la problemática de la basura
Los humanos son los únicos seres vivientes que producen basura.
Todos los lunes los vecinos de González Catán (partido de La Matanza) se autoconvocan para organizar su protesta contra el Centro de Disposición de Residuos del CEAMSE, un predio que desde 1979 contamina el agua que toman, el aire que respiran y sus propios cuerpos. Reciben diariamente camiones con basura de siete municipios, entre ellos la Capital Federal. Son varias las toneladas diarias de desechos domiciliarios e industriales con los efectos previsibles: la tierra y las napas están contaminadas. Y en el municipio no hay agua de red. El aumento del cáncer, la leucemia, el lupus y los problemas respiratorios llevaron a los habitantes de la zona a presentar una denuncia penal.
¿Es lógico que los municipios sigan tirándose unos a otros miles de toneladas de basura, es decir de enfermedades y muerte?
Las medidas que se toman con respecto a la basura intentan actuar sobre un mosaico de 21 municipios sin una autoridad central que coordine. No basta con el CEAMSE, porque el tema no puede comprenderse sin considerar sus múltiples conexiones con el contexto.
La Ciudad de Buenos Aires incumple con su compromiso de basura (Basura Cero, Ley 1854) pero cumplirlo no resolvería el problema global. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es la capital del país, pero como tejido urbano y social es un municipio más del conglomerado urbano que conforma el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), que necesita un gobierno capaz de coordinar a los municipios entre sí, no sólo en el problema de la basura sino también en el transporte, efluentes, cursos de agua, vivienda, salud, etcétera Esta coordinación permitiría pensar estratégicamente la región, que por ahora crece al calor de los intereses de los más fuertes y no interpretando al conjunto.
La Capital Federal ha sido convertida en una provincia cuando la provincia, por lógica, debería ser el AMBA.
¿Y que hacer con la basura? Las medidas a tomar se conocen y se ponen en práctica en alguno que otro municipio del país; quisiéramos resaltar algunas de estas propuestas:
• Acabar de una vez con las bolsitas de plástico (ley de envases) que envuelven cualquier cosa en cualquier parte y no son biodegradables, así como revisar en su totalidad el criterio de envases de todos los productos
• Fortalecer la conciencia pública –imprescindible en la política–. ¿Quién hubiera dicho, hace pocos años, que nos acostumbraríamos a no fumar en las oficinas, bares y transportes? La publicidad logra también hacernos consumir toneladas de cosas innecesarias, y aceptar lo inaceptable como la interrupción de las películas por cable (¡pago!) con repetidas tandas publicitarias (¿que pasaría si se introdujera, de golpe, este sistema en los cines?).
• Abandonar la ilusión de que existe un cinturón “ecológico” que rodea a la Ciudad, una falsedad originada por los militares en 1977. No existe ningún cinturón ecológico, sólo contaminación, enfermedades y muerte.
• Con recursos como la creatividad y la participación ciudadana se podría construir una matriz de gestión urbana y administración pública que reducirían los considerables montos que se pagan por la recolección de basura, como lo está logrando la intendencia de Morón, a cargo de Lucas Ghi, así como el municipio de Trenque Lauquen.
• El tratamiento de la basura no debiera ser un negocio millonario que nos convierte en rehenes de intereses corporativos.
Lo mismo ocurre con la vivienda social. Las casas que hacen las grandes empresas constructoras resultan más caras y de calidad inferior a las que podrían construir las familias por su cuenta administrando esa misma plata con el asesoramiento adecuado. Serían, además, más acordes con sus expectativas.
¿Qué hacer con nosotros, los humanos?
Esta es la pregunta que está detrás de todas las preguntas. No somos una sumatoria de individuos. Nuestro enemigo mayor es la organización heredada donde “navegamos”, fundada en la avaricia y el consumo sin límite ni orientación conciente. Cuando nacemos, el sistema ya está allí, esperándonos. Existieron culturas, en el valle de Humahuaca, por ejemplo, donde durante 10 mil años los valores eran otros. ¿Podrían haber asimilado esas culturas parte de la tecnología, sometiéndola a esos valores? Nunca lo sabremos porque no nos integramos a ellas. Las aplastamos.
Gracias a nuestras hiperdesarrolladas (en algunos no tanto) conexiones neuronales que son nuestra diferencia principal con los demás animales, hemos logrado ejemplos bellísimos de acciones humanas, pero también llenamos el mundo de toda clase de objetos no degradables, algunos imitaciones de animales, como los autos que nacen, se alimentan, duermen, se enferman y enferman el aire; los fabricamos en número creciente y finalmente son también basura.
Sería útil que una cierta cantidad de neuronas estratégicamente ubicadas en algunas cabezas y con la conciencia de todas las demás –las nuestras– se dedicara a revertir los efectos, cada día más ingobernables, de las neuronas suicidas.
Empezar por la basura, por ejemplo, sería un objetivo modesto
La sombra del consumo
Al igual que las viviendas sociales, el tratamiento de la basura es un negocio millonario que nos convierte en rehenes de intereses corporativos. La Ciudad de Buenos Aires incumple con su compromiso de Basura Cero cuando podría dar el ejemplo al resto de los municipios.
Los humanos son los únicos seres vivientes que producen basura.
Todos los lunes los vecinos de González Catán (partido de La Matanza) se autoconvocan para organizar su protesta contra el Centro de Disposición de Residuos del CEAMSE, un predio que desde 1979 contamina el agua que toman, el aire que respiran y sus propios cuerpos. Reciben diariamente camiones con basura de siete municipios, entre ellos la Capital Federal. Son varias las toneladas diarias de desechos domiciliarios e industriales con los efectos previsibles: la tierra y las napas están contaminadas. Y en el municipio no hay agua de red. El aumento del cáncer, la leucemia, el lupus y los problemas respiratorios llevaron a los habitantes de la zona a presentar una denuncia penal.
¿Es lógico que los municipios sigan tirándose unos a otros miles de toneladas de basura, es decir de enfermedades y muerte?
Las medidas que se toman con respecto a la basura intentan actuar sobre un mosaico de 21 municipios sin una autoridad central que coordine. No basta con el CEAMSE, porque el tema no puede comprenderse sin considerar sus múltiples conexiones con el contexto.
La Ciudad de Buenos Aires incumple con su compromiso de basura (Basura Cero, Ley 1854) pero cumplirlo no resolvería el problema global. La Ciudad Autónoma de Buenos Aires es la capital del país, pero como tejido urbano y social es un municipio más del conglomerado urbano que conforma el Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA), que necesita un gobierno capaz de coordinar a los municipios entre sí, no sólo en el problema de la basura sino también en el transporte, efluentes, cursos de agua, vivienda, salud, etcétera Esta coordinación permitiría pensar estratégicamente la región, que por ahora crece al calor de los intereses de los más fuertes y no interpretando al conjunto.
La Capital Federal ha sido convertida en una provincia cuando la provincia, por lógica, debería ser el AMBA.
¿Y que hacer con la basura? Las medidas a tomar se conocen y se ponen en práctica en alguno que otro municipio del país; quisiéramos resaltar algunas de estas propuestas:
• Acabar de una vez con las bolsitas de plástico (ley de envases) que envuelven cualquier cosa en cualquier parte y no son biodegradables, así como revisar en su totalidad el criterio de envases de todos los productos
• Fortalecer la conciencia pública –imprescindible en la política–. ¿Quién hubiera dicho, hace pocos años, que nos acostumbraríamos a no fumar en las oficinas, bares y transportes? La publicidad logra también hacernos consumir toneladas de cosas innecesarias, y aceptar lo inaceptable como la interrupción de las películas por cable (¡pago!) con repetidas tandas publicitarias (¿que pasaría si se introdujera, de golpe, este sistema en los cines?).
• Abandonar la ilusión de que existe un cinturón “ecológico” que rodea a la Ciudad, una falsedad originada por los militares en 1977. No existe ningún cinturón ecológico, sólo contaminación, enfermedades y muerte.
• Con recursos como la creatividad y la participación ciudadana se podría construir una matriz de gestión urbana y administración pública que reducirían los considerables montos que se pagan por la recolección de basura, como lo está logrando la intendencia de Morón, a cargo de Lucas Ghi, así como el municipio de Trenque Lauquen.
• El tratamiento de la basura no debiera ser un negocio millonario que nos convierte en rehenes de intereses corporativos.
Lo mismo ocurre con la vivienda social. Las casas que hacen las grandes empresas constructoras resultan más caras y de calidad inferior a las que podrían construir las familias por su cuenta administrando esa misma plata con el asesoramiento adecuado. Serían, además, más acordes con sus expectativas.
¿Qué hacer con nosotros, los humanos?
Esta es la pregunta que está detrás de todas las preguntas. No somos una sumatoria de individuos. Nuestro enemigo mayor es la organización heredada donde “navegamos”, fundada en la avaricia y el consumo sin límite ni orientación conciente. Cuando nacemos, el sistema ya está allí, esperándonos. Existieron culturas, en el valle de Humahuaca, por ejemplo, donde durante 10 mil años los valores eran otros. ¿Podrían haber asimilado esas culturas parte de la tecnología, sometiéndola a esos valores? Nunca lo sabremos porque no nos integramos a ellas. Las aplastamos.
Gracias a nuestras hiperdesarrolladas (en algunos no tanto) conexiones neuronales que son nuestra diferencia principal con los demás animales, hemos logrado ejemplos bellísimos de acciones humanas, pero también llenamos el mundo de toda clase de objetos no degradables, algunos imitaciones de animales, como los autos que nacen, se alimentan, duermen, se enferman y enferman el aire; los fabricamos en número creciente y finalmente son también basura.
Sería útil que una cierta cantidad de neuronas estratégicamente ubicadas en algunas cabezas y con la conciencia de todas las demás –las nuestras– se dedicara a revertir los efectos, cada día más ingobernables, de las neuronas suicidas.
Empezar por la basura, por ejemplo, sería un objetivo modesto
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