miércoles, 21 de agosto de 2013


MEDIOS Y COMUNICACION

Marketing electoral o la política hueca

Carlos De Angelis critica el marketing político y electoral que se impone en la actualidad argentina, la utilización por parte de los candidatos del sustantivo “la gente” como un colectivo homogéneo y sin conflictos dejando de lado la noción de “pueblo” y entendiendo la política al margen de los procesos de transformación.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Carlos F. De Angelis *

Siempre sonreí.

–Hablá mucho de la gente.

–Decí que hacés lo que quiere la gente.

–Decí que estás muy contento con los resultados.

–Mostrate siempre feliz y sonreí.

El manual de autoayuda a políticos escrito por consultores y gurúes del marketing político y electoral se impone como nunca en la actualidad argentina y en particular en la campaña de 2013. La híper representación del sustantivo “la gente” como un colectivo homogéneo y sin conflictos sobresale en los relatos de muchos de los candidatos. Muy atrás quedó el “pueblo” como lugar de la identidad y de la lucha política.

Esos candidatos cautivados y convencidos de ponerse en manos de los publicistas dicen ofrecer al público que los mira por televisión y los oye por radio lo que quiere escuchar: un discurso amable y sin sobresaltos. Los spots de la campaña han apuntado a la gracia, a la ocurrencia y a las convocatorias más insólitas, insertos en la lógica de los diseñadores de slogans, como diciendo “no queremos molestarlo con cuestiones inoportunas”.

Esta visión se contrapone con el kirchnerismo, que con sus aciertos y errores ha mostrado las contradicciones de la sociedad argentina. Sin dudas, en estos años se ha observado un retorno al debate, pero con las escasas herramientas que esta sociedad dispone como parte de su cultura política, lleva a la situación que casi todos los temas queden siempre abiertos.

Es verdad que en muchas ocasiones el kirchnerismo se ha mostrado como un discurso cerrado y como un sistema perfecto. En esas situaciones no ha sido amable, rechazando críticas o sugerencias por bien intencionadas que sean, o rehuyendo de los debates a cielo abierto, mostrando al final del camino lo que se trataba de disimular, una serie de incertidumbres, inseguridades y verdades siempre discutibles.

Los defensores a ultranza del modelo de autoayuda político manifiestan con cierta razón que la sociedad argentina (en especial la clase media) prefiere pensar que la política consiste “en solucionar los problemas de la gente”, en vez de ser una herramienta (por no decir “la” herramienta) de transformación social. Plantean que de un modo u otro en definitiva el cliente (o la gente) siempre tiene la razón, con una lógica de argumentación de las más pobres. La noción de quién es el “cliente” es cambiante y la mayoría de las veces solapada.

Sin embargo, en sociedades tan inequitativas como la argentina, la política sí es un camino de transformación o, para ponerlo más en términos del siglo XXI, es una herramienta de creación de nuevas realidades. La política es el lugar de la construcción de nuevas visiones, nuevas posibilidades y de innovación en los terrenos sociales, económicos, éticos y de los plenamente políticos. Se ha demostrado por el contrario que los “mercados” puestos a actuar sin regulaciones multiplican la desigualdad y expulsan a millones de personas y familias de los mínimos accesos a bienes y servicios. Por eso mismo, la política debe reconvocar a quienes piensan que es un gesto inútil y un acto espurio.

Por supuesto que es molesto debatir, discutir, “crispar”. Todos desearíamos vivir en un país de características “nórdicas”, encabezando los indicadores de desarrollo humano del planeta. Pero no es así, existen la pobreza, la desigualdad y hay que enfrentarlo con decisiones a corto y mediano plazo.

Estas “nuevas realidades” que puede crear la política no están “dadas”, son caminos que se deben conquistar y que están tensados por los intereses de los grupos concentrados o no tan concentrados, y de los que creen que la ley está para que la cumplan los demás, y que en definitiva incluye a parte de la dirigencia política, empresaria, sindical, hasta deportiva.

Reproducir hasta el cansancio las frases que inaugura este artículo –sonreír y “divertirse hasta morir” como dice Postman– es reducir y transportar esta generación de innovaciones y transformaciones a un lugar vacío, llevando a la política a un espacio hueco y a su consiguiente estupidización, que además de cáscara vacía muestra, tarde o temprano, su verdadero rostro.

* Sociólogo y profesor de la Facultad de Ciencias Sociales, UBA.

MEDIOS Y COMUNICACION

La verdad-despliegue

Diego Litvinoff recurre a la idea de verdad-despliegue para explicar lo que ha venido sucediendo en los medios de comunicación con el caso Angeles y para señalar de qué manera la lógica mediática avanza sobre la totalidad de las dimensiones de la vida humana.

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http://www.pagina12.com.ar/commons/imgs/go-gris.gif Por Diego Ezequiel Litvinoff *

Una de las singularidades que tuvo el caso Angeles fue la velocidad con la que se desenvolvió. En menos de una semana había producido dos giros: pasó de ser considerado un secuestro a ponerse el foco sobre la familia, pero luego el encargado del edificio confesó y el caso pareció cerrado. Sin embargo, todo sucedió tan rápido, que se adelantó, incluso, al propio procedimiento que rige la confesión. El impulso mediático que la causa había recibido desde el principio, sumado a la posibilidad de seguirla en tiempo real, la mantuvieron en la pantalla, poniendo en evidencia, por su singular configuración, la lógica que rige las prácticas jurídicas.

Como lo demostró Foucault, la verdad es un efecto del discurso y las prácticas, y no algo externo a lo que éstos se refieren. De allí que la confesión del acusado no tenga validez, por haberse producido cuando era considerado testigo. Del mismo modo, una prueba concluyente puede llegar a rechazarse, de no haber seguido los procedimientos estipulados. Ello no significa que no existe la verdad o que sea algo relativo. Por el contrario, el discurso y las prácticas jurídicas construyen la verdad de una manera sumamente reglada. Ello sucede porque se parte de la asunción de que, muy probablemente, no se logre saber exactamente lo que aconteció: son frecuentes los casos en los que no se conoce el móvil, la escena del crimen o las personas involucradas. Lo crucial, entonces, consiste en determinar cuáles son los elementos y procedimientos que permiten indicar que una persona es responsable de determinados actos. Se trata, en el dispositivo jurídico, de lo que puede llamarse una verdad-pliegue: ésta se construye atando cabos, juntando elementos sobre un vacío inicial, con el fin de llegar al punto que permita castigar.

Un análisis semejante puede hacerse del dispositivo mediático. Aparentemente, constituye un aparato de captura que tiene como referente lo exterior, pero la verdad mediática también es un producto de su discurso y de sus prácticas. Ahora bien, el mecanismo por el cual los medios construyen la verdad se diferencia del utilizado por el dispositivo jurídico. Los medios no parten de la asunción del vacío, sino de que todo se puede mostrar o decir: el principio mediático es la exposición. Se puede llamar entonces a este mecanismo como el que construye una verdad-despliegue. No hay vacío sobre el que se atan los cabos, sino un territorio plano sobre el que discurren las imágenes y los discursos, en donde cada elemento incorporado no tiende a cerrar un significado, sino que abre constantemente nuevas dimensiones. Acceder a la verdad en los medios implica poder mostrarlo todo: las alegrías, las capacidades, las miserias, lo más elevado y lo más bajo, lo fundamental y lo inútil.

La diferente construcción de la verdad por parte de ambos dispositivos permite comprender por qué se produce una contradicción entre ellos. La avidez del dispositivo mediático por abrirlo todo no puede sino entorpecer la necesariamente sutil búsqueda de cabos que permitan atar la verdad jurídica. Lo que resulta asombroso, no obstante, es que cada vez con más insistencia ambos dispositivos se entrecruzan. Y no se trata únicamente de la proliferación del discurso jurídico que alimenta los programas televisivos. Es ahora la verdad jurídica la que comienza lentamente a alimentarse de los medios de comunicación. Ya forma parte del protocolo de un buen abogado defensor, no sólo mostrarse él mismo ante los medios, sino producir al acusado para generar una buena impresión. Pero, en el caso Angeles, tal vez por primera vez, el uso del dispositivo de verdad mediático se produjo desde la fiscalía, comprendiendo que el caso, también, debe ganarse en los medios. Al exponer el rostro lastimado del acusado, en lugar de retirarlo encapuchado, y al emitir un comunicado de prensa con los dichos exactos de la autoincriminación, actitudes ambas de poca validez jurídica y que, incluso, ponen en riesgo la formalidad de los procedimientos, la fiscalía logró construir, por medio de la exposición, una verdad mediática.

En su último libro, Agamben estudia cómo, ante la proliferación de la regla en el ámbito eclesiástico, que subsumió por completo la vida de los sacerdotes, los movimientos espirituales de los siglos XII y XIII intentaron desarrollar una vida plena que no sea capturada por el derecho. Ante la proliferación de la exposición mediática, que no sólo avanza sobre la lógica jurídica sino que se introduce en la práctica cotidiana de cada uno (abarcando tanto la vida como la muerte), resulta urgente, siguiendo el paradigma agambeniano, plantear esta pregunta: ¿es posible vivir una vida que no se subsuma al principio de la verdad-despliegue que prolifera desde los medios?

* Sociólogo UBA. diegolitvinoff@yahoo.com.ar

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