El búnker de Cristina: éxtasis de una paliza rotunda
El amplio margen por el que se impuso la Presidenta adelantó los festejos; postales de una tarde de euforia "América nos da 46. No Visión 7. Tiene que ser verdad. Ahí tenés a la mierda oficialista", dijo eufórica la señora de pelo rojo brillante. "¿Posta? Pellizcame", le contestó un hombre de saco marrón desde el otro lado de la valla. Ella había conseguido un lugar privilegiado y no pensaba abandonarlo. Poco importaba quedar casi aplastada contra la reja que separaba a la militancia "común" de una suerte de "fosa VIP" reservada para funcionarios y dirigentes.
En el búnker oficialista festejaron que la Presidenta logró un primer lugar holgado. Foto: LA NACION / Fabián MarelliFoto 1 de 23
Faltaban pocos minutos para las 21. El "pasillo de los importantes", como lo bautizó la señora pelirroja, empezaba a poblarse de caras conocidas. Entre los "comunes" la mayoría hablaba de que sería una noche larga y de que Cristina tardaría un buen rato más en salir. Todas las caras, mezcla de distensión y euforia contenida, ya celebraban una victoria que se volvería aplastante con el paso de las horas.
El búnker del Frente para la Victoria fue un desfile de kirchnerismo cristinista. Los jóvenes de La Cámpora, quedaron a cargo de la "organización" (sobre todo la custodia de los ingresos) y Hebe de Bonafini, del brazo de Abel Fatala, fue de las primeras en llegar. Estuvieron desde temprano Estela de Carlotto, Luis D'Elía, Dante Gullo, Emilio Pérsico, Edgardo Depetri, Diana Conti, Patricia Vaca Narvaja y los infaltables Juan Cabandié y Andrés "El Cuervo" Larroque. Hugo Moyano acusó una oportunísima enfermedad que hasta le impidió votar. Héctor Recalde fue el máximo referente del sindicalismo.
También dieron el presente artistas afines al kirchnerismo, que ya son un clásico de las reuniones públicas del oficialismo como Víctor Laplace, Andrea del Boca, Gustavo Garzón, Fernán Mirás y Arturo Bonín.
Contra todos los pronósticos, la fiesta estalló mucho antes de lo esperado. La Cámpora y la Juventud Peronista saltaban desde temprano en la calle. Adentro, el discurso de Daniel Scioli, que llegó desde La Plata a través de las pantallas distribuidas en todo el salón, desató la locura.
El "Néstor no se murió" se mezcló con las dedicatorias "a Duhalde que lo mira por TV", el "Cristina corazón" y la reconvertida ofrenda de "acá tenés los pibes para la revolución". El gabinete en pleno esperaba al costado del escenario. De fondo, sonaban Los Redondos.
Eran las 21.26 cuando la tradicional lluvia de papelitos celestes y blancos cayó tupida desde el techo. Allí estaba por fin Cristina. Entre radiante y emocionada. Su hija Florencia la miraba desde el costado, flanqueada por Juan Manuel Abal Medina y Florencio Randazzo. En la primera fila del VIP escuchaban su madre, Ofelia Wilheim, y su hermana Giselle.
El discurso duró poco más de 20 minutos. Combinó loas a la reforma política y la ley de medios con el recuerdo de Néstor Kirchner, el saludo a su hijo Máximo y a su nuera, que perdió un embarazo hace pocos días, y una apelación final al "triunfo del amor".
Habló la Cristina conciliadora, la que llamó a "superar diferencias", pero también a "escuchar lo que la sociedad dice a través de las urnas". Antes de terminar, invitó a su hija a acompañarla en el atril y aludió a la victoria como un "homenaje" a Néstor Kirchner. Cantó la marcha peronista y hasta atajó las banderas que le tiraban desde abajo del escenario.
Volvieron a caer papelitos. La fiesta fue total. Desde los parlantes, sorprendió Fito Paéz, cantando "Dar es dar". Pegado, sonó "Avanti morocha". "Gracias morocha, gracias", repetía a los gritos la señora pelirroja. "No hay nada que hacerle, hay que andar con el kit militante en la cartera", dijo antes de abandonar su preciado lugar entre los barrotes. Afuera, la esperaban más festejos. El cierre de una noche inolvidable.
Video: Cristina Kirchner: «Quiero agradecerles a quienes han confiado en este proyecto político» (TN)
En el búnker oficialista festejaron que la Presidenta logró un primer lugar holgado. Foto: LA NACION / Fabián Marelli
Foto 1 de 23
Faltaban pocos minutos para las 21. El "pasillo de los importantes", como lo bautizó la señora pelirroja, empezaba a poblarse de caras conocidas. Entre los "comunes" la mayoría hablaba de que sería una noche larga y de que Cristina tardaría un buen rato más en salir. Todas las caras, mezcla de distensión y euforia contenida, ya celebraban una victoria que se volvería aplastante con el paso de las horas.
El búnker del Frente para la Victoria fue un desfile de kirchnerismo cristinista. Los jóvenes de La Cámpora, quedaron a cargo de la "organización" (sobre todo la custodia de los ingresos) y Hebe de Bonafini, del brazo de Abel Fatala, fue de las primeras en llegar. Estuvieron desde temprano Estela de Carlotto, Luis D'Elía, Dante Gullo, Emilio Pérsico, Edgardo Depetri, Diana Conti, Patricia Vaca Narvaja y los infaltables Juan Cabandié y Andrés "El Cuervo" Larroque. Hugo Moyano acusó una oportunísima enfermedad que hasta le impidió votar. Héctor Recalde fue el máximo referente del sindicalismo.
También dieron el presente artistas afines al kirchnerismo, que ya son un clásico de las reuniones públicas del oficialismo como Víctor Laplace, Andrea del Boca, Gustavo Garzón, Fernán Mirás y Arturo Bonín.
Contra todos los pronósticos, la fiesta estalló mucho antes de lo esperado. La Cámpora y la Juventud Peronista saltaban desde temprano en la calle. Adentro, el discurso de Daniel Scioli, que llegó desde La Plata a través de las pantallas distribuidas en todo el salón, desató la locura.
El "Néstor no se murió" se mezcló con las dedicatorias "a Duhalde que lo mira por TV", el "Cristina corazón" y la reconvertida ofrenda de "acá tenés los pibes para la revolución". El gabinete en pleno esperaba al costado del escenario. De fondo, sonaban Los Redondos.
Eran las 21.26 cuando la tradicional lluvia de papelitos celestes y blancos cayó tupida desde el techo. Allí estaba por fin Cristina. Entre radiante y emocionada. Su hija Florencia la miraba desde el costado, flanqueada por Juan Manuel Abal Medina y Florencio Randazzo. En la primera fila del VIP escuchaban su madre, Ofelia Wilheim, y su hermana Giselle.
El discurso duró poco más de 20 minutos. Combinó loas a la reforma política y la ley de medios con el recuerdo de Néstor Kirchner, el saludo a su hijo Máximo y a su nuera, que perdió un embarazo hace pocos días, y una apelación final al "triunfo del amor".
Habló la Cristina conciliadora, la que llamó a "superar diferencias", pero también a "escuchar lo que la sociedad dice a través de las urnas". Antes de terminar, invitó a su hija a acompañarla en el atril y aludió a la victoria como un "homenaje" a Néstor Kirchner. Cantó la marcha peronista y hasta atajó las banderas que le tiraban desde abajo del escenario.
Volvieron a caer papelitos. La fiesta fue total. Desde los parlantes, sorprendió Fito Paéz, cantando "Dar es dar". Pegado, sonó "Avanti morocha". "Gracias morocha, gracias", repetía a los gritos la señora pelirroja. "No hay nada que hacerle, hay que andar con el kit militante en la cartera", dijo antes de abandonar su preciado lugar entre los barrotes. Afuera, la esperaban más festejos. El cierre de una noche inolvidable.
Video: Cristina Kirchner: «Quiero agradecerles a quienes han confiado en este proyecto político» (TN)
El búnker fantasma de Alfonsín
Sin bombos y con cánticos aislados, sólo la cumbia alegró un comando de campaña abatido por la derrota; pese al resultado hubo cargadas para Carrió
Las seis filas de sillas ubicadas en el centro del bunker de Alfonsín nunca se completaron. Quedaron ordenados, intactas, como si la euforia de la campaña no hubiese pasado por el hotel NH City. No fue una noche de concurrencia masiva, tampoco de éxitos. Un trago amargo que sólo se superó con la ilusión de una segundo puesto y con el regocijo de peores performaneces electorales.
Militantes y dirigentes radicales fueron en línea con el discurso de su candidato: más que elecciones, las primarias fueron un "ensayo general". Quizás por eso no hubo bombos y sólo algunos militantes que entonaron cánticos aislados.Apenas cerrados los comicios el panorama era desolador: las primeras tendencias ubicaban a Alfonsín en el tercer lugar. El fantasma de la derrota hacía estragos en el búnker radical.
La "tranquilidad" que se respiraba en el cuarto piso del hotel NH City estaba bastante emparentada con la resignación. Los gestos de los dirigentes, que se podían contar con los dedos de una mano, eran inocultables.
Lejos del kirchnerismo, el segundo lugar era el premio consuelo. Sólo los más obedientes allegados negaban la amplia diferencia con el oficialismo y minimizaban el crecimiento de Eduardo Duhalde. A medida que pasaban los minutos, las caras de preocupación se multiplicaban.
"El conurbano es un quilombo. Hay cortes para todos los gustos", confesó, resignado, un hombre que caminó la provincia de Buenos Aires. Y anticipó la diferencia entre los votos cosechados por Francisco de Narváez y los de Alfonsín en territorio bonaerense.
Entre sonrisas de ocasión y discursos moderados se filtraba alguna mueca de disgusto. Boquiabiertos, Hernán Rossi y Manuel Garrido perdían su mirada en la única pantalla gigante que sintonizaba el canal Todo Noticias . "Lo mejor que nos pasó es Carrió. ¡Qué lindo verla con el 3%!", se sinceró un dirigente con fuerte peso en el norte del país.
Los radicales eligieron musicalizar la tensión con David Guetta, el reconocido DJ francés. Pero el dance no los aflojó demasiado.
Sólo un kirchnerista podía distenderlos. El segundo lugar anunciado por Florencio Randazzo fue un cachetazo alentador. La cumbia sonó a todo volúmen, se multiplicaron los abrazos y las palmadas. El ceño fruncido de Ricardo Gil Lavedra se transformó en una sonrisa.
Ni los 37 puntos que había sacado el kirchnerismo frenaban la alegría radical. La pantalla reflejaba una aplastante victoria de Cristina Kirchner, pero el segundo lugar sobre Duhalde era vivido como una victoria.
De repente, la transmisión se interrumpió. Sólo se alcanzó a ver que la Presidenta salió al escenario entre papelitos cuando se apagó la pantalla por única vez en toda la noche. En ese momento, aparecieron todos los dirigentes. Silvana Giudici, Angel Rozas, Carlos Más Vélez, Facundo Suárez Lastra, Jesús Rodríguez y Mario Brodersohn salieron a la cancha a la espera del candidato. Sonó la Champions Liga, la banda de cumbia que compuso el tema oficial de campaña y motivó a todos los candidatos.
El ritmo aflojó hasta a Garrido, que cantaba la canción sin disimular su entusiasmo. Había vuelto la vida al búnker radical: cincuenta militantes habían llegado para alentar a Alfonsín. Detrás suyo, la sonrisa de González Fraga era la más nítida del escenario.
Mientras el candidato hablaba con entusiasmo, Jesús Rodríguez se sentó en una grada de espaldas al escenario. Reflexivo, perdió su mirada en el vacío durante todo el discurso mientras se tomaba la barbilla, como si ya conociera el discurso de Alfonsín.
El pogo se armó justo antes de que De Narváez subiera al escenario. Cuando la Juventud Radical se ofrecía para "la liberación" apareció el candidato a gobernador y silenció los cánticos.
Entonces las luces se apagaron y un dirigente del círculo íntimo de Alfonsín confesó sus preocupaciones. El segundo puesto todavía era una esperanza, pero el cachetazo del kirchnerismo generó instantánea autocrítica. "Hay que calibrar el discurso y modificar la imagen de Alfonsín para captar el voto de centro derecha. La gente quiere guerra contra CFK. Tenemos que cambiar casi todo"..
Video: Alfonsín: «Vamos a seguir trabajando por nuestras ideas» (TN)
No hay comentarios:
Publicar un comentario