social en la gobernación y a la alianza Frente Santa Fe Para Todos en la legislatura. Constituido el escenario gubernamental surgen las dudas frente a la causa principal del problema de la gobernabilidad santafesina: el faccionalismo. Nos preguntamos: ¿Los legisladores electos van a ser capaces de trascender la herramienta y van a constituir bloques unificados? ¿la alianza oficialista se va a institucionalizar en una coalición de gobierno? ¿van a aceptar los miembros de las distintas facciones los resultados de las negociaciones que lleven adelante los líderes de las bancadas? ¿cómo se logran los acuerdos cuando priman la solidaridad intragrupo y la competencia con las otras facciones dentro de una misma alianza? ¿cuál va a ser el costo de las transacciones cuando se han perdido las responsabilidades partidarias y las facciones se guían por los intereses de su reproducción?
El debate sobre los efectos de la boleta única hasta ahora elude tratar la cuestión del faccionalismo. Politólogos y juristas suponen que las reglas electorales santafesinas se aplican a partidos institucionalizados, y ello puede llevar a conclusiones equivocadas. Una buena democracia requiere de partidos políticos responsables por la actuación de candidatos y los contenidos programáticos y no de meras organizaciones que actúan como agencias de personal ofreciendo a la ciudadanía precandidaturas más o menos atractivas y que esconden la acción colectiva de los grupos internos. El debate sobre la representación será incompleto si no incorpora el dato del faccionalismo partidario como problema que las reglas deben ayudar a resolver y no insistir en profundizar.
(*) Información obtenida del Tribunal Electoral de la Provincia de Santa Fe
Los dirigentes de los grupos internos que no logran a través de la negociación partidaria las precandidaturas deseadas, son alentados por la legislación a conformar listas por fuera de los partidos.
Una buena democracia requiere de partidos responsables por la actuación de candidatos y contenidos programáticos y no de organizaciones que esconden la acción colectiva de los grupos internos.
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