El nombre”Publicado el 1 de Noviembre de 2010
Por
Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.
Sociólogo, director de la Biblioteca Nacional.
No conocemos bien los resortes internos de lo que nos identifica, pero alguna vez los nombres se van imponiendo en nuestro lenguaje. La conciencia individual muchas veces resiste a ser embarcada en membretes y denominaciones. Poco sabemos del momento en que se acepta, como un regalo, un talismán o un sacramento, el nombre que nos viene de otro. Ese momento ha sido estudiado por grandes pensamientos y observaciones en torno al comportamiento de la conciencia autónoma. Místicos, filósofos, grandes políticos, escritores de ficción han reflexionado sobre el punto de torsión existencial que implican las creencias. Recibí hace años un llamado de Kirchner para incorporarme a la función pública en relación a un proyecto. No empleó esa expresión pero lo que dijo la equivalía. Nunca me vi en una situación igual y acepté por una nota interna de compromiso y amable desatino que percibí en una voz urgente. ¿Y ese llamado que ahora señala hacia su muerte y proviene de ella misma, de su mezcla de vacío y responsabilidad?
Responderé no por mí, sino por lo que me parece que hoy es la insignia y sello de la conciencia pública argentina. Estuve varias horas en la Capilla Ardiente de la Casa Rosada, oratorio laico, sagrario de la fe política, receptáculo de los gritos de esperanza. Por allí, desfiló una sociedad argentina angustiada, heterogénea, vivaz. A la muerte no sabemos donde ponerla, pues siempre es la muerte de otro. Sólo podemos vivir la nuestra, sin saberlo. Me emocionó el envío colectivo hacia su compañera, la presidenta, que oficiaba ritos dolorosos, iba y venía portando relicarios con sereno pudor. Algo estaba naciendo en esa escena que sorprendía por su materia amorosa primordial. Comprendí que era necesario un nuevo respeto por esa tragedia pública, por un lado llorada y por otro autocontenida. Comprendí así que los nombres son llantos internos que deben ser autocontenidos. Entonces, o está de más decir lo que soy, o sería banal hacerlo. Pero bajo el nombre ostensible de kirchnerismo se encuentra ahora un enorme pedazo de la conciencia colectiva esperando grandes cambios, imaginativos, audaces y reflexivos. Si una leyenda consiste en poner los propios pensamientos en la trayectoria de un muerto que los posibilita, si un módico ritual nos habilita para hablar por un voz ya callada, si una devoción tiene su momento y lugar y expresa una libertad en el vínculo compartido, diría que “así lo hubiera querido él, amigo Néstor”.
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