El gran constructor de la política argentina
Ricardo Foster
La última vez que me encontré con Néstor Kirchner fue el 25 de mayo pasado, durante los festejos por el Bicentenario en la Casa Rosada. Tuve el privilegio de poder participar de ese cierre y, cuando nos dimos un abrazo, me dijo al oído: “Ricardo, estamos revirtiendo la situación. Vamos a entrar a la historia por la puerta grande”.
Hablaba en plural de un proyecto. Cuando pienso en esa frase no me cabe la menor duda de que Kirchner es uno de los grandes constructores de lo mejor de la tradición democrática popular argentina. Cuando el tiempo vaya desplegando su figura y podamos calibrarla en toda su dimensión, después de atravesar la sensación de dolor y tristeza que hoy nos invade, algo aparecerá como evidente: el ex presidente escribió una de las páginas más notables de la historia argentina y rehabilitó la sensación de soñarnos como país.
En lo personal, siento una tristeza infinita, una sensación de pérdida irreparable porque había entre nosotros una corriente de afecto muy fuerte. También me invade una sensación de gran agradecimiento; debo agradecer que Néstor Kirchner me devolvió la sensación de que es posible imaginar otro país, de apasionarnos por la política, y que existe la posibilidad de recuperar viejas tradiciones y colocarlas en nuevos desafíos.
Él volvió a entusiasmarnos con un estilo posible para la Argentina. Volvió a hacernos mirar en el espejo de nuestra propia historia. Nos permitió salir a dar discusiones que parecían saldadas, terminadas, como que no podíamos darlas en la Argentina. Es como si hubiéramos regresado a libros que habíamos leído en otro tiempo y habían quedado olvidados en los estantes más lejanos de la biblioteca. Con él volvimos a tratar de descifrar los nuevos desafíos y construir puentes entre generaciones. Rehabilitó la política en la Argentina. La política que estaba en una zona desahuciada, envilecida, vaciada, sobre todo después de los años ’90. Volvió a recrear las condiciones para que el espacio público fuera una caja de resonancia de los grandes debates políticos, sociales y culturales. Fue un punto de inflexión en la política argentina.
Kirchner llegó inesperadamente, y produjo un giro extraordinario el 25 de mayo de 2003. Gran parte de esta sociedad no lo esperaba, ya que estaba más disponible para un ballottage entre Menem y López Murphy, o para la aparición de un personaje como Reutemann. Pero nadie esperaba que Néstor Kirchner iba a venir a torcer la inercia de un país que estaba en decadencia, fragmentado, empobrecido política, cultural y económicamente. En ese sentido su figura se convierte en un cruce de umbral y en la posibilidad de recuperar la democracia. Después de los primeros años de Alfonsín, la democracia fue rapiñada por el poder económico argentino. Desde la hiperinflación en adelante, la democracia argentina había quedado sometida al poder de las corporaciones.
Desde el ’55 que no se experimentaba este quiebre. Primero con Néstor y después con Cristina, el poder político se puso delante de las corporaciones y resistió el chantaje. Kirchner habilitó el retorno de la política como un instrumento para mejorar la vida de los que menos tienen.
Ahora tenemos la sensación de que este es un tiempo donde regresa la pasión política y de participar activamente para transformar la desigualdad en la Argentina. Su nombre es clave en esta inflexión de la historia. Fue capaz de producir una alquimia de aquellas tradiciones emancipatorias, populares, democráticas que provenían del peronismo, de la izquierda, y volver a abrir una página de la historia.
Su presidencia tuvo momentos simbólicos memorables: la orden a quien era el jefe del Ejército en ese momento de bajar el cuadro de Videla, el rechazo al ALCA y esa reunión histórica en Mar del Plata, volver a abrir a la Argentina hacia América latina, defender la democracia en Bolivia, terminar su vida como presidente de la Unasur defendiendo a Ecuador del golpismo. Son momentos decisivos de su figura.
Provocaba en los argentinos esa cosa de sentirlo como un hombre próximo, el flaco de la esquina, el tipo con el que podías irte a tomar un café. Ahora escucho decir que era excesivo, pero vivió la vida como quiso y demostró que tenía un fuerte compromiso con la patria, con sus ideas, con el pueblo argentino. La construcción mediática salvaje configuró también una política del odio. Hay un sector de esta sociedad que odia y que desea la muerte, y a través de los medios construyó ese discurso de un Kirchner cuasi monstruoso. Con el tiempo, va a quedar cada vez más en claro su papel histórico para la gente común y corriente, a la que le devolvió derechos que le habían quitado. Para el que nunca imaginó poder jubilarse y recuperó parte de su dignidad, seguramente tendrá en su corazón una congoja muy grande. Que estemos discutiendo qué país queremos se lo debemos a ese giro tremendo de la historia que produjo Kirchner. Se lo juzgaba por las formas y creo que justamente puso un poco de locura, en el sentido más rico del término, que es salir de lo inercial, de lo establecido, romper el dominio obsesivo de los medios de comunicación que fijaban la agenda y de reinstaurar las discusiones políticas. Es importante mostrar a un hombre que no fue un teórico de la política, fue un constructor de poder político.
Cristina no sólo es la mujer de Néstor. Es también la compañera, la que militó, discutió y se apasionó por la Argentina, la que construyó junto a él un proyecto y se ha colocado al frente del país en el momento más difícil para combatir a las corporaciones. Néstor Kirchner lo decía una y otra vez, que a Cristina le había tocado lo más duro, y ella demostró que tiene una enorme capacidad para constituirse como una estadista. Cristina es una persona que debe estar arrasada por el dolor, pero también sacará las fuerzas de eso que construyeron juntos, que es la pasión militante, que es también un fervor y un festejo de la vida. Para Cristina, de ahora en adelante va a ser difícil la defensa de un proyecto que está amenazado porque la figura de Néstor es insustituible.
La Presidenta atravesará el duelo en su propia intimidad, en ese lugar que es indescifrable. Si algo ha mostrado Cristina en estos años es una extraordinaria capacidad de convicciones de seguir avanzando sobre territorios que no imaginábamos: los medios, el sistema jubilatorio, la posición frente a la crisis internacional, la defensa del trabajo y el rol clave del Estado en la construcción de la democracia.
Cristina va a tener que enfrentar este nuevo desafío. No es lo mismo construir con Néstor, que garantizaba la retaguardia. Habrá que acompañar más que nunca la fuerza de la Presidenta por ser heredera y parte activísima de un legado de transformación en el país. No la tiene fácil, tampoco la tenía antes. Se abre una etapa impredecible, ya que hay algo nuevo, inesperado como la muerte de Kirchner, que implica una ruptura. Pero creo que hay una fuerza, una potencia en el pueblo. Va a ser mucha más la gente que va a salir a defender a Cristina que la que lo hacía hasta ahora. Esto es lo que va a generar una mayor valorización de la figura de Néstor Kirchner.
Hablaba en plural de un proyecto. Cuando pienso en esa frase no me cabe la menor duda de que Kirchner es uno de los grandes constructores de lo mejor de la tradición democrática popular argentina. Cuando el tiempo vaya desplegando su figura y podamos calibrarla en toda su dimensión, después de atravesar la sensación de dolor y tristeza que hoy nos invade, algo aparecerá como evidente: el ex presidente escribió una de las páginas más notables de la historia argentina y rehabilitó la sensación de soñarnos como país.
En lo personal, siento una tristeza infinita, una sensación de pérdida irreparable porque había entre nosotros una corriente de afecto muy fuerte. También me invade una sensación de gran agradecimiento; debo agradecer que Néstor Kirchner me devolvió la sensación de que es posible imaginar otro país, de apasionarnos por la política, y que existe la posibilidad de recuperar viejas tradiciones y colocarlas en nuevos desafíos.
Él volvió a entusiasmarnos con un estilo posible para la Argentina. Volvió a hacernos mirar en el espejo de nuestra propia historia. Nos permitió salir a dar discusiones que parecían saldadas, terminadas, como que no podíamos darlas en la Argentina. Es como si hubiéramos regresado a libros que habíamos leído en otro tiempo y habían quedado olvidados en los estantes más lejanos de la biblioteca. Con él volvimos a tratar de descifrar los nuevos desafíos y construir puentes entre generaciones. Rehabilitó la política en la Argentina. La política que estaba en una zona desahuciada, envilecida, vaciada, sobre todo después de los años ’90. Volvió a recrear las condiciones para que el espacio público fuera una caja de resonancia de los grandes debates políticos, sociales y culturales. Fue un punto de inflexión en la política argentina.
Kirchner llegó inesperadamente, y produjo un giro extraordinario el 25 de mayo de 2003. Gran parte de esta sociedad no lo esperaba, ya que estaba más disponible para un ballottage entre Menem y López Murphy, o para la aparición de un personaje como Reutemann. Pero nadie esperaba que Néstor Kirchner iba a venir a torcer la inercia de un país que estaba en decadencia, fragmentado, empobrecido política, cultural y económicamente. En ese sentido su figura se convierte en un cruce de umbral y en la posibilidad de recuperar la democracia. Después de los primeros años de Alfonsín, la democracia fue rapiñada por el poder económico argentino. Desde la hiperinflación en adelante, la democracia argentina había quedado sometida al poder de las corporaciones.
Desde el ’55 que no se experimentaba este quiebre. Primero con Néstor y después con Cristina, el poder político se puso delante de las corporaciones y resistió el chantaje. Kirchner habilitó el retorno de la política como un instrumento para mejorar la vida de los que menos tienen.
Ahora tenemos la sensación de que este es un tiempo donde regresa la pasión política y de participar activamente para transformar la desigualdad en la Argentina. Su nombre es clave en esta inflexión de la historia. Fue capaz de producir una alquimia de aquellas tradiciones emancipatorias, populares, democráticas que provenían del peronismo, de la izquierda, y volver a abrir una página de la historia.
Su presidencia tuvo momentos simbólicos memorables: la orden a quien era el jefe del Ejército en ese momento de bajar el cuadro de Videla, el rechazo al ALCA y esa reunión histórica en Mar del Plata, volver a abrir a la Argentina hacia América latina, defender la democracia en Bolivia, terminar su vida como presidente de la Unasur defendiendo a Ecuador del golpismo. Son momentos decisivos de su figura.
Provocaba en los argentinos esa cosa de sentirlo como un hombre próximo, el flaco de la esquina, el tipo con el que podías irte a tomar un café. Ahora escucho decir que era excesivo, pero vivió la vida como quiso y demostró que tenía un fuerte compromiso con la patria, con sus ideas, con el pueblo argentino. La construcción mediática salvaje configuró también una política del odio. Hay un sector de esta sociedad que odia y que desea la muerte, y a través de los medios construyó ese discurso de un Kirchner cuasi monstruoso. Con el tiempo, va a quedar cada vez más en claro su papel histórico para la gente común y corriente, a la que le devolvió derechos que le habían quitado. Para el que nunca imaginó poder jubilarse y recuperó parte de su dignidad, seguramente tendrá en su corazón una congoja muy grande. Que estemos discutiendo qué país queremos se lo debemos a ese giro tremendo de la historia que produjo Kirchner. Se lo juzgaba por las formas y creo que justamente puso un poco de locura, en el sentido más rico del término, que es salir de lo inercial, de lo establecido, romper el dominio obsesivo de los medios de comunicación que fijaban la agenda y de reinstaurar las discusiones políticas. Es importante mostrar a un hombre que no fue un teórico de la política, fue un constructor de poder político.
Cristina no sólo es la mujer de Néstor. Es también la compañera, la que militó, discutió y se apasionó por la Argentina, la que construyó junto a él un proyecto y se ha colocado al frente del país en el momento más difícil para combatir a las corporaciones. Néstor Kirchner lo decía una y otra vez, que a Cristina le había tocado lo más duro, y ella demostró que tiene una enorme capacidad para constituirse como una estadista. Cristina es una persona que debe estar arrasada por el dolor, pero también sacará las fuerzas de eso que construyeron juntos, que es la pasión militante, que es también un fervor y un festejo de la vida. Para Cristina, de ahora en adelante va a ser difícil la defensa de un proyecto que está amenazado porque la figura de Néstor es insustituible.
La Presidenta atravesará el duelo en su propia intimidad, en ese lugar que es indescifrable. Si algo ha mostrado Cristina en estos años es una extraordinaria capacidad de convicciones de seguir avanzando sobre territorios que no imaginábamos: los medios, el sistema jubilatorio, la posición frente a la crisis internacional, la defensa del trabajo y el rol clave del Estado en la construcción de la democracia.
Cristina va a tener que enfrentar este nuevo desafío. No es lo mismo construir con Néstor, que garantizaba la retaguardia. Habrá que acompañar más que nunca la fuerza de la Presidenta por ser heredera y parte activísima de un legado de transformación en el país. No la tiene fácil, tampoco la tenía antes. Se abre una etapa impredecible, ya que hay algo nuevo, inesperado como la muerte de Kirchner, que implica una ruptura. Pero creo que hay una fuerza, una potencia en el pueblo. Va a ser mucha más la gente que va a salir a defender a Cristina que la que lo hacía hasta ahora. Esto es lo que va a generar una mayor valorización de la figura de Néstor Kirchner.
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