viernes, 19 de agosto de 2011

es dificil encontrar explicaciones desde la sociologia, hay que hacerlo desde el corazon

Opinión

Un triunfo que sigue asombrando

Por Eduardo Fidanza | Para LA NACION
La magnitud del triunfo del Gobierno en las primeras elecciones primarias presidenciales es el dato crucial de la política argentina en estas horas. Interpela a los analistas independientes y a los políticamente comprometidos. Conmueve a los políticos. Nadie sale de su asombro, y todos -con alegría o desesperación- recalculan sus estrategias, a pesar de que las tendencias de opinión pública venían exhibiendo un alineamiento de voluntades cada día más favorable al kirchnerismo.
¿Qué mostraba en lo sustancial esa distribución de preferencias? Algo que en una metáfora concisa y literaria -de hecho es la que se me ocurrió- podía denominarse "Blancanieves y los siete enanitos". Esto es: una candidata que acumulaba el mayor porcentaje relativo de votos y le sacaba una ventaja extraordinaria al resto de los competidores, que, además, estaban igualados en cifras muy bajas.
Fue infructuoso preguntar a los votantes acerca de su conducta el día de las primarias. Apenas tres semanas antes, el 75% afirmaba tener poca o ninguna información sobre qué se elegía. Luego de iniciada la publicidad electoral -por otro lado bien distribuida y copiosa- aumentó el nivel de información, lo que permitió las primeras estimaciones, siempre inciertas, de lo que sucedería.
En rigor, venían reuniéndose desde meses atrás una cantidad de evidencias que prefiguraban el escenario. Tal vez pocas preguntas en una encuesta sean tan sencillas como la que, permitiendo que la respuesta sea espontánea, inquiere: "¿Quién prefiere usted que sea el próximo presidente de la Nación?". Pues bien, esa módica solicitud, repetida mes tras mes, arrojaba durante el último año un resultado impactante: entre julio de 2010 y julio de 2011, la Presidenta había logrado quintuplicar su caudal. Hace un año, sólo el 10% de los argentinos la prefería; pocos días antes de las primarias, casi el 50% quería que ella continuara.
¿Qué generó semejante recuperación? Ese es un interrogante que puede tener, por ahora, sólo respuestas preliminares, hasta tanto se realicen estudios en mayor profundidad. Lo que sabemos es que, a partir de fines de 2009, y en consonancia con la acelerada recuperación de la economía, el Gobierno empezó un claro repunte que llevó la imagen presidencial del 20%, en septiembre de ese año, al 37% en los días previos a la muerte de Néstor Kirchner.
Luego de ocurrida ésta, la popularidad de la Presidenta se incrementó abruptamente hasta superar el 55%. Y en torno a ese valor osciló hasta horas antes de las primarias. Sin embargo, no es acertado afirmar que el triunfo se debió sólo a la economía o a la viudez. Al contrario, como escribió Alexis de Tocqueville, la explicación de los hechos históricos responde a una intrincada relación entre causas generales y particulares.
Con esa premisa, se puede ensayar un breve e incierto inventario de razones. El orden no es de importancia, sino expositivo. En primer lugar, deben considerarse las causas económicas: ocupación, salario y consumo -tres factores que inciden en la vida cotidiana del votante- jugaron y juegan a favor del Gobierno. En segundo lugar, existe evidencia inequívoca de una identificación, relativamente extendida, con algunos temas del discurso oficial referidos al papel del Estado, la política de derechos humanos, las relaciones internacionales y la respuesta a la protesta social. Junto con eso, hay que computar la fuerte adhesión que despiertan medidas clave como la estatización de los fondos de pensión y Aerolíneas, la jubilación de las amas de casa -denominada por muchos beneficiarios de sectores populares "la jubilación de Cristina"-, la asignación universal por hijo y otros planes sociales.
En tercer lugar, debe atenderse a la reconfiguración de la imagen presidencial a partir de la viudez. Pero atención: es mezquino cifrarla sólo en la identificación con el sufrimiento, que evidentemente existe. Creo que hay algo más: la Presidenta, dicho metafóricamente, interpretó después de la muerte de su esposo su propia partitura. Para precisarlo: la escuela musical es la misma, pero la composición es personal. El plus de Cristina de cara al votante, sobre todo al menor de 30 años, es, además de las razones apuntadas, cierto reverdecimiento de los ideales, discursivo o real, no importa, que genera una identificación distinta de la que despertaba Néstor Kirchner, empecinado peleador de guerras por el poder en su versión más cruda.
En cuarto lugar, es preciso volver sobre un hecho obvio: la fragmentación de la oposición. Pero, además, conviene no perder de vista un fenómeno acaso más grave: los argentinos no encuentran liderazgos nítidos entre los opositores. Cuesta recordar quiénes y cuántos son, qué han hecho, de dónde salieron. Acaso Ricardo Alfonsín, portador de un apellido ilustre y ampliamente conocido; Elisa Carrió, fiscal de escándalos e instalada con firmeza en los medios; Eduardo Duhalde, ex presidente que no puede superar su sombra, y Mauricio Macri, reciente ganador de una elección clave, puedan escapar del anonimato. Sin embargo, ninguno de ellos aparece ante la opinión pública como una figura capaz de disputar de igual a igual con la Presidenta.
¿Cómo pueden analizarse, por último, los resultados de la elección para el oficialismo? En primer término, constatando que superaron a los obtenidos en su mejor elección anterior, en 2007, y significaron un neto restablecimiento respecto de 2009. Si se examina a grandes trazos la geografía electoral, se observa que en la provincia de Buenos Aires -que representa el 37% del padrón- Cristina Kirchner consiguió siete puntos más que en 2007 y 21 más que en 2009, mientras que en el NEA, el NOA y la Patagonia, sus baluartes, recobró ampliamente lo perdido hace dos años y repitió el desempeño de 2007.
En la Capital Federal, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y San Luis, geografía adversa al kirchnerismo, que equivale a un tercio del padrón, la Presidenta también recuperó terreno. Si bien su resultado fue inferior al del promedio, duplicó el caudal de 2009 y aumentó 5 puntos el de 2007.
Se verifican también avances claros del Frente para la Victoria en zonas de clase media y en áreas rurales. Así, en el primer cordón del Gran Buenos Aires, alcanzó al 52% de los votos y en el interior de la provincia -de fuerte incidencia agropecuaria- logró más del 48%, casi el doble de lo conseguido en 2009. Pero si faltara constatar el regreso del voto del campo hay que detenerse en algunos resultados emblemáticos de la cuenca sojera. Por ejemplo, en Pergamino y Lincoln duplicó los votos de 2009, y en Venado Tuerto los cuadruplicó. El campo apoyó al Gobierno luego de una considerable mejora del precio de sus productos estrella y de la ejecución de obra pública, lo que acaso prueba que la 125 fue una revuelta de naturaleza económica, con escasa repercusión política a mediano plazo.
Más allá de las particularidades del kirchnerismo, se repite, sin embargo, un rasgo electoral que caracteriza al peronismo desde hace 65 años: la mayor proporción de su caudal proviene de los sectores populares. Lo que sucede es que para alcanzar al 50%, su base natural se expande hasta incorporar fracciones importantes de las clases medias. La composición social del voto de Menem y el de Cristina es muy parecida.
¿Qué efecto cabe esperar para el Gobierno de una victoria tan neta? En principio, que se repita e incluso se amplíe en octubre. No obstante, podría haber otras consecuencias menos evidentes, si se proyecta la escena hacia adelante. Una pregunta que parece irrelevante a la luz de la lluvia de votos debe, sin embargo, mantenerse en pie: ¿Cristina es políticamente fuerte o a partir de aquí se debilitará poco a poco, como les ocurre a los presidentes que no pueden renovar mandato? Pero no sólo eso: ante semejante tesoro electoral, ¿sopesará correctamente sus fortalezas y debilidades, o creerá, como les sucede a muchos políticos, que la bendición del pueblo borra toda fragilidad?
Son interrogantes para tener en cuenta, porque de ahora en adelante las tareas y responsabilidades de la Presidenta resultarán decisivas para la gobernabilidad del país. Resistir al canto de las sirenas es una cualidad de quienes reconocen que la racionalidad humana es imperfecta. Tal vez, la complicada agenda que la espera favorezca esa templanza. Ella debe, a la vez, disciplinar al peronismo y a los sindicatos; ser interlocutora de actores económicos atemorizados; lidiar con la crisis internacional; atender las emergencias sociales; introducir correcciones en la economía; atemperar los sueños ideológicos de sus jóvenes guardaespaldas y resolver el problema de la sucesión.
Pero, además, y éste quizá sea el punto crítico, Cristina Kirchner gobernará en una situación de hegemonía, representando al movimiento dominante bajo un régimen hiperpresidencialista. Eso significa que de su mesura o desmesura, de su lucidez u ofuscación dependerá como nunca antes la suerte de nuestro sistema político.
© La Nacion
El autor es sociólogo y director de Poliarquía

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