sábado, 12 de mayo de 2012

bajo perfil, alta influencia
Javier Grosman, el poderoso ministro del relato

Quién es realmente y cómo se mueve el hombre que organiza los megaeventos oficiales, incluido el último acto en Vélez. Las internas que desata ser el preferido de Cristina. Por qué Tristán Bauer cayó en desgracia.
 Por Darío Gallo


12/05/12 - 12:25


Gran hacedor. Grosman junto al ministro del Interior, Florencio Randazzo, en una recorrida por "su" Tecnópolis. Organizó también el Bicentenario, Vélez, y habrá más.

“Necesito tres helicópteros.” “Traigan 340 pantallas.” “Hay que poner 5 millones.” Así sea el último acto de CFK, el diseño del stand presidencial en la Feria del Libro o la contratación de artistas para un evento promocionado por el Gobierno, en todos, él tiene la penúltima palabra. La última, claro, es de Cristina. Pero la presidenta está tan deslumbrada por la creatividad y el poder de ejecución de este hombre que si se hubiese levantado el “ministerio del relato”, su ministro no podría ser otro que Javier Grosman.

Porteño, de 58 años, Grosman tiene una amplia trayectoria como productor de espectáculos (fue el creador de Babilonia, un mítico espacio cultural under de los 90), pero en los últimos años estuvo ligado a la función pública. Fue subsecretario de Acción Cultural en el gobierno porteño durante la gestión de Aníbal Ibarra y encontró el cargo a su medida cuando fue designado director general de la Unidad Ejecutora de la Conmemoración del Bicentenario. Una oficina creada por decreto presidencial en septiembre de 2009.

Bajo perfil. Una de las virtudes de Grosman que más seducen a CFK es no asomar la cabeza. Ella, que no quiere que los ministros hablen sin permiso, tiene en Grosman un ejecutivo que la hace quedar bien sin decir nada. En los dos grandes eventos programados por la Presidencia, Bicentenario y Tecnópolis, el productor guardó el secreto y sorprendió a oficialistas y opositores.

En las peleas internas, Grosman actúa parecido. Aunque él fue acercado al Gobierno por el ex secretario de Medios, Enrique “Pepe” Albistur, para armar los actos de campaña, “en poco tiempo se quedó con todo lo de Pepe”, dice un empleado de la Casa Rosada. Y todo sin armar escándalos ni pelearse a través de los medios. Con Tristán Bauer pasó algo parecido. Bauer, presidente del Sistema Nacional de Medios Públicos, estaba convencido de que se montaría un “ministerio del relato”, donde confluirían cultura y comunicación. No fue así.

El cineasta anda deprimido, sin cartera y sin cargo de ministro, porque es Javier Grosman quien actúa como si lo hubiesen nombrado en ese ministerio que no existe. Aunque Grosman depende del secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, la naturaleza de su trabajo lo hace estar en contacto directo con la Presidenta, mucho más que algunos ministros que sólo son convocados cuando hay un acto para la cadena nacional. Esa cercanía ya provoca inquietud en algunos sectores como La Cámpora.

Método. En el virtual ministerio del relato kirchnerista trabaja poca gente: alrededor de treinta personas, muchas de las cuales rotan por el particular estilo laboral de Grosman: “Es full life”, dice un proveedor que lo conoce bien y es contratado cuando hay eventos callejeros. Aunque mantiene un reducido staff fijo, el creador de Babilonia prefiere gente enfocada las 24 horas del día, los siete días de la semana.

Un intelectual cercano al oficialismo cree que el crecimiento de Grosman como “ministro del relato” no fue tanto por su organización de los festejos del Bicentenario o el éxito de la muestra Tecnópolis: “Nadie lo va a decir, pero la recuperación de la mística dentro del kirchnerismo, luego de la derrota de 2009, surgió con la muerte de Néstor. Y la organización del funeral y la cobertura mediática estuvieron a cargo de Grosman. De eso no se habla, pero muchos lo pensamos”.

Durante los tres días posteriores a la muerte de Kirchner, nadie durmió en el equipo liderado por Grosman. Ya no era la política como espectáculo, era el velatorio de un político explotado en un estilo nunca visto. Como si hubiera muerto el Papa, pero con toques nac & pop.

La irrupción en el velatorio de dos “espontáneos”, uno que agradeció la política con el campo y otro que cantó con su voz de barítono el Ave María, resultaron ser Ider Peretti, ruralista ligado a Guillermo Moreno que integra comitivas oficiales, y Ernesto Bauer, hermano de Tristán, del Sistema de Medios Públicos. Grosman nunca reconoció haber “producido” esas apariciones ante el ataúd de Néstor, pero muchos se las adjudican.

Grosman también es el contacto con los artistas que varias veces al año dan recitales públicos organizados por la Presidencia. Y es él quien pone los honorarios, con el respaldo de un billetera infinita. Aunque es difícil pasarlo: Charly García se quedó afuera de los festejos del Bicentenario porque sus representantes exigieron una cifra “desubicada”.

La interna. En el acto de Vélez, donde Cristina fue la única oradora, por primera vez se notó el crecimiento de la agrupación juvenil La Cámpora en la organización del encuentro. Aunque Grosman manejó toda la parte técnica, los muchachos trataron de imponerse en la distribución de los invitados. Al parecer, surge una nueva interna como desafío para el “creador de acontecimientos” de Cristina.

¿Qué puntos flojos pueden señalarle sus enemigos al creador de Tecnópolis? Pueden apuntar a su mano derecha, Willy Moranchel, quien mientras era director general de Comedores Escolares de la gestión porteña de Aníbal Ibarra fue denunciado por adquirir leche en mal estado. Obligado a renunciar en 2005, su amigo Pepe Albistur lo llevó al gobierno nacional como director nacional de Acción Federal e Industrias Culturales, lejos de las cuestiones bromatológicas. Si bien Grosman “heredó” a Moranchel, ya eran viejos conocidos del circuito cultural, rockero y político de Buenos Aires. La influencia de Willy parece ser mucha: la coordinadora de producción de la Unidad Bicentenario pasó a manos de la esposa de Moranchel, Eugenia Della Casa.

¿Recrudecerán las internas contra Grosman? Es probable. Pero su habilidad de prestidigitador tecno, de organizador de megaeventos, de puestas en escena sofisticadas está a resguardo por ahora. Esa técnica resulta imprescindible para montar la escenografía que requiere la historia oficial. Si hay un “ministro clave” para este Gobierno, ése parece ser el que sabe cómo gestionar el relato. Así en la vida como en la muerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario