Panorama en otoño
Das Neves, entre dos reyes de la historia clásica. Conmoción en el Peronismo Federal, un parangón entre Macri y Riquelme. Los radicales rumian acerca de su interna. Binner, oteando el horizonte fugitivo. Los pecados capitales de las oposiciones y aquellos que acechan al oficialismo. El difícil arte de ganar en primera vuelta. Y otros asuntos.
Por Mario Wainfeld
En la madrugada del lunes el gobernador Mario Das Neves festejaba, cantando con menos pasión que afinación (y ya es decir) “Soy feliz”. Celebraba una victoria pírrica. Hoy, hasta ese desenlace agridulce está en riesgo. El peronista Das Neves y su colega radical catamarqueño Eduardo Brizuela del Moral adelantaron todo lo posible las elecciones locales en la idea de alejarlas lo más posible de las nacionales para potenciar su condición de favoritos. Las movidas eran lógicas y hasta astutas. Por eso la adoptaron dos personajes distintos, pertenecientes a distintos partidos en dos provincias bien diferentes. No acordaron, no conjuraron: pensaron igual, en paralelo. Ambos sucumbieron al mayor peso específico de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
La coyuntura evoca otro ejemplo de historia antigua, menos remanido que el del compañero Pirro. Es de Creso, rey de Lidia, quien antes de emprender una guerra contra Persia consultó el Oráculo de Delfos, en una época en que se desconocían los consultores electorales. El Oráculo le vaticinó que si cruzaba el río que separaba Lidia de Persia, destruiría un gran ejército. Era el suyo, claro. Los oráculos eran así, ambivalentes en su verba, lo que les permitía sostener la credibilidad. Los gobernadores eran locales, eligieron la fecha, cruzaron el río, destruyeron su fuerza propia.
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Pecados capitales. El conglomerado opositor viene leyendo mal la realidad desde 2008, cuando el conflicto “del campo”. Se consideró ganador en 2011 de antemano. Los resultados de las elecciones de 2009 fomentaron la soberbia e indujeron a la pereza, pecados capitales en la religión y en la política.
Dos veredictos populares en dos provincias que representan una porción pequeña del padrón nacional hirieron a dos pretensos presidenciables, el vicepresidente Julio Cobos y Das Neves. Y pusieron en estado de asamblea e introspección a “las oposiciones” que ahora deben ir en busca del tiempo perdido. Les quedan varios meses, nada es imposible, pero saben que corren de atrás, muy desperdigados.
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Macri, como Riquelme. Los peronistas federales perdieron gravitación y liderazgo, a medida que el senador Carlos Reutemann fue alejándose del centro de la escena. Dejaron pendientes varias tareas, engolosinados con los vítores de los grandes medios y con una blitzkrieg parlamentaria que resultó un fiasco. “La oposición” fue un rótulo virtual, un embeleco acuñado en su prensa adicta. “El Peronismo Federal”, uno de sus derivados. Los compañeros justicialistas disidentes traspapelaron tareas evidentes para quien quiere construir una victoria nacional, como la de armar un partido político. La desidia explica parcialmente la mora que también obedeció a intereses tácticos de cada uno de ellos, por ende divergentes. Ahora carecen de una estructura nacional.
Sólo Das Neves y el gobernador sanluiseño Alberto Rodríguez Saá contaban con una provincia fiel y un armado imbatible en sus fronteras. De esos dos indiecitos, sobrevive uno. El ex presidente Eduardo Duhalde insiste en el road show pejotista, ávido de construir una legitimidad de la que, todo lo indica, carece. El diputado Felipe Solá puntualiza las lagunas del espacio “federal”, con argumentos bien hilados aunque con floja intención de voto. Funge de comentarista, no de referente.
Los federales, vapuleados en Chubut e inexistentes en Catamarca, cada vez más dependen de Mauricio Macri, alias el Godot de Duhalde. El jefe de Gobierno porteño no propaga su presencia más allá de su distrito y de la provincia de Buenos Aires, donde el diputado Francisco de Narváez sigue contando con un potencial apreciable. Con esos recursos, más lo que pudieran ir añadiendo en provincias comandadas por otros, los federales podrían armar una tercera opción. No pinta, hoy, como ganadora pero podría animar la competencia.
En cualquier caso, algo deben intentar para alterar la inercia que los conduce a una derrota y a frisar con la inexistencia. La conformación de una entente entre peronistas del interior y el PRO tendrá costos para ambos términos de la ecuación, que comprenden la pérdida de apoyos de ciertos ciudadanos y de algunos dirigentes, pero la necesidad tiene cara de hereje. Si no mueven el tablero, ya perdieron. Macri es al PJ federal lo que Riquelme a Boca, no les asegura ni un empate contra Olimpo. Pero sin él, mejor es no salir a la cancha.
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Correligionarios cavilando. Los radicales cavilan sobre su interna de abril. El alicaído Cobos propone soluciones taimadas, en procura de sostener un poco de centimil. El diputado Ricardo Alfonsín se lee ganador el 30 de abril y obra en consecuencia. El senador Ernesto Sanz, que hace menos de un año “se pensaba” para 2015, conserva esa virtualidad como una jugada a placé.
Este cronista sigue pensando que la interna radical es una buena movida, sobre todo si no se diluye en querellas intestinas. Instalará un candidato que retendrá con facilidad los votos propios. Es una apreciable diferencia con los compañeros federales a quienes el Frente para la Victoria puede succionarle adherentes. Desde 2003 el Commonwealth peronista junta más del cincuenta por ciento de los votos, desde 2005 éstos se polarizan entre dos o tres y el primero (hoy por hoy, el kirchnerismo) se queda con la parte del león.
Para los correligionarios, un candidato de unidad conjugaría lo útil con lo agradable. Y le iría dando, en un contexto dominado por la provisoriedad, el segundo lugar en el podio. Lejos del primero, mala nueva. Pero con la chance de llegar al ballottage, la zanahoria más accesible (a fin de marzo la única) para el espectro “A”.
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Binner mira el horizonte. Falta mucho, apunta el cronista por primera vez en esta columna. Tanto que el gobernador santafesino Hermes Binner puede cavilar acerca de lanzarse al ruedo presidencial. Varias eliminatorias debería superar: la interna socialista radical primero, la elección de gobernador santafesino después. Son pruebas muy exigentes, cualquiera puede mancarlo. Pero también podría sortearlas, lo sabrá a más tardar en junio. Para entonces, si el ex Acuerdo Cívico y Social sigue desmadejado, Binner podría (sólo podría, nada menos que podría) proponerse como una alternativa de centroizquierda moderada en la nacional. No para ganar, según las coordenadas actuales, pero sí para poner la primera piedra de una construcción a futuro. Con todas las asimetrías del caso, hay similitudes con lo que hará el diputado Martín Sabbatella en la provincia de Buenos Aires. Comenzar a sembrar, la cosecha quedaría para años ulteriores.
De momento es una hipótesis que da cuenta de la debilidad del espacio opositor. Si el socialismo revalida en Santa Fe, Binner contaría con un capital ignoto para casi todos los aspirantes opositores. Dominar una provincia, acreditar una gran gestión en Rosario y una aceptable en Santa Fe. Sólo Rodríguez Saá puede invocar pergaminos semejantes.
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Las que vienen. De más está decir cuán relativos son los vaticinios. Hecha esta salvedad, el FpV tiene pinta de ganador holgado en las elecciones de Salta y La Rioja, fijadas para abril y mayo. En junio, Misiones también parece muy propicia. En el mismo mes, elegirán Tierra de Fuego y Neuquén, gobernadas por partidos aliados. Ahí, el kirchnerismo nacional no sufriría si ganaran los oficialismos locales. Y cuenta con sendos planes “B”. En Neuquén, una alianza con los radicales K que lleva como aspirante a la gobernación al correligionario Martín Farizano, intendente de la capital provincial. En Tierra del Fuego, una lista propia, liderada por la diputada Rosana Bertone. Los operadores kirchneristas se tienen más fe en Tierra del Fuego, un distrito donde las contiendas acostumbran ser reñidas e impredecibles.
Como fuera, se insinúa una seguidilla de resultados gratos para el kirchnerismo, hasta que se elija en Santa Fe, el 24 de julio. En esa gran provincia, sus chances han crecido mucho pero el socialismo es un hueso duro de roer.
Ahí culminarían las provinciales previas a la primaria abierta nacional.
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Cada pago es un mundo. El escenario es promisorio para el oficialismo, que debe precaver errores propios, a los que es afecto. También sería una necedad extrapolar lo ocurrido en Catamarca y Chubut. La incidencia en el terreno nacional es innegable pero cada distrito es un mundo. En las dos provincias, por ejemplo, Cristina Kirchner arrasó en 2007. Muy distinto fue su desempeño, ya entonces, en Córdoba, en Capital o en la mayoría de los grandes centros urbanos.
En un recomendable artículo publicado esta semana en Clarín, el politólogo Andrés Malamud subrayó que el bipartidismo clásico prima en las provincias, entre ellas las que ya se pronunciaron. En otras comarcas, el cuadro es más variopinto. La Ciudad Autónoma es un ejemplo acabado pero también en Santa Fe hay tres partidos fuertes, aunque dos (por ahora) concurran coaligados. La idea de que “todos votan por Cristina”, muy escuchada hoy en Palacio, puede menoscabar las peculiaridades de otras provincias y restar chances en la sumatoria.
Hasta ahora, las operaciones del FpV, en una estrategia catch all (sumar votos de variadas vertientes) ha sido afilada. Pero la tentación de vender la piel del oso antes de cazarlo (lo que solo sucederá cuando se haya computado el último sufragio) acecha al oficialismo. El kirchnerismo no peca de perezoso pero debe alzar la guardia contra la gula, la codicia y la soberbia.
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Regateos. La disputa por espacios en las listas es transversal, atraviesa todos los espacios. La carencia de dinámica partidaria (salvo, quizá, en el radicalismo) determina que las internas se diriman en Palacio, en el PRO, entre los federales, en Proyecto Sur y en el FpV.
En el espacio kirchnerista los reclamos se hacen sentir en el ágora. El diputado porteño Juan Cabandié lo expresó de viva voz, en un acto en el miniestadio de Argentinos Juniors. Más conspicuo y resonante fue el reclamo de Hugo Moyano. Son planteos lógicos, que deben compatibilizar el interés del espacio propio con el colectivo. Y dejar a la “conducción”, a quien todos tributan un margen para diseñar el accionar conjunto.
La tensión existente entre el líder de la CGT y el disco duro del kirchnerismo es un dato relevante. Durante años han sabido tramitarla, con beneficios comunes apreciables. Días atrás, cobró virulencia y encendió luces rojas de alarma. El sinceramiento de las apetencias es mucho menos grave que el conflicto del exhorto suizo, aunque requiere destreza fina para ser tratado. Moyano, que es mucho más racional y negociador que lo que pintan sus detractores, no patea la mesa cuando pide un lugar en la fórmula presidencial. En toda negociación larga, el primer planteo es de máxima y no descarta el regateo y el pacto final.
El equilibrio entre sectores, con un ojo atento en el electorado, es un arte complejo, en el que el ex presidente Néstor Kirchner descollaba. El peso de su ausencia se sentirá en los meses próximos, detalle que deben sopesar quienes quieren llevarlo como estandarte a la victoria.
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Nunca se gana en las vísperas. Las primeras votaciones fortalecieron al oficialismo, le infunden mística, robustecen sus perspectivas. Inciden en el imaginario de otros ciudadanos, alertan a compañeros peronistas sobre los costos de apartarse o enfrentar a una sólida primera minoría. Lejos están de ser poco, mas no son todo.
La oposición, a su turno, se dispersa y pasa facturas. Pero también internaliza que debe cambiar y cuenta con tiempo para tratar de jugar la definitiva con otro sabó.
De nuevo, nadie muere pero tampoco gana las elecciones en las vísperas. Triunfar en la primera vuelta es muy arduo, como lo comprueban precedentes de países vecinos. Sebastián Piñera, Dilma Rousseff, José Mujica fueron grandes candidatos cuyas fuerzas acumularon carradas de votos en competencias anteriores. Debieron esperar a la segunda vuelta.
En Argentina la marca exigida es más compasiva, alcanza con el 45 por ciento. Aun así, es un guarismo exigente: Cristina Kirchner lo excedió apenas en 2007. En el mejor horizonte para el oficialismo, la mitad de los votos válidos será contrera. Es factible que sean más. La gestión de gobierno, el armado de las listas, la cómoda pole position son un patrimonio envidiable, que el kirchnerismo debe administrar con tino y mesura. Hasta acá, su manejo es lucido y lúcido.
La oposición tiene por delante reformularse. Alguno de ellos proponerse como término de polarización válida. Quizá no lo consigan, les pasó en 2007 donde dos listas repartieron más del 40 por ciento de los votos, muy lejos de la cosecha del FpV. O puede suceder que una tercera fuerza capitalice el descontento con las alternativas clásicas. Así pasó en Chile, con Marco Enríquez Ominami. O en Brasil con Marina Silva. Un escenario apetecible para el oficialismo y, ya se comentó, incitante para Binner si se le alinean bien los planetas.
Todo porvenir es posible en el jardín de los senderos que se bifurcan, hasta que llegue el día de la verdad. Hoy por hoy, la trabajada primacía del kirchnerismo es tan amplia como sorpresiva, comparada con los augurios de dos o tres años atrás.
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