UN TEMA COMPLEJO
Los medios y la "inflación galopante"
Por Artemio Lopez | 20.03.2011 | 00:38
Sabemos que la inflación no figura en la agenda de principales problemas de la ciudadanía, ni siquiera en ciudades donde la penetración de los medios, que instalan el tema con centralidad creciente es tema central, tal como se observa en la agenda de la ciudad de Buenos Aires que acompaña esta nota, relevada en esta ciudad en el mes de marzo de este año por Consultora Equis, donde la inflación ocupa el puesto 11 en el ranking de las siempre sofisticadas “preocupaciones porteñas”.
Sucede esto porque los precios de alimentos han aumentado bastante en los últimos años, pero también lo ha hecho el salario, mínimo y medio. Esto implica que se mantuvo o creció el poder adquisitivo como sostienen los economistas Ivan Heyn y Julian La Rocca, en sus recientes estudios.
Hay, sin embargo, otras causas adicionales del fracaso notable en la instalación de “la inflación galopante” como tema principalísimo en la agenda de la ciudadanía por los grandes medios.
Como se observa en el cuadro de apertura, el 30% de los electores habilitados para votar en el año 2011 tiene menos de 30 años, el 40% del padrón no llega a 35 años de edad y el 50%, menos de 40 años.
Muy interesante el corte etario para observar por qué los medios monopólicos y no tanto, junto a la oposición editorializada por ellos, además de inconsistentes en sus planteos, atrasan en su percepción del electorado, motivo por el cual la redundancia exagerada en temas vinculados a la inflación como “el gran problema de los argentinos” ya no interpela exitosamente a una proporción creciente de los electores.
Pasa que, como las personas –salvo en PRO, donde se es joven hasta los 55/60 años y se tatúa–, “los temas de agenda” envejecen de manera vertiginosa y hoy, los regímenes inflacionarios altos, incluyendo los dos picos de híper de los años 89-90 no son parte de la experiencia de vida para el 40% de los votantes.
Nada menos que cuatro de cada diez de quienes votarán en 2011 no conocieron el impacto de la hiperinflación en la vida cotidiana, nacidos entre los años 1976 y 1992; eran, cuando volaban las góndolas, unas tiernas criaturitas o a lo sumo pre adolescentes despreocupados de esos menesteres.
Así las cosas, agitar el fantasma de una corrida inflacionaria ya no sólo carece de fundamento económico, sino que ni siquiera tiene efectos de significación sobre un considerable número de electores. El discurso apocalíptico sobre los efectos tremendos de un ciclo inflacionario, propalado por medios y oposición editorializada, es inconsistente y atrasa.
*Director Consultora Equis.
Asesora al Gobierno.
Sucede esto porque los precios de alimentos han aumentado bastante en los últimos años, pero también lo ha hecho el salario, mínimo y medio. Esto implica que se mantuvo o creció el poder adquisitivo como sostienen los economistas Ivan Heyn y Julian La Rocca, en sus recientes estudios.
Hay, sin embargo, otras causas adicionales del fracaso notable en la instalación de “la inflación galopante” como tema principalísimo en la agenda de la ciudadanía por los grandes medios.
Como se observa en el cuadro de apertura, el 30% de los electores habilitados para votar en el año 2011 tiene menos de 30 años, el 40% del padrón no llega a 35 años de edad y el 50%, menos de 40 años.
Muy interesante el corte etario para observar por qué los medios monopólicos y no tanto, junto a la oposición editorializada por ellos, además de inconsistentes en sus planteos, atrasan en su percepción del electorado, motivo por el cual la redundancia exagerada en temas vinculados a la inflación como “el gran problema de los argentinos” ya no interpela exitosamente a una proporción creciente de los electores.
Pasa que, como las personas –salvo en PRO, donde se es joven hasta los 55/60 años y se tatúa–, “los temas de agenda” envejecen de manera vertiginosa y hoy, los regímenes inflacionarios altos, incluyendo los dos picos de híper de los años 89-90 no son parte de la experiencia de vida para el 40% de los votantes.
Nada menos que cuatro de cada diez de quienes votarán en 2011 no conocieron el impacto de la hiperinflación en la vida cotidiana, nacidos entre los años 1976 y 1992; eran, cuando volaban las góndolas, unas tiernas criaturitas o a lo sumo pre adolescentes despreocupados de esos menesteres.
Así las cosas, agitar el fantasma de una corrida inflacionaria ya no sólo carece de fundamento económico, sino que ni siquiera tiene efectos de significación sobre un considerable número de electores. El discurso apocalíptico sobre los efectos tremendos de un ciclo inflacionario, propalado por medios y oposición editorializada, es inconsistente y atrasa.
*Director Consultora Equis.
Asesora al Gobierno.
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