miércoles, 2 de noviembre de 2011

leyo bien 54%

Ratificación del rumbo

La responsabilidad del 54 por ciento

Publicado el 2 de Noviembre de 2011

La decisión de la mayoría de los argentinos dio a la presidenta y al espacio político que ella conduce una enorme responsabilidad: consolidar lo realizado, mejorar lo que debe ser mejorado y acometer lo que falta.
Ser reelecta con el 54% de los votos, tras cuatro años de gestión y ocho de proyecto compartido, es un hecho que no puede ser interpretado sólo como una estruendosa aclamación de las urnas. La decisión de la mayoría de los argentinos dio a la presidenta y al espacio político que ella conduce una enorme responsabilidad: consolidar lo realizado, mejorar lo que debe ser mejorado y acometer lo que falta, porque el mensaje del sufragio implicó una adhesión masiva al modelo de país que la candidata elegida representa.
Las claves del aluvión de votos recogidos por Cristina Fernández de Kirchner y sus candidatos en todo el territorio nacional son sus políticas de Estado de crecimiento económico con distribución social de bienes materiales y simbólicos, compromiso irrestricto con los Derechos Humanos y firmes pasos en pos de la institucionalización republicana de un país, el que recibió Néstor Kirchner en 2003, que venía de la feroz dictadura primero, de las vacilaciones de la transición hacia el orden constitucional después, y de la ferocidad del neoliberalismo, que estalló aquel diciembre de 2001.
El primer gobierno de Cristina consolidó y desplegó lo realizado por Néstor Kirchner, logrando así la concreción de un instrumento decisivo para todo proyecto que se asuma como transformador en profundidad, con carácter de nuevo paradigma generacional: la mayor amplitud posible de consenso social, más allá de las fronteras de su identidad política de origen, siendo que esta, el peronismo, de por sí le facilita la tarea, por su dimensión de casi cosmogonía cultural.
Resulta previsible que una líder política como la presidenta decida insistir en esa estrategia de ensanchamiento de voluntades colectivas, que tan buen resultado le dio al captar la adhesión y el voto de variados contingentes sociales. Y en ese contexto, más previsible resulta aun que Cristina decida encolumnar a la expresión orgánica de aquello que en el párrafo anterior califiqué como identidad política de origen, el Partido Justicialista (PJ).
En ese orden y según lo admitido, o al menos no negado, entre las autoridades del PJ, en el seno del partido oficialista a nivel nacional y en el peronismo de la provincia de Buenos Aires se estaría leyendo con exactitud el significado del resultado electoral del pasado 23 octubre. Por eso se baraja la siguiente posibilidad: ¿Cristina, Amado Boudou, Daniel Scioli y Gabriel Mariotto a la conducción del partido?
Se trata de una probabilidad que fue ganando en certidumbre en los últimos días: que se adelanten las reuniones de los consejos nacional y de la provincia de Buenos Aires del PJ, para febrero próximo, con la intención de que se puedan tomar todos los recaudos necesarios para que Cristina asuma la conducción nacional, acompañada por su vicepresidente electo, Amado Boudou; y para que el gobernador Scioli encabece el provincial, escoltado por su vice, Gabriel Mariotto. Y dentro de esa lógica, en el PJ no descartan que la jefa de Estado pueda delegar funciones partidarias a Boudou, y que Scioli haga lo propio con Mariotto.
Si esa posibilidad se confirma, las lecturas que se hagan desde los sectores rabiosamente opositores, básicamente desde las páginas de los diarios Clarín y La Nación, cabalgarán sobre el ya gastado “alerta” en torno a la supuesta “hegemonía” kirchnerista, y por qué no, como se encargó de resaltar el mismo Clarín el 24 de octubre, respecto del terrible “autoritarismo” al que se le habría abierto el paso con la decisión soberana de la urnas. Por cierto una forma llamativamente elitista, aunque no novedosa, de interpretar al sistema republicano de gobierno por parte de los elementos más recalcitrantes de la derecha argentina.
Fue un dirigente de la oposición, el radical Leopoldo Moreau, quien se encargó de dejar en claro hasta dónde llega la obcecación de esa derecha variopinta, cuando ante las cámaras de un programa de TV, el domingo último, dijo más o menos así: no quieren darse por enterados, no les importa nada, ni la legitimidad de un gobierno que fue convalidado con el 54% de los votos, ya están enarbolando fantasmas como el dólar y otros, para hostigar.
Quizá cueste trabajo, pero en las filas del oficialismo están seguros de que el conjunto de la sociedad sabrá leer el mensaje que encierra la decisión de reorganizar un partido de gobierno detrás de quienes mejor interpretaron los deseos y sentimientos de esa misma sociedad.
Retomado lo señalado antes, acerca de una estrategia enderezada al ensanchamiento de las franjas de consensos, cabría añadir que el gobierno nacional interpreta con mirada fina lo que me animo a definir como “dialéctica de lo nacional”, de obligatoria y justa lectura cuando lo que se tiene en la mira es la transformación democrática profunda del país.
Por supuesto que las lecturas débiles, y sobre todo las de los vértices económicos, políticos y mediáticos que resisten los cambios aclamados en las urnas por la mayoría de los argentinos, simplificarán las cosas y atacarán con la llaneza que implica comprender todo como una cuestión de pujas sucesorias. Pero la presidenta, el peronismo en su conjunto, el PJ y los poblados y diversos contingentes sociales que se sienten contenidos dentro de ese proyecto, saben que lo que está en juego es mucho más.
Del otro lado la implosión. Una oposición con votos que le dan calificación de testimonial, y refugiada como nunca antes entre las planas gráficas y las cámaras de televisión del aparato mediático hegemónico, insiste en forma inaudita en fijarle agenda al gobierno y a la sociedad toda: las operaciones en ese sentido son tan burdas que el lunes pasado por la noche, por ejemplo, los propios conductores de un programa de C5N que intentaban demostrar la supuesta debacle del dólar en el país, se miraron asombrados y hasta se interrogaron entre ellos, acerca de la insólita pregunta que les llegaba “de parte de un televidente”: ¿cómo voy a hacer para comprar divisas si quiero adquirir una netbook que me venden en dólares?
¿Pero en qué comercio de este país las netbooks se venden en dólares?, se preguntaron con caras azoradas los conductores. Algo había salido mal a la hora de preparar el guión de estímulo a los entrevistados (dos economistas), quienes por su parte no se referían al texto de la disposición gubernamental tendiente a conocer el origen de los fondos de los que compran divisas, sino a sus siempre negativas y catastróficas elucubraciones.
Sí, algo había salido mal en esa línea editorial que genéricamente fijó Clarín en aquella edición del 24 de octubre, en la que los calificativos para el gobierno que acaba de ser reelecto con el 54% de los votos fueron “mafias”, “poder ilimitado”, “imperio”, “pensamiento único”, “partido único”, “prepotencia de poder”, “setentistas, fracasados y violentos” y “colonización mediática”, según un informe de la Red de Observatorios Universitarios de Medios (www.redobservatorios.org.ar), difundido 27 de ese mismo mes. Sí, algo les sale mal. <

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