lunes, 1 de agosto de 2011

es asi menemoide

Política

Antikirchnerismo menemoide

Qué pasó en Santa Fe.

Ver Comentarios (2)

Por Tomas Abraham | 01.08.2011 | 10:10

Existen dos concepciones dominantes de la política tal como funciona en un sistema representativo y republicano. Una es ideológica y la otra milagrosa. Por la primera se sostiene que el sistema de partidos y las elecciones constituyen un teatro de marionetas que esconden el otro lado de la escena, donde llevan a cabo sus maniobras los verdaderos poderes. De acuerdo a esta versión, los políticos son los agentes de relaciones públicas de la clase en el poder. La vilipendiada hipocresía liberal también es denunciada por la crítica fascista tradicional y sus otros derivados, para la cual el poder se construye en términos de corporaciones de intereses asociados, comunidad organizada, razas puras y degeneradas, andamiajes imperiales en busca de espacios vitales, pueblos elegidos o reivindicaciones históricas ante despojos de antaño.
La otra vertiente, la “milagrosa”, es más simple. Se basa en el carisma, en el encanto de una personalidad, en la fama. Es un alma que desciende de alguna estrella e ilumina al pueblo por ser pura, ingenua, chistosa, simpática, familiar, midachi. De acuerdo con esta idea mágica de la política, la labor del gobernante no requiere de conocimiento alguno ya que los resultados están a la vista. La historia muestra el fracaso de los políticos, su engaño, la corrupción en la que viven y, si son honestos, no dejan de ser aburridos, parcos, lentos, hasta incompetentes. Entonces se llega a la conclusión de que no hay como la buena onda de la pantalla, el deseo de felicidad, la tolerancia con el adversario, el llamado a la unión nacional en nombre del amor, no a la patria necesariamente, sino al amor del amor.
La bisagra mágica entre el espíritu empresarial y la magia farandulesca fue el estilo de los noventa. Pero llamarlo “menemismo” prestaría a confusión, ya que en la actualidad su creador es aliado estratégico de los Kirchner, por lo que, sin dejar de evocar dicha tradición y conservando su rasgo diferencial, lo denominamos “menemoide”.
El antikirchnerismo menemoide es lo que se aglutina en torno del referente Mauricio Macri, y ve en él, ya no para 2011 sino para 2015, la esperanza de volver a respirar algo de aquella armonía de país normal de hace unos años. Claro, sin los rasgos deleznables de la administración del riojano, sin Río Tercero, Cabezas, Yabrán, pero sí con mucho de una Argentina en la que peronistas y gorilas se abrazaban y se paseaban en una Ferrari mientras imperaba el orden de la convertibilidad. Un futuro presidente hincha de Boca, amigo de Palermo, actores cómicos para gobernadores, cumbias villeras en el Hotel Alvear, mucho cariño, ternura y jóvenes aplicados de la UCA y de la UADE, con todo el acompañamiento de los dueños de las principales empresas de medios de comunicación.
El partido radical, como el peronismo federal, se han integrado al antikircherismo menemoide en la que empresarios, periodistas opositores, economistas serios y otra gente que está buena, sonríe y baila a pesar de cierto anacronismo de sus presidenciables. La ventura quizás no sea para hoy, pero si Moisés hizo deambular a su pueblo cuarenta años, se espera que Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Martín Redrado, este peronismo de nuevos “boys”, no lo hagan más de cuatro.
En las elecciones de Santa Fe se han aplicado estos dos paradigmas de una interpretación de la política representativa para explicar tanto la terminante derrota de Rossi como el impacto de la cantidad de votos para Del Sel. Que el Frente Progresista haya ganado la gobernación, la senaduría y las dos principales intendencias despierta un interés mucho menor. Por el primer modelo interpretativo se habla de voto sojero, por ejemplo, y por el otro, de la increíble e inesperada adhesión que ha tenido el actor de la Tota ante el pueblo santafecino. Pero si hay algo en lo que todos parecen estar de acuerdo, es en el rechazo que produjo la doble visita de la Presidenta a la provincia en ocasión del Día de la Bandera y para la inauguración de una planta industrial en puerto San Martín. Madame Kirchner no cae bien. Demasiado dedo para abajo o para arriba como en el circo romano, un apego a sí misma digno de la egipcia Cleopatra, un maltrato a sus candidatos que los hace parecer peleles sin ninguna autoridad. Todo eso cae mal. Mal en Tierra del Fuego, en Córdoba, en la Ciudad de Buenos Aires, en Santa Fe, en Salta. Por supuesto que los cristinistas largan de inmediato sus perros para que intentemos explicar la buena imagen de la Presidenta y sus guarismos para las presidenciales de octubre. En verdad, no resulta tan compleja la explicación. La gente vota en forma escalonada. Para municipios, gobernaciones, legislativas, se da la libertad de elegir lo que más le gusta. Para las nacionales piensa en términos de gobernabilidad, que es el otro nombre de la seguridad. Venimos de 2001, no queremos a los improvisados; preferimos presidentes que griten, que reten, a que duden. A pesar del pedido de buen trato, diálogo pacífico que los candidatos opositores reclaman, nadie está exento de mostrar una figura que garantice firmeza. También Carlos Menem aprovechó diez años el recuerdo de 1989. Cuando hay crecimiento económico, el voto es conservador.
La misma persona puede votar Agustín Rossi contra Rafael Bielsa en las internas, y a María Eugenia Bielsa para legisladora junto a Del Sel para gobernador y Cristina para presidenta. No deja de ser un voto racional, pero no lo es de una racionalidad unívoca ni ideológica, sino de una serie de opciones a veces tácticas, otras más emotivas, pero siempre pensadas de acuerdo a las circunstancias del voto. En el caso de Del Sel, es probable que haya recibido muchos votos negativos: el de los peronistas despechados con Rossi por ser satélite del poder central y los votos radicales despechados con Binner por haber abandonado a Ricardo Alfonsín. Además, es posible que la bronca de clase también haya influido en el traspaso de electores del campo a favor del radicalismo y en desmedro de los socialistas dentro del Frente, ya que el gobernador socialista se atrevió a estar a favor de la redistribución de la riqueza, la necesidad de cobrar ingresos brutos para destinarlos a la obra pública, y no prometió retenciones cero. A este pecado socialista se lo denomina la “ambigüedad” de Binner.
El Frente Progresista ganó con sus votos positivos sin aprovechamientos de desengaños ajenos. Sin embargo, el Frente no es antikirchnerista. Le disputa al kirchnerismo una ética de la función pública, un modo de encarar la práctica política, el manejo del Estado. No necesita ser “anti” ya que se apoya en dos décadas de gestión en Rosario y ahora con cuatro años de gobernación. Se propone partir de un piso sin volver atrás de lo realizado en estos años en ciertas cuestiones que tienen que ver con las organizaciones de los derechos humanos, la ayuda y los derechos sociales, subsidios, etc. Pero se propone otro techo con el fin de modificar los efectos perversos de un gobierno que construyó poder mediante la coacción de una caja, el sometimiento a sus designios y el desmantelamiento de los organismos de control. El Frente Amplio Progresista se dispone a luchar contra las oligarquías, pero no sólo contra la porción oligárquica enquistada en el campo que manipula precios, stocks, y distorsiona las cadenas de valor, o contra la porción oligárquica que desde los medios llamados “monopolio” sectoriza la información, sino contra la oligarquía formada estos años con los recursos del Estado y que ha permitido que este gobierno cree un cerco de impunidad a su alrededor

No hay comentarios:

Publicar un comentario